Pensamiento
La intoxicación continua
Cada mediodía, cada noche, cada hora de cada día nos hemos de tragar unos sorbos largos de la pócima soberanista en los telediarios de TV3 y en los informativos de Catalunya Ràdio, además de las cucharadas de pócima de la prensa subvencionada de papel y digital. Los medios del servicio público de información, los medios de todos, al servicio de una parte del todo. El dinero de todos de una Cataluña financieramente quebrada y desbordada de necesidades sociales subvenciona una campaña de intoxicación, que envenena el cuerpo social y separa a las personas. El seguimiento de la sesión del Congreso de los Diputados del pasado martes día 8 per esos medios públicos ha sido escandalosamente tendencioso.
Ocultan que la Generalidad y el Gobierno autonómico son también instituciones del Estado y que los hachazos indiscriminados a la seguridad, al bienestar y al futuro son también obra de los gobernantes de aquí
Mientras, el crecimiento galopante de la pobreza y la desigualdad, las listas de espera hospitalaria, el abandono de los barrios populares, la sequía de recursos en las escuelas, institutos, universidades, centros de investigación, la desatención de los incapacitados, de los necesitados de toda condición son silenciados o tratados esporádicamente, de manera descontextualizada, como un suceso más, como un imponderable de la crisis, como otra anécdota emotiva, sin responsables o como único responsable del desastre el Estado, el central; pues ocultan que la Generalidad y el Gobierno autonómico son también instituciones del Estado y que los hachazos indiscriminados a la seguridad, al bienestar y al futuro son también obra de los gobernantes de aquí.
La atmósfera política -y una parte de la civil- se ha hecho espesa y agobiante para los no creyentes. Añadidos a la intoxicación continua, la complicidad tácita, cómoda, y el silencio miedoso corrompen el espíritu de una sociedad hasta ahora abierta, inclusiva, tolerante, dinámica. No hay debate de ideas, solo la hegemonía de una idea única de bajo vuelo, poco o nada pensada, creída a ciegas, deshonestamente presentada a sus valedores, cuya música atrae multitudes, como atraía criaturas el flautista de Hamelín.
¿Dónde están los intelectuales otrora tan presentes, tan audaces en la crítica, de palabra y de escritura tan brillantes? Es evidente que no se les nota la mano en la idea única, cuyo nivel ahuyenta el pensamiento libre; callan, luego consienten y traicionan su función tradicional.
Todavía no es totalitarismo, falta para ello el Estado propio, pero ya es "totalismo", un paso previo al ahogo de las libertades y, en particular, de la libertad de información, la primera víctima de cualquier totalismo. Después de invocar a todas horas el carácter democrático y pacífico del proceso soberanista, el trabajo de zapa de la intoxicación deformadora de la opinión pública lo despoja de los elevados atributos que le suponen.