Al fracaso del nombramiento de Miquel Iceta como senador autonómico por el boicot independentista y la indiferencia de la derecha constitucionalista, Pedro Sánchez ha respondido con un órdago doble. Al proponer a Meritxell Batet para presidir el Congreso y a Manuel Cruz para el Senado, el líder del PSOE entona aquello de si no queríais un catalán, ahora tendréis dos. Si no queríais caldo, dos tazas.
Sánchez ha vuelto a descolocar a todo el mundo, ya que hasta que el viernes por la mañana se conoció la doble propuesta, los medios de comunicación apostaban, para el Senado, por intentar restituir rápidamente la opción de Iceta confiando en que el Tribunal Constitucional anulara el veto del Parlament, y, para el Congreso, circulaban ya en la letra impresa y en la digital los nombres de Carmen Calvo y Margarita Robles. Pues ni lo uno ni lo otro. Iceta no será presidente de la Cámara Alta, donde la decisión es que Cruz permanezca toda la legislatura, y Batet dejará su cargo de ministra en funciones de Política Territorial y Función Pública para sustituir a Ana Pastor (PP) en la presidencia del Congreso.
Con esta doble maniobra, Sánchez no solo confirma que la elección de Iceta era un gesto para intentar desencallar el diálogo sobre Cataluña y caminar hacia la reforma constitucional desde la presidencia de la Cámara territorial, sino que refuerza esa impresión, ya que los dos órganos del poder legislativo estarán presididos por dos federalistas. Cruz, catedrático de Filosofía, fue el fundador y primer presidente de la organización Federalistes d’Esquerres, que dejó para presentarse en el 2016 como independiente en las listas del PSC al Congreso por Barcelona, inmediatamente detrás de Batet, hasta que el 28A fue elegido senador. Batet, cabeza de lista por Barcelona del PSC en las dos últimas elecciones al Congreso, siempre se ha declarado militante federalista. Ambos son de talante dialogante y abierto, pero, al mismo tiempo, se han mostrado muy críticos --sobre todo Cruz-- con la deriva independentista.
Sánchez lanza así un nuevo guiño para indicar que su intento de encauzar la resolución de la cuestión catalana será una de las prioridades de la legislatura y que su resolución es firme, pese a los desplantes del independentismo, como el sufrido con el boicot a Iceta.
Para que ERC, sobre todo, y Junts per Catalunya decidieran impedir el nombramiento de Iceta como senador y, por lo tanto, su acceso posterior a la presidencia del Senado se han esgrimido diversas razones, pero ninguna es convincente. En el pleno del rechazo, los portavoces de ambos grupos en el Parlament reprocharon a Sánchez que no guardara las formas --el presidente en funciones cometió, efectivamente, un error al dar por hecho el nombramiento--, pero esa manera de actuar es moneda corriente en la política, tanto española como catalana, y en ella caen todos los partidos. ERC alegó también la prisión de Oriol Junqueras, el veto de la Junta Electoral a que el presidente del partido participara en el debate de TV3 y la complicidad de Iceta en la aplicación del artículo 155.
Ninguna razón explica, sin embargo, que ERC se disparara un tiro en el pie al vetar a Iceta, una decisión que sorprendió a amplios sectores del mundo independentista. Hasta el diari Ara se preguntó en un editorial qué ganaba el independentismo cortando el paso a Iceta, una posición que desató, no obstante, una catarata de insultos y reproches en las redes demostrando que los fanáticos hiperventilados siguen muy presentes.
Por eso es probable que el temor de ERC a quedarse atrás en la carrera hacia el abismo del “cuanto peor, mejor” y el miedo a perder votos en los sectores más radicales en las elecciones europeas y municipales estuvieran entre las razones de un veto inexplicable, tanto que es la primera vez que se produce en las 29 ocasiones en que el Parlament ha elegido senadores autonómicos, sin oposición alguna al designado por cada partido, incluyendo a Xabier García Albiol (PP) o a Lorena Roldán (Ciutadans), esta última en plena vigencia del 155. Estos temores se completarían con otro: después de una primera reacción desafortunada e irreflexiva del portavoz Sergi Sabrià, ya nadie en Esquerra se atrevió a rebobinar y dar marcha atrás.
Pero mientras socialistas e independentistas se enfrentaban por el veto a Iceta, los dos partidos de la derecha, PP y Cs, seguían hablando de que todo era para despistar y de que existía un pacto secreto entre Sánchez y ERC. “Divorcio fingido”, “trampa de trileros” o “simulacro de batalla”, exclamaban los portavoces de PP y Cs. Por eso, ahora, cuando se han anunciado las candidaturas de Batet y Cruz les ha sido muy fácil asegurar que el dos por uno confirma sus temores y que se trata de una nueva cesión a los independentistas. ERC es la que designa al presidente de España, ha dicho Casado con ese nuevo tono centrista que no acaba de salirle. Para empezar, ERC no tendrá representación en la Mesa del Congreso, pero qué importa eso cuando el guión ya está escrito de antemano.