El PP modificó la Ley de Enjuiciamiento Criminal para que las grandes tramas corruptas pudieran ser archivadas cuando las instrucciones se hicieran eternas. María Dolores de Cospedal, letrada del Estado, puso su ciencia al servicio de la impunidad. Y su primer logro fue el archivo de una causa que afecta al presidente de la Comunidad de Murcia, Pedro Antonio Sánchez. Después, para mayor abundamiento, la Fiscalía traspapeló las pruebas periciales de la UCO que relacionan al PP de Murcia con Génova y que fueron entregados a Eloy Velasco, instructor de la Púnica.
La nueva ley se las trae. ¡Atención! ha estado a punto de enterrar en el olvido a la mismísima Gürtel. Pero de repente, el entramado procesal convertido en laberinto renace con la declaración de los empresarios que efectuaron donaciones ilegales al PP de Valencia. Despechado y mártir, Correa tira del hilo desmontando el ovillo de Cospedal.
En un país que libra sus combates políticos en los tribunales, una hembra de empeine alto y devoción mariana encaja a la perfección. El Summum ius summa iniuria ("sumo derecho, suma injusticia", dice el aforismo de Cicerón) es el medio natural en el que la ministra de Defensa colecciona cargos rozando la prevaricación nunca probada. En su propio partido es más temida que amada, pero ella, muy digna, taconea vestíbulos sin despeinarse. Jarocha y cínica a la vez, descarta moscardones con insolencia toledana. A esta señora, que empezó muy joven en el Partido Liberal de Miquel Roca y Herrero de Miñón, le da lo mismo blanco que colorao. Trabaja y calla, como le gusta a Rajoy y, de premio, desempeña la titularidad del gabinete de la Guerra a cambio de compartir desde hoy la Secretaría General del PP con el nuevo coordinador, Fernando Martínez-Maíllo. Esta vez, el Congreso conservador, que tantas veces festoneó, se le ha venido encima capitaneado por el pelotón búlgaro de Maroto, Casado y Levy.
No lo puede negar; es una chica de buena cuna y Cabañal (las casas solariegas que rodean Toledo). Vive inmersa en la grey católica castellana; dispone de mantilla para deleite de cardenales --Rouco Varela y Cañizares-- el día de la Inmaculada y es capaz de compaginar los carros de combate con la infiltraciones finas en el mundo de la Fiscalía. Lo hace todo con enorme naturalidad y gran fondo de armario. En casa derrama mundanidad; en el trabajo desborda brío. Cuando era presidenta de Castilla-La Mancha, lució en la Cumbre del Vino de 2013 en la que participaron como asesores Eduardo Zaplana, Arturo Fernández, Josep Piqué y Pedro Barato, pero dejó en la junta de la comunidad una deuda impagada para disgusto del actual presidente, Emiliano García-Page, el socialista amigo. Mucho antes, durante su primer turno en el cargo, sufrió los rigores procesales caídos sobre la empresa de basuras Sufi (filial de Sacyr) inmersa en un delito de prevaricación vinculado al poder que ha durado diez años. Fue justo el mes pasado cuando el fiscal provincial de Toledo, Luis Ibáñez --gomina y sonrisas ante la dama-- pidió el sobreseimiento provisional de la causa. El asunto está en el número tres de Instrucción desde que el juez Pablo Ruz decidiese en un auto de marzo de 2015 enviar allí esta parte del caso Bárcenas, tras concluir que la investigación abierta por la concesión del contrato de basuras puede ser constitutiva de delito.
Bárcenas declaró en su día que la adjudicación del contrato de basura respondió a una donación de 200.000 euros de esa empresa para la campaña electoral autonómica de 2007 de la expresidenta de Castilla-La Mancha, María Dolores de Cospedal. ¡Atómico! Pero sin consecuencias. La experiencia dice que ella toca muchos palos y sale limpia de todos; serán los tentáculos, digo, de la famosa brigada que gobierna España desde el claroscuro de las salas de Justicia.
