Iberdrola, chollos y tarifas eléctricas
La factura eléctrica española ha subido el doble que en el conjunto de la Unión Europea a lo largo de la presente fase de crisis. En consecuencia, los recibos de la luz que se cargan a los abonados son hoy un 70% más caros que en 2008. Así lo atestigua un informe de The Oxford Institute for Energy Studies. O sea que por nuestros andurriales el precio del kilowatio/hora crece como la espuma, mientras el país registra cotas históricas de paro y una devaluación salarial generalizada.
La dura realidad es que unas pocas sociedades se reparten el mercado energético en amigable componenda y en régimen de implacable oligopolio
No hay que ser un lince para adivinar que tal situación obedece a la absoluta falta de competencia existente en este sector energético. La dura realidad es que unas pocas sociedades se reparten el mercado en amigable componenda y en régimen de implacable oligopolio.
También es obvio que semejante desbarajuste no se explica sin la lenidad y connivencia de los gobiernos de todo pelaje que se han sucedido en el poder en los últimos tiempos. No sólo han permitido los desafueros de las distribuidoras. Adicionalmente, han recargado el escandallo con incontables gabelas, entre ellas las destinadas a sufragar la moratoria nuclear felipista y a subvencionar el ruinoso carbón nacional o los polémicos despliegues eólicos y solares.
Con tantos aditamentos, la factura de la luz resulta incomprensible para el común de los mortales. Constituye un "misterio tan insondable como el triángulo de las Bermudas”, reconoce palmariamente José Bogas, segundo de a bordo de Borja Prado, capitoste de Endesa. A confesión de parte, sobran pruebas.
Avaricia exorbitante
Es sabido que nuestras amadísimas productoras amasan beneficios a destajo. Y que a la vez, sus supremos responsables se llaman a la parte con emolumentos astronómicos. Hace pocos días, Iberdrola anunció que sus beneficios escalaron durante los nueve primeros meses del año un 8%, hasta rozar los 2.000 millones de euros.
Pues bien. El gran timonel de la compañía vasca, el ingeniero salmantino Ignacio Sánchez Galán, luce el palmito como uno de los ejecutivos mejor retribuidos del firmamento celtibérico.
En 2014 se llevó a la faltriquera la fruslería de 9,1 millones de euros, con un “módico” incremento del 23% sobre el año anterior. De ese dineral, el salario y otras mamandurrias anexas representaron 6 millones. Cualquier hijo de vecino daría brincos de alegría con una paga de ese calibre, equivalente a 500.000 euros mensuales.
Pero la avidez del caballero es insaciable y todavía quiere más. Tiempo atrás se sacó de la manga un momio adicional pomposamente titulado “bono estratégico”. Es de periodicidad trienal y se calcula sobre la base de una serie de datos comparativos con otras grandes entidades internacionales, incluido el de la cotización en bolsa.
No parece sino que una codicia sin límites se haya instalado en las cimas empresariales
Y hete aquí que el último bono, correspondiente al periodo 2011-2013, supuso para Sánchez Galán un premio de nada menos que 3 millones de euros. En ese intervalo el cambio de Iberdrola no solo no subió un solo entero, sino que se desplomó un 19,6%. Pues pelillos a la mar. Acontece que otros miembros de la tabla aún cayeron más. Y por tanto, el caballero se adjudica una dádiva estratosférica, un premio a la ruina bursátil, mientras el varapalo deja esquilmada a la masa de accionistas.
Henos aquí ante una curiosa expresión de la ley del embudo, por más que las desmesuradas sinecuras del mandamás de la casa se pretendan justificar mediante unos sesudos estudios analíticos. Como reza el refrán, a río revuelto, ganancia de pescadores.
Ignacio Sánchez, apenas cobrado tan escandaloso aguinaldo, ya ha puesto en marcha el siguiente, así mismo en forma de “bono estratégico”. Si en el intervalo de 2014 a 2016 se alcanzan ciertos objetivos preestablecidos, podría recibir hasta 2,2 millones de acciones, valoradas en más de ¡14 millones de euros!
Este bochornoso, obsceno enriquecimiento del líder de Iberdrola a costa de las arcas corporativas corre parejo al de otros prebostes de grandes firmas mercantiles y bancarias. No parece sino que una codicia sin límites se haya instalado en las cimas empresariales. A la luz de tanta tropelía, se comprende la creciente indignación de los ciudadanos por los brutales incrementos de la luz.