Una escena de 'Loudon Wainwright III: Surviving Twin'

Una escena de 'Loudon Wainwright III: Surviving Twin'

Músicas

El talento disfuncional de la familia Wainwright

El acervo de canciones que la saga de los Wainwright dedica a airear sus traumas y heridas mutuas es una de las más exactas radiografías de las complicadas relaciones paternofiliales en el mundo de la creación

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Los hermanos Wainwright vuelven a ser noticia. Resulta que Martha celebra el vigésimo aniversario de su carrera con la reedición de su primer disco Ground Floor –antes solo disponible en formato físico en alguno de sus conciertos— mientras que Rufus vuelve a la palestra al desatar su ira contra Donald Trump.

La estrella del pop suntuoso declara que sopesa dejar Estados Unidos debido a la vulneración de los derechos de la comunidad LGTBIQ+. Su marido y él comparten una hija junto a Lorca Cohen (sí, la hija de Leonard). Al tiempo, su vieja canción Going to a town se convierte en el himno involuntario de lo que parece que está por venir: “I’m so tired of you, America”, repite el estribillo como un lamento premonitorio.

Pero en este artículo nos gustaría hablar de otro tipo de conflictos. Los que atañen a la guerra íntima de los Wainwright contra ellos mismos. No podemos decir que el asunto sea el colmo de la originalidad. La competencia en el canon de la trifulca consanguínea es salvaje: pensemos en el drama de abusos de los Jackson, en el desdén paterno de Bob Dylan con Jacob, de John Lennon con Sean o en la tragedia vital de Tim y Jeff Buckley.

'Going to a town'

'Going to a town'

Sin embargo, de todas las dinastías de la historia de la música popular, la suya sea tal vez la más fecunda y talentosa en airear sus trapos sucios en canciones y discos. El rango de los conflictos que abordan va desde los comprensibles celos artísticos hasta tiras y aflojas de la más estricta cotidianidad. Ahora que parece que el amarillismo y el vituperio resulta un factor imbatible en las listas de éxito --basta ver como Taylor Swift o Shakira utilizan sus rupturas sentimentales como reclamos promocionales-- los Wainwright podrían reclamar su influencia por ser unos de los pioneros del género. 

La cosa viene de lejos y trasciende lo musical. No hay más que ver el documental El mellizo que sobrevivió (Netflix). Donde el patriarca del linaje, Loudon Wainwright III, nos explica, en una suerte de concierto y monólogo teatral, la problemática relación con su padre, Loudon Junior. Irónicamente el primer Loudon parece ser el más anónimo de la familia. El espectáculo es interesantísimo, combina la lectura de algunas de las columnas que el padre escribía para Life (cuando era la revista más popular de USA y su padre tal vez el mejor comentarista de lo cotidiano) con las canciones del ya anciano hijo. Contiene momentos clarividentes, como cuando, después de leer una columna respecto a un traje de sastre de su padre, se desprende de su ropa y viste el mismo traje para abordar una nueva canción, una nueva historia.

'Surviving twin'

'Surviving twin'

La saga continua con la pareja que formaron la cantante folk canadiense Kate McGarrigle y Loudon Wainwright III. Cuentan las crónicas que se conocieron en la escena folk de Nueva York de los 60. El territorio mitificado del Village, retratado en la película Un completo desconocido (James Mangold) o en la magnífica y algo olvidada A propósito de Llewin Davis de los hermanos Coen.

Kate formaba junto a su hermana Anna el dúo The McGarrigle Sisters y frecuentaban los garitos míticos de la escena: Gaslight Café y el Village Vanguard. Podemos imaginar lo que pasó: ella, una delicada compositora con influencias franco-canadienses; él, un cantautor mordaz, ya consolidado con contracto en Atlantic Records, un fauno alfa del Greenwich Village. La atracción fue inmediata; el cataclismo, también. El matrimonio duró lo suficiente como para traer al mundo a Rufus y Martha. Al  principio fue Kate quien se quede con los niños mientras el patriarca salía de gira y comenzaba a aparecer en películas o series como actor cómico. 

