Ya ha tomado posesión el equipo ministerial nombrado por Pedro Sánchez. De entrada, el socialista ha aumentado de una tacada el número de carteras de 13 a 17. Ahora viene la pedrea. Cada departamento se apresta a designar sus secretarios de Estado, subsecretarios, directores generales, subdirectores, jefes de comunicación y otros destinos de rango menor.
Después, todo quisque encumbrado nombrará a dedo sus propios “asesores”. Este peculiar séquito forma una turbamulta que con Rajoy ascendía a nada menos que 1.100 paniaguados.
Son muchos los llamados y pocos los elegidos. Quienes aspiran a hacerse con alguna prebenda constituyen una legión infinita. Y no hay sitial para todos. De ahí que los aspirantes se las arreglen estos días para hacer sonar su propio nombre por las vías más insospechadas. Esperan que la flauta suene por casualidad y caiga la breva.
Aparte de los cargos políticos, se ha activado a todo trapo la gigantesca tómbola de los enchufes económicos, es decir, de los capitostes de las grandes firmas estatales.
Por no citar sino las más descollantes, andan en juego los mandarinatos de Renfe, Correos, RTVE, la agencia EFE, Paradores, la minera Hunosa, la holding Sepi, Cesce de seguros de crédito a la exportación, la ferroviaria Adif, la inmobiliaria Sepides, Transformación Agraria-Tragsa, Equipos Nucleares-Ensa y Compañía Española de Tabaco en Rama.
En el mismo andamiaje figuran también Puertos del Estado, la financiadora Cofides, la aeroportuaria Aena y su holding Enaire, la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, los astilleros Navantia, los servicios alimentarios Mercasa y la gestora de suelo Sepes.
Los líderes de tales sociedades ingresan entre 90.000 y 220.000 euros anuales.
Los relevos en Madrid coinciden con los acaecidos en Cataluña a raíz de la ascensión del racista Quim Torra. Por estos meridianos, el repertorio de momios no es tan denso como en la meseta. Uno de los más apetitosos es la delegación del Consorcio de la Zona Franca. Todavía se desconoce quién sustituirá al popular Jordi Cornet. Pero seguro que hay bofetadas por usufructuar su sillón: está remunerado con la bagatela de 156.000 euros.
Otra bicoca similar devenga el mandamás de la autoridad Portuaria de Barcelona. El organismo depende de Madrid, pero la Generalitat designa a su titular. En este caso ha elegido a Mercè Conesa.
Hasta ahora ocupaba la poltrona el dinosaurio convergente Sixte Cambra, imputado por el 3%. Cambra lleva casi cuatro lustros viviendo a cuerpo de rey a costa del Erario.
A doña Mercè le llueve del cielo un espléndido chollo: 132.000 euros, casi el doble de lo que cobra el jefe del Gobierno nacional. Todo un dineral por calentar la silla, pues el peso de la gestión recae sobre el director de la entidad José Alberto Carbonell.
La señora Conesa, a sus 49 años, no sabe lo que es ganarse las alubias en el sector privado. Durante todo su quehacer profesional ha estado uncida a las ubres presupuestarias.
Hasta ahora, Mercè Conesa lideraba el consejo nacional del PDeCat, ocupaba la alcaldía de Sant Cugat del Vallès y presidía la Diputación de Barcelona.
El pasado jueves cesó de alcaldesa y en breve plazo renunciará a la Diputación, para acto seguido tomar al asalto el suculento botín del puerto.
Sant Cugat es uno de los epicentros de las mangancias del 3%. Antes de empuñar la vara, Conesa desempeñó ocho años la siempre codiciada concejalía de Urbanismo.
Es hija de Alfons Conesa, exdirector de la Agencia Catalana de Consumo con el gobierno de Artur Mas y miembro destacado de la UDC de Duran Lleida.
Hace unas semanas, previo acuerdo con la Fiscalía, fue condenado a 6 meses de suspensión de empleos oficiales. Su delito: adjudicar de forma “mendaz” una contrata al bufete barcelonés de abogados AGM. En él –casualidades de la vida– trabajaba uno de sus hijos.
Es de recordar que en virtud del artículo 155 se removió a 260 acólitos del Govern, y se les parachutó directamente al paro. Cada una de estas sanguijuelas venía percibiendo soldadas equivalentes a las de un ministro. Pese a la drástica criba, la administración catalana ha seguido funcionando como un reloj suizo y no se ha resentido lo más mínimo.
Se demuestra, así, que los altos cometidos de esa colección de chupópteros revestían la condición de perfectamente prescindibles. Los defenestrados aguardan ahora la revancha con hambre de lobo. Esta misma semana, Quim Torra repescó nada menos que a 36 de ellos: Ya están otra vez tan campantes chupando del bote. En las próximas semanas, vendrá el resto.
Tengo para mí que las purgas estalinistas semejan un juego de niños al lado de la movida que se avecina en Madrid. En Barcelona, lo más urgente es recuperar las butacas que el 155 arrebató. En el fondo, qué más les da a unos y a otros beneficiarios. El festival, como siempre, lo sufraga el contribuyente.