Dejar de hacer el andorrano
Para Josep Pla los andorranos eran la quinta esencia del payés catalán: negociadores, cautos, prudentes, abiertos a la razón y siempre atentos a distinguir lo que es importante de lo que no lo es. El lema de su escudo está en latín: 'Virtus unita fortior', esto es: la fortaleza es más fuerte si está unida.
Las técnicas de 'hacer el andorrano', o de 'hacer el mero', tienen su momento idóneo de acción, pero no son un ideal al que aspirar con alegría y esperanza
Pla glosaba como muy importante el libro Les valls d’Andorra, de Bonaventura Riberaigua, el cual recoge fragmentos de un manual de mediados del siglo XVIII, doscientos años antes, escrito en catalán por el doctor en Derecho Antoni Fiter y que presidía las reuniones del Consell General de les Valls. Contenía cincuenta y cinco reflexiones. La preferida del escritor ampurdanés era la número 28: "Tolerar alguna cosa i fer el desentès a fi d’evitar algun dany o lograr algun profit". Y Pla apostillaba "això és andorranisme pur i civilitzat".
El propio Fiter diría de esta regla que "és molt assentada lo tolerar alguna cosa i fer del ciego, mut i sord, per no patir algún grave dany i i també per lograr algun profit. Fer, en fin, l’andorrà (com se sol dir en tot Catalunya per expresar la tenacitat i prudència) per lograr la honesta conveniència, perque de lo contrari, si no que les cosses fossin contra l’honestedad i bé públic, se seguirien a vegades deplorables conseqüències". Se recalcaba, pues, que la tenacidad en lograr algún provecho obliga no ya a morderse la lengua, sino a 'representar' y hacer el mudo, el sordo y el ciego, una manera de sobrevivir del mejor modo. A mí se me ocurre agregar aquí el arte de 'hacer el mero', idea del gran pediatra contemporáneo Javier Serrano para enfrentarse a quienes rechazan la racionalidad y ejercen la opresión.
El doctor Serrano –un prodigioso ojo clínico: un conjunto orquestado de atención, inteligencia, conocimiento, sensibilidad y experiencia- buscaba una fuga consciente ante los caminos seriamente desfavorables de las circunstancias, cuando se percibe que de nada sirve rebelarse o dar un portazo y solo aguarda consumirse de dolor e impotencia…: 'hacer el mero'. A la espera de la menor ocasión, ‘el mero’ –un fiero y delicado pez que habita en el Mediterráneo- pone la persiana de su faz a medias: con la mitad superior divisa el horizonte, para prever cuándo actuar –no se resigna a su desventura-, con la mitad inferior –relajada y pasiva- exhibe un aspecto fláccido y ridículo, incapaz de huir de la cueva en que se halla encerrado. Aparenta rendición y engaña, pues lo cierto es que espera a que suene su hora. Entre tanto, intenta reírse y disfrutar. No tiene tiempo que perder para obtener algún alivio, y se apresta a saborear cualquier detalle positivo con el que gozar unos minutos.
Las técnicas de 'hacer el andorrano', o de 'hacer el mero', tienen su momento idóneo de acción, pero no son un ideal al que aspirar con alegría y esperanza. No son para practicar siempre, pero de ningún modo son para olvidar. Sin embargo, podemos decir que, socialmente, su tiempo ha pasado en Cataluña. Ahora, sin miedo: ¡salgamos de los armarios!