Pensamiento
Muévete
En los últimos años hemos hecho múltiples diagnósticos de la situación política, económica y social que vive España y, uno tras otro, se han detectado innumerables problemas institucionales que han provocado una profunda desconfianza en el sistema, en los políticos y en su gestión, en la justicia y en quienes la imparten, provocando en el conjunto de la sociedad española una gran decepción y muy poca esperanza en el futuro.
Ha llegado el momento de dejar atrás la queja y el victimismo, de alejar de las instituciones a quienes se niegan a abandonar las viejas fórmulas políticas, para perpetuar un sistema caduco que les permite alternarse en el poder durante años, devaluando nuestra democracia, corrompiendo las instituciones, desprestigiando a la justicia y poniendo en riesgo la cohesión social y territorial sin asumir responsabilidad alguna.
Los legisladores de 1978 nos proporcionaron el marco jurídico que nos ha permitido disfrutar de uno de los periodos políticos más estables, de mayor progreso económico y social, además de alumbrar la generación más informada, preparada y culta de la historia en España. Es esa generación la que debe asumir el reto de actualizar nuestro marco de convivencia y modernizarlo de tal forma que, con las reformas necesarias, nos debe permitir tomar las riendas de nuestro destino y ser capaces de cambiarlo.
Nuestra democracia necesita fórmulas de participación política que la acerquen a los ciudadanos y es necesaria una nueva ley electoral
Ahora es necesario pasar del diagnóstico al tratamiento, abandonar el pesimismo y ponernos en movimiento.
Siguiendo las palabras de Kennedy: "No preguntes lo que tu país puede hacer por ti; pregunta lo que tú puedes hacer por tu país". Porque ni el futuro está escrito ni vamos a dejar que lo escriban por nosotros.
Hay que reformar España. Nuestra democracia necesita de nuevas fórmulas de participación política que la acerquen a los ciudadanos y, por ello, es necesaria una nueva ley electoral que nos garantice un sistema de representación justo y proporcional, de elección abierta, con el que quienes resulten elegidos, lo sean por talento acreditado, por méritos obtenidos y capacidades intelectuales probadas, pero además que al ejercer su cargo lo hagan con lealtad institucional.
Para ello es imprescindible la democratización interna de los partidos políticos y un nuevo sistema de financiación que garantice la transparencia y aleje las desconfianzas, aunque el mejor antídoto para ahuyentar a los corruptos es ser implacable con ellos, obligándoles a asumir las responsabilidades políticas y a cumplir íntegramente las penales sin indultos a corruptos, ni atajos judiciales. Para ello, debemos alejar a la justicia de los políticos y asegurar la efectiva división de poderes.
La independencia del poder judicial es fundamental para el buen funcionamiento del Estado de derecho, evitando la injerencia indebida de los partidos políticos en los procesos de selección de magistrados en los altos tribunales y que no se priorice la cercanía personal o política al gobierno de turno -antes que su prestigio- experiencia e idoneidad para el cargo con la intención de condicionar decisiones judiciales de especial trascendencia adecuándolas a intereses políticos. La independencia del poder judicial es imprescindible para establecer un sistema de controles y equilibrios que limiten los abusos de poder y proteja los derechos individuales de los ciudadanos.
Podemos y debemos cambiar España, pero no lo harán ni desde el inmovilismo, con cambios aparentes con los que todo sigue igual, ni con propuestas de fractura que nos arrastren al enfrentamiento entre españoles.
Dejemos de preguntarnos quién lo va a hacer por nosotros porque para alcanzar algo que nunca hemos tenido, tendremos que ponernos en movimiento y mostrar que nuestra voluntad es la única que puede provocar esos cambios. Esa es la verdadera democracia, la que permite que dejemos de ser súbditos para ser verdaderos ciudadanos libres. España será lo que los españoles queramos y si tenemos un sueño vayamos a por él.