Creo que no me equivoco si les digo, en exclusiva primicia, que este verano veremos a Carles Puigdemont enfrascado en una gira “mundial” por la Cataluña Tractoriana. Así, como lo oyen. Sí, Puchi se nos irá de gira, y les adelanto que ninguna rutilante estrella del rock ha realizado jamás un tour por provincias con el despliegue tecnológico que arropará al rey de la canción protesta catalana en su visita virtual a grandes ciudades del reino milenario, como Gerona, Vic, Berga, y cien más que a buen seguro se disputarán su presencia. De momento solo está confirmado el bolo de Gerona, el 22 de junio, que por algo se empieza. El Cocomocho’s Salvation Summer Show --yo lo bautizaría así, en honor de Neil Diamond-- incluirá cañones de luz, rayos láser, efectos estroboscópicos, fuegos artificiales, sonido cuadrafónico, máquinas de hielo carbónico y una inmensa pantalla, que ni la de Pink Floyd, en la que en el momento álgido, cuando la concurrencia roce el paroxismo gastronómico, él se materializará para mayor delirio de su parroquia.

Disculpen la coña marinera pero es que el tema se lo merece. Se lo explicaré en detalle. Resulta que el pobre --así, en cursiva-- Puigdemont anda desesperado: se le acaba el dinero, su cuenta bancaria se desploma a velocidad de vértigo, no tiene ingresos estables, ni trabajo, y la llamada Caja de Resistencia, que mantienen las entidades soberanistas, cría telarañas, porque los de la ANC y Òmnium ya no saben qué leches inventarse para seguir vaciándole la cartera a la legión de abducidos que aún no se han caído del guindo.

Y es que mantener el Casoplón de la República de Chichinabo en Waterloo, y a los trileros prófugos en el exilio, sale por un ojo de la cara. Un pasta gansa mensual que le solucionaría la vida a cualquiera, a la que se debe sumar una interminable relación de gastos: limpieza, jardinería, recibos, suministros, transporte, nivel desenfrenado de vida, seguridad, agasajos a sediciosos ilustres, alimentación, coches, viajes internacionales y suma y sigue. Echen ustedes cuentas, aunque sea a la baja, y tiemblen, que a mí la calculadora se me acaba de declarar en huelga.

La ansiedad de Puchi se hace comprensible si entendemos que él lo fiaba todo a esa Balsa de Medusa que supondría poder ejercer de europarlamentario. Podría pasearse a pecho henchido por Bruselas, cual gallito; disfrutar de inmunidad, despachos, asesoramiento, secretarios; blasfemar a todas horas, aunque no venga a cuento de nada, contra España, propagando a los cuatro vientos el martirio del pueblo catalán, y, sobre todo --y ahí está la clave del asunto, que la independencia le importa un rábano--, embolsarse un dineral que permitiría a un porquerizo vivir a cuerpo de rey.

Pero no. La ley dice que para ser europarlamentario Puigdemont debe recoger su acta personalmente, pasar por Madrid, formalizar el papeleo reglamentario y jurar la Constitución. El BOE ya ha incluido su nombre, y el de Comín, en la relación de los 54 europarlamentarios españoles. Solo falta, por tanto, acreditarse (tiene 5 días para ello) y cumplir con el trámite como cualquier hijo de vecino. Y eso a un héroe como él le causa pavor. Tiene claro que de aterrizar en Barajas, la Guardia Civil, la Policía Nacional, la Legión, y la cabra, saltarían sobre él, lo atarían como a un chorizo --a tal señor, tal ligadura-- y lo pondrían a disposición judicial. La JEC ya le ha dicho que no hay otra, y que deje de marear la perdiz. Incluso la Sala de lo Contencioso del Tribunal Supremo le abre expediente, que acabará en sanción económica, por su mala fe y proceder torticero, pues entiende y dice que sus reclamaciones, alegatos y querellas contra varios miembros de la JEC, no se ajustan a “buen derecho”. Y es que Cocomocho, para colmo de descaro y sinvergonzonería, ha llegado a cursar petición al TS, dirigida a Pablo Llarena, para que su orden nacional de busca y captura e ingreso en prisión sea suspendida, o al menos momentáneamente congelada --Crónica Global lo recogió hace muy pocos días--, a fin de poder recoger su acta sin tener que disfrazarse de Carmen Miranda o de Paquirrín, porque lo de subirse a caballito a hombros de Gonzalo Boye, su abogado, para no tener que pisar suelo español no colaba…

Así están las cosas. Surrealismo puro y duro. Boye se muestra convencido de que su cliente estará en la sesión inaugural de la Eurocámara --¡solo Dios sabe lo que estarán tramando ese par!--, pero yo personalmente lo dudo. No haberse acreditado hará que la lista corra y que otros ocupen los puestos de Puigdemont y Comín. Adelantan algunos que Puigdemont acabará de secretario de su suplente --¿Bea Talegón?--; eso no le permitirá seguir sembrando cizaña, pero le garantizará el libre acceso a despachos e instalaciones, cierta notoriedad y un sueldo que podría superar los 6.000 euros mensuales.

Consciente de su precaria situación, Puchi no dudará en volcarse este verano en las muchas "cenas amarillas" --los sopars grocs-- que sus incondicionales organizarán para recaudar fondos. Ya saben de qué va el asunto... Vas y apoquinas entre 45 y 60 euros y accedes a un espacio municipal adornado con guirnaldas, banderines, manteles, servilletas, comida y lacitos amarillos. Te sirven un catering visualmente repulsivo --aunque lo diseñe Ada Parellada--, con un entrante a base de mahonesa y queso emmental; pollo al curry con colorante industrial de segundo, y crema catalana de postre. Y cuando ya estás icterícico, cirrótico, rellenito de salmonella, y te has desfogado a base de despotricar contra el país vecino, se ilumina la gran pantalla y aparece él, alzando su copa desde Waterloo, animando a seguir luchando en las barricadas, insuflando convicción a todos los que a estas alturas ya no saben si es mejor cortarse las venas, o embestir en plan kamikaze con un tractor y un remolque cargado de caca de vaca contra la Delegación del Gobierno en Barcelona.

De este modo, unidos en fraternal aquelarre, entre fúnebres y depresivos himnos nacionales y cánticos chiruqueros, rozando el coma etílico y más enajenados que un rebaño de cabras tras ingerir setas alucinógeneas, los tractorianos renuevan su juramento de fidelidad al líder supremo de la secta, que no deja de mover la manita desde la pantalla con la sonrisa congelada y mirada de pasmarote. Poco después abandonarán el lugar dando traspiés, reconfortados, con brío renovado, jurándose comprar todo el kit del ya inminente 11 de septiembre, y decididos a incendiar Troya cuando se dicten, en octubre, las sentencias por el juicio que ha concluido esta semana en el Tribunal Supremo.

Acabada la retransmisión, Puchi resoplará, desconectará la hadycam colocada en un pequeño trípode y se levantará anquilosado de su silla. Se desabotonará la camisa, la única prenda visible en el encuadre fijo que retransmitía la cámara, se arreglará los calzoncillos mientras caza las abandonadas chancletas de goma a su paso. Y ya en la cama consultará la web de su entidad bancaria con el smartphone. Sonreirá complacido al comprobar que su saldo se ha incrementado en más de cuatro mil euros y apagará la luz. Mañana, más… Visca Catalunya Lliure!