Títol de la imatge

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Pensamiento

La dicha en la honradez

5 marzo, 2014 08:50

Pau Gil i Serra (Barcelona, 30 de diciembre de 1816 – París, 30 de abril de 1896) fue un banquero y mecenas catalán, que se dedicó con gran éxito a las finanzas, a los negocios e incluso a la política, pues llegó a ser Consejero de la reina Isabel II y de Eugenia de Montijo. En 1867, y tras la muerte de uno de sus diez hermanos, se puso al frente de la Banca Gil, la cual había sido fundada por su hermano en el año 1846. Vivió en París durante 62 años, y allí murió en el año 1896.

En sus últimas voluntades, plasmadas en un testamento hológrafo, redactado en París de su puño y letra y datado en 17 de septiembre de 1892, Pau Gil dispuso liquidar la Banca y dividir todos sus bienes en dos partes: una para sus sobrinos y la otra destinada a la construcción de un hospital. Según puede leerse en su testamento, del que se conservan diversas copias, ese hospital tenía que construirse en Barcelona y, por voluntad expresa del testador, debía ser -a perpetuidad- un hospital civil y dedicado a la atención de pacientes pobres.

No puede negarse que la Administración del Hospital ha cumplido, ni que sea parcialmente, la voluntad del testador: ha conservado el nombre del Hospital, pero lo ha despojado de todos sus bienes y de su función benéfico-asistencial que fue, precisamente, la única por la que el Sr. Gil liquidó su Banca

Tras diversas vicisitudes, entre ellas la impugnación del testamento por parte de sus familiares y la negativa del Ayuntamiento de Barcelona a hacerse cargo del mantenimiento de ese hospital, los albaceas testamentarios decidieron que fuera la Administración del, entonces, Hospital de la Santa Cruz, la denominada Muy Ilustre Administración (MIA) quien gestionara el proyecto y a esos efectos, en el año 1909, la Junta Administrativa del Hospital de la Santa Cruz acepta los bienes destinados a cumplir la voluntad del testador. En 1913, recibe los bienes y ratifica ese acuerdo, refundiendo el antiguo Hospital de la Santa Cruz con el nuevo Hospital de San Pablo, haciendo constar en escritura pública que esa Junta Administrativa "se obliga a destinar el Hospital a llenar los filantrópicos y caritativos fines que se propuso su fundador, cual es el de que pueda, en todo tiempo el desgraciado, ser acogido en el asilo que le está destinado, y que conservando perpetuamente la denominación de Hospital de San Pablo, pueda albergar y atender a seiscientos cincuenta enfermos".

Desde ese momento, el máximo órgano de gobierno del Hospital de la Santa Cruz y San Pablo ha sido la MIA (Muy Ilustre Administración) constituida por dos representantes del Cabildo Catedralicio de Barcelona y por dos representantes del Ayuntamiento de Barcelona, como continuador del histórico Consejo de Ciento. En el año 1990, la Generalidad compró dos puestos en ese órgano de gobierno, suscribiendo un acuerdo con el Ayuntamiento y el Arzobispado de Barcelona por el que se comprometía a financiar la construcción de un nuevo edificio para el hospital a cambio de tener dos representantes en la MIA, cosa que no cumplió en el plazo previsto, sino mucho más tarde y sustrayendo la propiedad de ese nuevo edificio del patrimonio del verdadero y único Hospital de San Pablo.

En el año 1991, y sin publicidad alguna, se separa la actividad hospitalaria del patrimonio que había adquirido el hospital a través de las donaciones de los ciudadanos con la finalidad de contribuir al cumplimiento de la función asistencial que le es propia a cualquier hospital. A partir de ese momento, la entidad asistencial -la única con funciones hospitalarias- se ve privada de todo ese patrimonio y también de la titularidad del nuevo edificio mientras que, la otra entidad, que conserva el nombre del Hospital a pesar de no tener ninguna actividad asistencial, se apropia de todos los bienes cedidos por los ciudadanos al Hospital, precisamente por serlo, y también de todo el patrimonio histórico legado por el mecenas Pau Gil.

