Varios vecinos de Sant Carles de la Ràpita (Tarragona) limpiando una calle anegada tras el paso de la DANA 'Alice' Barcelona
Aprender de la DANA
"Aunque aún queda mucho por hacer, al menos en Cataluña hemos aprendido a escuchar —y a respetar— cuando el cielo empieza a hablar"
En Cataluña, y en prácticamente toda la península ibérica, llevamos meses asistiendo a episodios meteorológicos extremos: danas más violentas, tormentas repentinas, desbordamientos y corrientes súbitas que arrasan pueblos enteros sin darles tiempo a recuperarse.
Y aunque en nuestra región parece que estamos haciendo las cosas más o menos bien —con mucha precaución, atención e información—, aún quedan pasos importantes por dar.
Seguimos aprendiendo, a la fuerza, de lo que estas danas nos enseñan cada año: que el clima ha cambiado, que la naturaleza habla cada vez más alto y que no podemos seguir actuando como si nada ocurriera.
En pocos días se cumplirá un año de la trágica DANA del 29 de octubre de 2024 en la provincia de Valencia, un episodio que dejó 227 fallecidos, la mayoría en esa comunidad.
Fue un golpe durísimo, un antes y un después para muchas familias, y un recordatorio de que el cambio climático ya no es una teoría, sino una realidad que nos pasa factura.
Aun así, siguen existiendo voces que intentan negarlo o relativizarlo, como si hablar del clima fuera una cuestión ideológica y no una evidencia científica.
No hace falta ser meteorólogo para entender que los temporales son ahora más frecuentes, más imprevisibles y más violentos. Y lo cierto es que sus consecuencias las vivimos cada vez más a menudo: pueblos anegados, carreteras cortadas y vecinos que limpian barro mientras miran al cielo con miedo a que vuelva a caer otra tromba de agua.
Todo esto demuestra que aún queda camino por recorrer. Que debemos seguir implementando medidas que nos ayuden a enfrentarnos a estos episodios con más previsión, más información y más medios. Y, sobre todo, con más educación cívica y colectiva.
Y es que estos fenómenos ya no siguen reglas claras: donde se anuncia una “probabilidad moderada”, puede caer el diluvio del siglo.
Por eso debemos reeducarnos como sociedad y estar más atentos que nunca a las alertas que emiten los servicios meteorológicos: tanto el Meteocat como la AEMET, y asumir que la prudencia es la mejor herramienta que tenemos para protegernos.
En Cataluña, en el último episodio de lluvias intensas en las Terres de l’Ebre, no se han tenido que lamentar víctimas mortales. Y eso ya dice mucho. Porque si bien seguimos conviviendo con construcciones antiguas en zonas inundables —una herencia urbanística difícil de revertir—, el primer paso ya se está dando: prevenir.
La Generalitat está apostando por reforzar la alerta temprana, mejorar los protocolos locales y, sobre todo, priorizar la protección de las vidas humanas antes que nada.
Después vendrá el trabajo de renovar planes, mejorar infraestructuras y minimizar daños materiales, que también es urgente.
Pero, sobre todo, lo que no tiene sentido es utilizar las danas como moneda de cambio en la política. Y menos aún cuando lo que se busca es atacar a quien está gestionando con sensatez.
De este modo, comparar la actuación del president Illa en los últimos días --cuando volvió literalmente volando del desfile militar del 12 de octubre-- con la del presidente Mazón hace un año en Valencia es, simplemente, absurdo.
No todo vale en política, y menos cuando hablamos de tragedias humanas. Los temporales no entienden de siglas ni de campañas. Entienden de prevención, de gestión y de empatía.
Y es que si algo ha quedado claro tras la última DANA es que, aunque aún queda mucho por hacer, al menos en Cataluña hemos aprendido a escuchar —y a respetar— cuando el cielo empieza a hablar.