El acuerdo del Gobierno de España con Unidos Podemos-En Comú Podem-En Marea --plasmado en la firma de un documento en la sede de la Presidencia del Gobierno entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias y que ha servido de base para elaborar el bosquejo de Presupuestos Generales del Estado para 2019 enviado a Bruselas por exigencia legal-- está generando un sonoro debate de opiniones en los partidos políticos y en la clase periodística y un clamoroso silencio de una sustancial parte de los economistas. Estos han encontrado refugio en el argumento de que falta información para emitir un juicio solido y fundamentado.

Una sentencia popular acuñada hace décadas pone de manifiesto que los economistas de aquí y de allá --salvo excepciones-- son buenos a la hora de analizar el por qué de las crisis económicas una vez que estas han pasado, pero que no las ven venir. Vamos, que no las huelen.

Vistas las reacciones de los últimos días, nada parece haber cambiado pese a la evolución experimentada por la información de carácter económico aportada por todos los estamentos naciones y supranacionales y que en ocasiones parece, incluso, excesiva. Y ello se traduce en un clamoroso silencio de los economistas independientes, incapaces o temerosos de aportar a la ciudadanía un ápice de claridad de lo que cabe esperar de las cuentas públicas de Izquierda Unida y del PSOE.

Recientemente se ha cumplido el décimo aniversario de la caída de Lehman Brothers, acontecimiento que aceleró la crisis económica internacional de 2008. Difícil adivinar o predecir un acontecimiento similar, pero se supone que existen numerosos interrogantes en el horizonte mediato e inmediato que nadie duda nos van a afectar, en mayor o menor medida, a la mayoría de los ciudadanos. Aunque los órganos de propaganda de los socios gubernamentales se hayan apresurado a señalar que de las diez medidas del borrador de las cuentas del Estado, sólo el impuesto del diesel afectará de forma directa a la clase media, aventurándose a afirmar que los datos demuestran que el resto no tendrán un efecto negativo sobre ella.

La afirmación cobra su importancia cuando es un hecho cierto que se está produciendo una desaceleración económica global de la que España no es ajena como queda patente en la revisión a la baja en una décima de la previsión de crecimiento para este año y el siguiente.

Todo apunta que vivimos tiempos de perturbaciones y cambios y resulta arriesgado afirmar que la economía navega por aguas tranquilas que nos permitan asegurar una singladura sosegada. Mientras Trump siga haciendo de las suyas poniendo patas arriba el comercio mundial; mientras todos estamos a la espera del inicio de un proceso alcista de los tipos por parte del BCE; mientras el precio del crudo y de otras materias primas han dejado de soplar a favor del crecimiento; mientras Europa vive en un siesnoes como consecuencia del Brexit, de los populismos y de los fenómenos migratorios; mientras en Cataluña se está viviendo un peligroso proceso independentista; mientras; mientras; mientras.

Con este escenario, resultaría razonable que los ciudadanos conocieran la opinión de ese colectivo de sólidos, prestigiosos e independientes profesionales del que se espera algo más que el silencio que actual y escrupulosamente guardan sobre cuestiones tales como la subida del salario mínimo interprofesional, la modificación del IRPF, la revalorización de las pensiones, el desarrollo del modelo de transición energética, la creación del bono social energético único, la revisión de los beneficios de las eléctricas si el PNV lo permite, la reforma del impuesto de sociedades, la subida del impuesto de patrimonio el 1%, la reforma del sistema de cotización de los autónomos o la limitación a un máximo de 1.000 euros los pagos en efectivo entre empresarios y así hasta una veintena de medidas que el partido presidido por Pablo Iglesias se ha preocupado por airear.

Y mientras llega el posicionamiento de estos economistas independientes, algo que los ciudadanos esperan como esperan que los médicos sanen, los profesionales de la agitprop y de la comunicación de Podemos no han perdido un minuto en señalar que “la sociedad civil debe movilizarse para exigir su cumplimiento y avanzar en la definición de una plataforma programática contra el neoliberalismo”. Rebelion dixit.

Los cristianos tienen muy presente las epístolas de Pablo de Tarso a la comunidad cristiana o iglesia de Corinto, conocidas como cartas de Pablo a los corintios. El problema surge cuando ningún cristiano conoce que le contestaron los corintios a Pablo. ¡Pues eso!