The McGarrigle Sisters

The McGarrigle Sisters

De las grietas de ese matrimonio, de la precaria vocación paternal y del posterior divorcio nacen algunas de las mejores canciones de Loudon. Acorde con los tiempos, huyó pronto de las responsabilidades familiares de gira en gira, de juerga en juerga. La paternidad se convierte en una excusa para echarse al monte de garitos y amantes. Lo explica casi todo en sus discos: testimoniales, excesivos, hirientes. Fiel cultivador de la fértil tradición del autodesprecio, Loudon parece convencido de que lanzarse los cuchillos uno mismo es menos doloroso que esperar a los ajenos. 

De la primera época, todavía practicando la paternidad irresponsable y el alcoholismo sin freno, compuso la preclara Rufus is a tit man donde se declara celoso de que su esposa amamante al heredero y propone una lactancia doble a lo Rómulo y Remo. Un poco más tarde, cuando la pareja decide vivir en sitios (en países) separados, aparece Your mother and I, hermosa declaración al amor roto explicada al hijo por un padre divorciado de los setenta: “Te veré en vacaciones, navidades y los fines de semana”. Como decide no acudir al quinto cumpleaños de Martha le despacha una canción, Five years old, con instrucciones respecto a cómo comportarse en la fiesta. Los llantos de sus hijos aparecen de fondo como lecho ambiental en Years in the Making.

Rufus Wainwright

Rufus Wainwright

Aunque tal vez el culmen de la crudeza se encuentre en I’d rather be lonely, donde lo que parece ser una canción de despedida del amor erótico, se convierte en una bofetada contra su hija adolescente, que en aquella época decide reunirse con su padre en Nueva York para empezar su carrera musical. A Loudon, fiel a su estilo kamikaze, no se le ocurrió nada mejor que confesar la verdadera destinataria de la canción en una gira conjunta. Martha declaró que en aquel momento se sintió devastada por unos segundos, se secó las lágrimas y salió de nuevo al escenario. 

Pero los cuchillos ajenos llegaron. Y dieron en el blanco con precisión y rotundidad. Pareciera que en esta familia la venganza se sirve en disco. Solo hace falta atender a dos maravillas eternas, probablemente las dos mejores canciones de furia familiar. Empecemos por la del mayor. Rufus Wainwright se encontraba en la cresta de la ola y le llaman para hacer unas fotos para la revista Rolling Stone. Al primogénito se le ocurrió comentar a su padre que gracias a él volvía a ganar popularidad, la respuesta fue retarle a un combate de puños. De la experiencia nace Dinner at eight, un ajuste de cuentas en toda regla. Forma parte del disco Want One Un éxito. La melodía al piano enmarca una letra alusiva a la discusión. Con el tiempo, cuenta Rufus, ha pasado de ser una canción de brega a una canción de armisticio. De puñetazo a casi caricia. 

Cartel de la gira de Martha Wainwright por sus veinte años de carrera

Cartel de la gira de Martha Wainwright por sus veinte años de carrera

Martha, por su parte, responde al envite con Bloody Mother Fucking Asshole (un título que no es el epítome de la sutileza) donde suelta bilis visceral sobre años de desdén y abandono paterno. Pura maravilla de versos directos y crudeza, fiel heredera de su linaje. La canción desencadena la catarsis contenida durante décadas.

Pero no se crean que la cosa se queda aquí. El universo expandido –como si fuera una dinastía de Marvel-- incluye discos de las Wainwright Sisters (Martha y su hermanastra Lucy), de las tías, o a la propia Martha interpretando Proserpina, canción compuesta por su difunta madre. Para rizar el rizo tenemos también reuniones casi completas. En 2009, cuando Kate agonizaba de un cáncer fulminante los Wainwright montaron su propia despedida no exenta de tensiones, abrazos y canciones lanzadas unos contra otros.

Tras la muerte de la madre del clan Rufus y Martha realizaron una gira homenaje cantante sus canciones con el nombre Sing me The songs That Say I Love You. De los últimos tiempos destacamos el jolgorio final de la canción Meet the Wainwrights donde la prole va presentándose todos entre reproches y bromas. En 2018, durante una entrevista conjunta, Rufus centró la pelota: "Somos como los Kennedy, pero sin dinero ni poder. Solo nos queda el trauma". Martha remató a gol: "Y las canciones. Siempre las malditas canciones”.