No puede negarse que la Administración del Hospital ha cumplido, ni que sea parcialmente, la voluntad del testador: ha conservado el nombre del Hospital, pero lo ha despojado de todos sus bienes y de su función benéfico-asistencial que fue, precisamente, la única por la que el Sr. Gil liquidó su Banca y para la que legó la mitad de toda su fortuna. Esa entidad, la que sigue manteniendo el nombre del Hospital a pesar de no tener ninguna función asistencial, se ha convertido en una saneada empresa inmobiliaria y financiera, que gestiona y administra los bienes donados al “Hospital”, obteniendo abundantes beneficios cuyo destino queda fuera del alcance, del control y del conocimiento de los ciudadanos, de los que han donado y legado sus bienes y de los que debieran ser sus beneficiarios.

Con motivo de la reciente inauguración de la restauración del nuevo edifico modernista donde, hasta hace pocos años, se realizaba la actividad sanitaria y asistencial del Hospital de San Pablo, algunos de los responsables de esa entidad “patrimonial”, declararon a los medios de comunicación que la MIA había hecho un gran esfuerzo costeando esa restauración, cuyo destino era engrandecer la ciudad de Barcelona con ese patrimonio histórico. Sólo hablaron de “un gran esfuerzo”; no dieron ninguna cifra; pues ahí van: de los más de 70 millones de Euros a que asciende el coste total de la restauración, la MIA ha sufragado exclusivamente un 18%; el 62% se ha costeado con fondos ajenos a esa entidad, y un 20% corresponde a créditos que se liquidarán con los beneficios que ya se están generando. La financiación externa (superior a los 44 millones de Euros) proviene, en más del 50%, de fondos estatales (la mayor parte del Ministerio de Fomento y del de Cultura), seguidos, en casi un 40%, por fondos europeos (FEDER); las aportaciones de los organismos con representación en la MIA, son las más bajas: las de los organismos dependientes de la Generalidad no llegan al 10%, y las del Ayuntamiento todavía son inferiores.

Cuando visiten el restaurado recinto modernista, busquen el emblema de la Banca Gil en las columnas de la entrada principal y, sobre todo, recuerden como los poderes públicos representados por la sociovergencia catalana, y bendecidos por la Iglesia, han conseguido defraudar la voluntad testamentaria de Pau Gil

Los antiguos pabellones restaurados, los que los miembros de la MIA, y los políticos de la Generalidad y del Ayuntamiento, dicen que han puesto a disposición de la ciudad, podrán ser visitados -previo pago- por turistas y nativos aunque, según aseguran, los vecinos de la zona podrán disfrutar de "tarifas reducidas". Pero lo único que podrán observar en ese recorrido será el exterior y el vestíbulo de la mayor parte de esos pabellones, puesto que un buen número de ellos han sido ya arrendados, y no precisamente a módicos precios, a diversas entidades que nada tienen que ver con la Sanidad ni con el Hospital. De momento, todavía pueden visitarse las zonas que han sido habilitadas como aulas y salas de reunión, aunque está previsto, y se desea, poder alquilarlas en breve e incrementar así los beneficios privados de la restauración pagada con fondos públicos. Claro que la Generalidad lo cuenta de una forma mucho más "atractiva" en su página web: "El recinto se ha convertido en un nuevo centro de conocimiento e investigación donde, de momento, se han incorporado siete organismos pioneros en los ámbitos de la salud, la sostenibilidad, y la educación. Es también un espacio de divulgación cultural, a través de un programa de visitas, y un nuevo centro de encuentro para la celebración de jornadas, reuniones y actividades". Parece que no es del gusto de nuestros dirigentes hablar de los beneficios privados conseguidos con inversión pública aunque, esta vez, no parece que puedan atribuir a Madrid ningún tipo de expolio.

Cuando visiten el restaurado recinto modernista, busquen el emblema de la Banca Gil en las columnas de la entrada principal y, sobre todo, recuerden como los poderes públicos representados por la sociovergencia catalana, y bendecidos por la Iglesia, han conseguido defraudar la voluntad testamentaria de Pau Gil, revirtiendo en opacos y lucrativos negocios los bienes adquiridos con la fortuna que él legó a perpetuidad para usos benéficos y asistenciales. Por favor, recuérdenlo. Un pueblo sin memoria es un pueblo sin historia y, lo que todavía es peor... sin futuro.

En la entrada principal del antiguo Hospital de San Pablo, había un busto de Pau Gil, que fue realizado en 1930 por los escultores Eusebio Arnau y Federico Marés. Ignoro si lo han dejado allí o si esa pandilla que nos gobierna lo ha vendido por treinta monedas que, encima, ni siquiera serán de plata.