Pensamiento
Un discurso tramposo
El presidente de la Generalidad ha lucido retórica para los suyos y ante los suyos. Al auditorio del Fórum solo se podía acceder por rigurosa invitación, no fuera cosa que se colaran parados, discapacitados, pacientes en lista de espera, desahuciados... Una vez más, Artur Mas ha sido solo el presidente de una parte de los catalanes, a los otros los ha ignorado.
Su discurso ha estado lleno de trampas dialécticas, tergiversaciones, ambigüedades calculadas, interpretaciones subjetivas de la historia y de la realidad
Su discurso, que no una conferencia, que es un formato intelectualmente exigente, ha estado lleno de trampas dialécticas, tergiversaciones, ambigüedades calculadas, interpretaciones subjetivas de la historia y de la realidad. Artur Mas ha calificado su intervención de "aportación modesta y honesta". Ni una cosa ni la otra. La inmodestia mesiánica se le ha notado a menudo y la deshonestidad intelectual casi siempre. No se tenía que preocupar de tales licencias, un público entregado le ha respondido con ovaciones en una muestra aparatosa de "culto a la personalidad".
Aparentemente ha aclarado su proyecto. Pretende que Cataluña se convierta en un Estado independiente, como si eso solo dependiera de sus fórmulas y astucia; como si el resto de Cataluña, el resto de España, el resto de Europa y el resto del mundo no tuvieran nada que decir. El por qué del proyecto, el aspecto más importante de la cuestión, ha quedado aplazado, como si le diera pereza o vergüenza confesar la inconsistencia de las razones para la secesión pretendida.
El Estado es el enemigo, y el enemigo a batir. Artur Mas se sitúa declarativamente y deslealmente fuera de la Constitución y del Estatuto de Autonomía olvidando que él, como presidente, su gobierno, el Parlamento autonómico y las otras instituciones de Cataluña son también Estado, si bien en la práctica, aun negándolo, seguirá usando y abusando del Estado.
Se siente escéptico, pero no intransigente. Si el Estado hiciera una propuesta de reforma constitucional -¡qué manía con el Estado!, la propuesta la pueden hacer el Gobierno central, el Congreso de los Diputados, el Senado y los Parlamentos autonómicos, o sea también el de Cataluña- da a entender con la ambigüedad habitual que participaría en el debate y la negociación.
Mientras, sigue con su ruta. La fórmula que propone no es seria, dividirá todavía más, probablemente será ilegal al incluir la pregunta sobre la independencia y, encima, será un precedente de democracia "a la carta". Convocaría elecciones solo para hacer la consulta, con una lista suficientemente amplia, transversal y fuerte, una lista mixta o combinada de partidos políticos – sociedad civil (la suya)- profesionales expertos reconocidos (por él). Una lista de país, excluyente, como si todas las otras listas posibles no fuesen también del país. Una lista pues al margen del sistema electoral vigente, que dejaría a los partidos en un papel secundario de comparsas.
Mas, por muy matizadamente que lo plantee, quiere prescindir de los partidos, y eso equivale a un ataque subrepticio a la democracia
Mas, por muy matizadamente que lo plantee, quiere prescindir de los partidos, y eso equivale a un ataque subrepticio a la democracia. No es de extrañar esa ocurrencia. ¿Para qué necesita los partidos? Mas dispone de todo el aparato institucional y mediático, público y privado subvencionado, cuya eficacia sectaria estamos padeciendo, y, además, su partido, CDC, más bien le estorba, tiene la sede embargada en una causa por corrupción y el presidente-fundador, su padre espiritual, está sometido a una comisión de investigación por fraude fiscal y lo que salga. Pero la oposición, la verdadera, no la mistificación que representa el jefe de la oposición, Oriol Junqueras, no tiene otros instrumentos ni vía para hacer política y campaña electoral que los partidos, sobre todo la izquierda. A ese juego de manos se le llama "arte del trilero".
En resumidas cuentas, el invento no funcionará, pero Artur Mas habrá enredado la madeja unos meses más, prolongado el desgobierno, ahondado la división y, por el camino de la ruta, se habrá cargado el liderazgo de Oriol Junqueras.