La experiencia dice que Cospedal toca muchos palos y sale limpia de todos; serán los tentáculos, digo, de la famosa brigada que gobierna España desde el claroscuro de las salas de Justicia
En su primer quite ante los familiares del Yak-42, Cospedal inclinó la cerviz. Una fórmula inédita para la derecha española tan abundosa en el desaire. Le marcó a Rajoy el camino de la compasión, aunque a ella, altanera y enfundada en trajes chaqueta con falda a media asta, tampoco le importan demasiado los de abajo; los considera débiles. Es la segunda mujer del presidente, un vizconde mantenido que descansa su obra de Gobierno sobre los hombros de la otra, Soraya, vicepresidenta, pizpireta y lince.
En las salas de bandera, a Cospedal la llaman Lola para compensar el falso desdén aristocrático que muestra delante de los generales. Dicen que el día de su estreno en la cima militar, el ave que corona el logo del PP dejó de ser un albatros para convertirse en charrán. De inmediato nombró secretario de Estado al ex alcalde de Toledo, Agustín Conde, aquel experto manchego en la distracción fiscal (defraudador, vamos) y homófobo hasta las cachas, convencido en su etapa de senador de "las enormes posibilidades de padecer abusos sexuales que tienen los niños que conviven con parejas homosexuales".
Es domingo congresual y, tal día como hoy, España se parte por la mitad. Unos fijan su mirada en el bochinche de Podemos en Vistalegre y los otros se aburren frente a la gestación subrogada, el aborto y la custodia compartida que figuran en la única ponencia discutida del Congreso del PP. Qué bien vive la derecha pasándose por el arco de triunfo el modelo de sociedad, las pensiones y la sanidad. Si les pides su versión, Rajoy echa mano al tópico --"sigo siendo un conservador de derechas y de provincias", menuda jeta-- mientras Cospedal baja con disimulo la ventana de sus párpados.
Ya no frecuenta dehesas, ni se deja ver en los tendidos de los cosos taurinos. Sigue actuando, eso sí, como la dueña del cortijo, convertido por ley en coto de caza para disfrute de su marido, López del Hierro
Ya no frecuenta dehesas, ni se deja ver en los tendidos de los cosos taurinos. Sigue actuando, eso sí, como la dueña del cortijo, convertido por ley en coto de caza para disfrute de su marido, López del Hierro, el consejero de Metrovacesa, Amper, Itinere, Iberdrola y muchas más; entre ellas, Red Eléctrica de la que saltó por decisión de Sáenz de Santamaría. Dicen en Moncloa que Del Hierro salía demasiado en los papeles hasta el día que se cruzó con la vicepresidenta en una de aquellas tardes en las que Soraya se transforma en la niña del exorcista.
Cospedal lleva en la Secretaría General del PP desde el XVI Congreso, celebrado en Valencia en junio de 2008, al que Rajoy llegó en su peor momento. Desde entonces ocupa un lugar en el círculo de personas de máxima confianza del jefe. A ella le encomendó la respuesta a los escándalos de corrupción que han hecho temblar los cimientos del partido desde que estalló Gürtel. También le encargó la gestión de las crisis internas surgidas en algunas direcciones regionales y el asunto Bárcenas, el más peliagudo. Cuando asumió la cartera de Defensa, ella dejó claro que no quería dejar ninguno de sus cargos. Pero los búlgaros lo tienen claro: una persona un cargo.
El día en que Trump y Rajoy se entendieron por teléfono en ingles de Mondoñedo, ella sufría por el 2% de presupuesto que nos quiere endilgar el Ogro para seguir en la OTAN. Los del Estado Mayor están con la mosca detrás de la oreja porque les va el sobresueldo de la defensa atlántica. Hoy, la tropa hila muy fino. Los uniformados tiran de caza bombardero y manejan sofisticados bichos de combate con tecnología del Silicon Valley. Cuando se mueve entre los héroes, Cospedal viste de campaña, pasa revista, preside paradas y encomienda los Airbus de combate a la Virgen de Loreto.