Silvia, dueña de un bar en Molins de Rei

Silvia, dueña de un bar en Molins de Rei Captura de pantalla

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Silvia, dueña de un bar en Barcelona, estalla por los costes laborales: "Un sueldo de 1.300 me cuesta 2.000"

Con 18 años al frente del negocio en un municipio de la provincia costera, viraliza la realidad de la hostelería: jornadas desde las 5 de la mañana y la imposibilidad de contratar al cuarto empleado que necesita

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El amanecer en el área metropolitana de Barcelona tiene una banda sonora propia. Es el ruido metálico de las persianas al levantarse, mucho antes de que salga el sol. Detrás de ese gesto rutinario hay una realidad económica que a menudo se ignora en los grandes despachos. Es la economía real, la que sostiene los barrios a pulso, luchando contra unos márgenes que ahogan.

La hostelería catalana vive una paradoja cruel. Las terrazas están llenas, los clientes entran, pero la caja registradora cuenta una historia de supervivencia. Facturar más ya no significa ganar más. Al contrario: mantener la persiana arriba se ha convertido en una carrera de obstáculos donde los costes fijos y laborales devoran cualquier beneficio.

Testimonio viral

Esta realidad tiene nombre y apellidos en Molins de Rei. Silvia, propietaria del Bar Esport, ha decidido hablar claro. No lo ha hecho en una rueda de prensa, sino a pie de calle, ante el micrófono del creador de contenido Eric Ponce. En su canal de YouTube, la hostelera ha desmontado los mitos del empresario con una frialdad matemática.

Lleva vinculada al negocio 18 años. "Yo me vine a trabajar aquí, era de mi familia y luego lo cogí yo. Fue en el 2009 y me costó como 33.000 euros, o una cosa así", recuerda. Su testimonio se ha hecho viral no por la queja, sino por la transparencia de sus cifras. Silvia expone sin rodeos por qué, a pesar de tener trabajo de sobra, no puede permitirse crecer. Su situación es el espejo de miles de autónomos asfixiados por la presión fiscal.

Plantilla ajustada

La estructura del Bar Esport es la típica de un negocio familiar que resiste. Actualmente, el equipo es corto para el volumen de faena que exige el día a día. La propietaria lo detalla con total sinceridad ante la cámara, explicando quiénes sostienen el servicio: "Estamos mi marido, una chica y yo".

Tres personas para todo. La lógica del servicio pediría una cuarta mano para desahogar los turnos y atender mejor. La necesidad es real. Sin embargo, cuando se le pregunta por qué no amplía la plantilla, la respuesta de Silvia es un jarro de agua fría sobre la realidad de la contratación en España: "Necesitaríamos otra persona, pero es que pagar a un personal es carísimo".

Cifras reales

El problema no es el salario que recibe el trabajador, sino el coste total que asume la empresa. Silvia coge la calculadora mental y suelta la frase que ha indignado a las redes por su crudeza: "Un sueldo de 1.300 euros a mí me cuesta 2.000". Esa diferencia de 700 euros en impuestos y seguros sociales es el muro que frena la creación de empleo.

La hostelera hace la suma rápida para que se entienda la magnitud del gasto mensual que supone tener empleados en nómina. "Se te va a 4.000 euros con dos", sentencia. Con esos números sobre la mesa, la posibilidad de contratar a esa cuarta persona que el bar necesita se convierte en una utopía financiera.

Facturas disparadas

Por si los costes laborales fueran poco, la inflación de los suministros ha terminado de descuadrar las cuentas. Un bar necesita energía constante: neveras, cafeteras, luces. Y el precio de mantener todo eso encendido se ha duplicado. Silvia pone un ejemplo gráfico con su recibo de la electricidad: "De pagar 500 de luz a 800, es muy justo".

Ese "es muy justo" resume la asfixia del sector. 300 euros más de luz implican vender cientos de cafés extra solo para quedarse igual. El margen de maniobra es inexistente.

Jornada maratoniana

Ante la imposibilidad de pagar ese cuarto sueldo, la solución recae sobre la espalda de la dueña. Lo que no se puede contratar, se cubre con horas propias. Silvia describe su horario con una naturalidad que asusta: "Vengo aquí a las 5 de la mañana y son las 5 de la tarde cuando me voy y luego tengo que comprar, y hasta las 8 o las 9 estamos aquí".

Doce horas diarias, de lunes a sábado. De sol a sol. Silvia sacrifica su vida personal para que el Bar Esport siga funcionando, convirtiéndose en el recurso inagotable del negocio. Mientras el debate político sigue en las nubes, en Molins de Rei la realidad es esta: trabajar doce horas para pagar facturas y rezar para que no suba la luz.