Unos días después del debate de investidura de Mariano Rajoy, Catalunya Ràdio dedicaba un espacio matutino de prime time a la palabra “carcundia”. Los oyentes llamaban y decían si la conocían, qué significaba y demás. También participaron algunos expertos que glosaron la expresión con que Joan Tardà había ridiculizado esa España que ERC tiene tanto interés en identificar con el mundo del PP.
Se trataba de reír las gracias del portavoz republicano en su empeño de presentar al país del que quiere separar a Cataluña como una caricatura de los carcas más reaccionarios.
El fin de semana anterior, RAC1, la otra emisora nacionalista catalana --privada en este caso-- había consagrado un espacio también matutino de máxima audiencia al recuerdo de los hechos de Palomares, donde la aviación de EEUU perdió unas bombas atómicas en enero de 1966. Todo el programa eran risas sobre el bañador de Manuel Fraga en aquella escena patética en la que el ministro de Información y el embajador norteamericano intentaban tranquilizar a los ciudadanos. Comentarios jocosos sobre un país ajeno y alejado, más colonia que colonialista, sumido en la miseria.
Dos capítulos más de la contribución de los medios afectos al establishment catalán al largo proceso de reescritura de la historia en que está empeñado: España y Cataluña no tienen nada que ver. Allí, la caspa y la miseria; aquí, la vocación europeísta reprimida.
Pero los hechos son tozudos. En estas fechas en que Berga se ha puesto de actualidad por haber mostrado dónde están los límites de la desobediencia al Estado a que anima el procés es muy oportuno visionar las imágenes del NO-DO rodado en la ciudad barcelonesa también en 1966 con motivo de la visita de Francisco Franco.
Una multitud entusiasta --“muchedumbre”, dice el locutor-- recibió al dictador que, vestido de almirante, había citado en la capital del Berguedà a los “309” alcaldes de la provincia.
Junto al generalísimo se pueden ver a los primeros ministros del Opus Dei con que contó el régimen. Entre ellos, el catalán Laureano López Rodó, impulsor entonces del Plan de Desarrollo. Era el máximo responsable de la aplicación de las medidas de industrialización que sacaron al país de la autarquía de la posguerra y que fueron inspiradas por el economista español más influyente del siglo XX, el también catalán Joan Sardà Dexeus.
La industrial y pujante Barcelona vivió en la dictadura y con la dictadura, como la rural y decadente Almería. Los dos territorios contribuyeron en la misma medida a la carcundia, porque eran y sufrieron carcundia. Los sucesos de Palomares y la "Apoteosis en Berga", como titularon el reportaje los del noticiario franquista, son dos caras de la misma moneda, del mismo país. Reescribir esos capítulos de la historia común resulta imposible; a no ser que se mienta, claro.