El Partido Comunista Francés está embalado. En un comunicado digno de un télex de Moscú, felicita al presidente Maduro por su Asamblea Nacional Constituyente, salpicada de vicios y de muertos. Le felicita, aunque la convocatoria no ha respetado nada. La Constitución exigía la organización previa de un referéndum, pero esa condición fue pisoteada. Decenas de manifestantes han muerto por denunciarlo. Durante la campaña, numerosas figuras de la oposición han sido tiroteadas. Pero en realidad, ha sido un éxito. El Partido Comunista lo cree y lo dice sin reparos, y sin ningún recuerdo para los muertos.
Ah sí, perdón, hay algunas líneas que denuncian “un clima de violencia agravado por la oposición”. Y se precisa que ésta ha sido “apoyada por la Administración norteamericana”. Está confirmado: el vintage estalinista está de vuelta. Se lleva la palma la CGT de Bouches-du-Rhône, que acusa directamente a la “gran patronal” de querer “desestabilizar” el “proceso revolucionario” utilizando “milicias fascistas financiadas por el gran capital y por servicios de gobiernos extranjeros”. Ni el Pravda ni el Gorafi [diario paródico francés, similar a El Mundo Today] se habrían atrevido a tanto.
En Twitter, los pequeños comisarios políticos del chavismo están desencadenados. ¿Los manifestantes? “Traidores pagados por la CIA”. ¿Los opositores políticos asesinados? “Un complot” de la oposición, reducida a unos cuantos extremistas deseosos de organizar atentados para provocar “la guerra civil”. Más que la dictadura que se está poniendo en pie, temen un golpe de Estado militar que intente derrocar a Maduro. Son sobreentenidos que se pueden encontrar en cuentas (no paródicas) de personas cercanas a Jean-Luc Mélénchon. El líder máximo de La France Insoumise tiene demasiada cultura para desempeñar de manera tan tosca el papel de “tonto útil” de Maduro. Él prefería a su predecesor. Aunque ahora se resguarde, numerosas declaraciones --en particular, su elogio fúnebre de Chávez como un hombre que defendió las libertades-- evidencian “pudores de gacela” cuando se trata de mirar de frente la deriva del modelo venezolano. Toda crítica es descalificada como “propaganda”. ¿La violencia contra los manifestantes en Caracas? Son disturbios comparables a las manifestaciones contra la ley sobre el empleo (loi travail)... No sabíamos que La France Insoumise fuera tan comprensiva con el duro oficio de policía.
La izquierda radical europea haría bien en volver también de sus ensoñaciones, y rápidamente, antes de volver a cometer todos los errores del pasado
Sin embargo, es en Venezuela, y no en Francia, donde la acción policial ha ido mucho más allá del mero mantenimiento del orden público. Hasta el punto de detener a los principales sindicalistas responsables de las huelgas organizadas contra la violación de la Constitución. Ante el silencio de parte de un buen número de insumisos.
Aquellos que denuncian día y noche la “mediocracia” apenas carraspearon cuando el partido gubernamental chavista cerró la principal televisión opositora. Y aplaudieron cuando el mismo partido, que lleva veinte años en el poder, aprovechó la renta petrolera para comprar clientelas electorales en lugar de diversificar la economía y de luchar en profundidad contra la pobreza. Incluso los más laicos creyeron al Mesías y a su milagro económico. Un verdadero espejismo, digno de la fábula de Marine Le Pen sobre la salida del euro. Se ha hecho creer al pueblo venezolano que bastaba con aislarse del resto del mundo (a elegir, los Estados Unidos o la Unión Europea) para enriquecerse, cuando en realidad el crecimiento estaba artificialmente dopado por la evolución del precio del petróleo. Ahora que éste ha caído brutalmente, el mito se ha derrumbado: la población ha visto sus libertades fundirse al mismo ritmo que sus ahorros.
De ahí el malestar, que va mucho más allá de los liberales o de la extrema derecha. Éste afecta a la extrema izquierda y a antiguos chavistas desengañados. La izquierda radical europea haría bien en volver también de sus ensoñaciones, y rápidamente, antes de volver a cometer todos los errores del pasado.
Esta fascinación romántica por las dictaduras, populares o sudamericanas, no lleva a ningún sitio. Ningún pueblo prefiere la dictadura a la exploración. Mientras exijan a sus pueblos que elijan entre libertad y justicia social, estos antimperialistas estarán condenados al fracaso.
Ahora que, en Francia, el capitalismo depredador devora a sus hijos, y el presidente Macron apuesta decididamente por una política liberal, la izquierda radical debería estar en posición de arramblar electoralmente con todo. Pero cuando presenta y hace elegir como diputados a candidatos anti-Charlie, cuando tolera la represión en Venezuela, no consigue más que que echemos en falta, y cruelmente, la presencia de una oposición de izquierdas y creíble.
[Artículo traducido por Juan Antonio Cordero Fuertes, publicado en Marianne.net y reproducido en Crónica Global con autorización]