El cuadro de Prim
Hace unos días participé en una jornada de puertas abiertas en el Palacio de Capitanía del paseo Colón. El teniente coronel que nos enseñó las dependencias de la parte noble del edificio destacó el valor de la colección de relojes de los siglos XVII y XVIII, así como una concentración de cuadros del pintor José Cusacs, todos ellos de temática militar.
Hizo un especial énfasis en lo que para ellos era la obra de arte de mayor importancia de toda la colección: un cuadro del pintor catalán Francisco Sans Cabot que había donado recientemente en depósito en perpetuidad el Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC). Debo de reconocer que normalmente los museos cuando ceden obras para su exposición en otros recintos, lo hacen siempre de forma temporal o itinerante, pero nunca suelen donar o regalar una obra a otro museo. En aquel momento se produjo en mí una conjunción de extrañeza y de curiosidad por saber el motivo que indujo a los directivos del MNAC a desprenderse de una obra tan importante.
Evidentemente, los directivos del MNAC no podían exponer al público nacional y extranjero un cuadro en el que se viese una bandera española flanqueada por barretinas, y por ello decidieron "dárselo a los militares"
Al subir las escaleras, entrando en una acrisolada dependencia, mis dudas tuvieron su respuesta cuando ante mis sorprendidos ojos contemplé el cuadro presidiendo la sala: un lienzo de grandes dimensiones (3,5m x 3m) que representaba una escena de la batalla de Tetuán. En ella se veía al general Juan Prim a lomos de su caballo, penetrando en las filas rifeñas, al mando de sus voluntarios catalanes --fácilmente distinguibles por las rojas barretinas que portaban-- y detrás de ellos una gran bandera española que se ubicaba en el centro de la escena.
Aquí se disiparon mis dudas sobre el motivo que tuvo el MNAC para desprenderse de tan magna obra. Evidentemente, sus directivos no podían exponer al público nacional y extranjero un cuadro en el que se viese una bandera española flanqueada por barretinas, y por ello decidieron "dárselo a los militares", sin llegar a prever que éstos también lo expondrían al público, aunque con una difusión mucho menor comparada con la afluencia de visitantes que recibe el MNAC del Palacio Nacional en Monjuïc.
Desde hace muchos años se está produciendo en Cataluña una especie de 'revolución cultural' en la que de una forma directa se está eliminando, en la medida de lo posible, todo rastro de cultura española, complementando el proceso de desconexión política con una desconexión cultural que intenta laminar cualquier vestigio de todo lo español.
En este contexto podríamos situar el Museu d'Historia de Catalunya del Palau de Mar de la Barceloneta, en el que se omite cualquier referencia a la historia de España, o el nuevo Museo Marítimo de las Atarazanas que, aprovechando una reciente remodelación, ha eliminado las maquetas de buques históricos de la Armada española, haciendo únicamente mención a las gestas navales de la Corona de Aragón.
Desde hace muchos años se está produciendo en Cataluña una especie de 'revolución cultural' en la que de una forma directa se está eliminando, en la medida de lo posible, todo rastro de cultura española
También todos recordamos el cierre del Museo del Ejército del castillo de Montjüic, que contaba con una de las colecciones de armas más importantes del mundo, y a esta lista de genocidio cultural podríamos añadir el también reciente cierre del Museo de Cerámica del palacio de Pedralbes, que se va a trasladar parcialmente a las dependencias del Museu de les Arts Decoratives, que está ubicado en un nuevo edificio de la plaza de las Glorias. El Museo de Cerámica de Barcelona del palacio de Pedralbes contaba con una extensísima muestra de cerámica española comprendida entre los siglos XII y XXI, pero tenía un pecado original: que el 90% de esa cerámica procedía del resto de España, y por ello, estoy convencido --y el tiempo me dará lamentablemente la razón-- de que sólo ese 10% restante de cerámica catalana se podrá ver en el edificio con forma de grapadora de la plaza de las Glorias.
A este suma y sigue del exterminio cultural podríamos añadir la también reciente remodelación del Museo Municipal de Etnografía de Montjuic, sito en el paseo de Santa Madrona, que contaba con una extensa colección de objetos antropológicos de todos los continentes, y que en 1962 el entonces director Aungust Panyella enriqueció con una recopilación de objetos populares procedentes de La Rioja, León, Salamanca, Teruel, Cuenca y Valencia. Lo que no pudo prever el señor Panyella es que con ese enriquecimiento del museo que tenía a su cargo a su vez lo estaba condenado 50 años después a su extinción, porque tras una larga remodelación que ha durado varios años, nuestro querido Ayuntamiento de Barcelona, lo ha reconvertido el el nou Museu Municipal de Etnografía Catalana, que como es lógico sólo expone objetos de las comarcas catalanas. Esperamos que la colección de Panyella no haya acabado en un contenedor de la basura.
Si lamentablemente todo esto ocurre en nuestra querida Comunidad Autónoma catalana, llegamos a la conclusión de que en una futura e hipotética República catalana no habría que descartar el derribo del Pueblo Español de Montjüic, de la plaza de toros Monumental, del monumento a Colón --salvo que se demuestre que era catalán-- o la reconversión del Palacio de Capitanía en un museo de la represión española.
Si Prim levantase la cabeza...