El cantante Sufjan Stevens

El cantante Sufjan Stevens WIKIPEDIA

Músicas

La hermosa tristeza de Sufjan Stevens

En 'Michigan' e 'Illinoise' se concentra toda la brillantez de un músico que combina el folk, el pop barroco y el delirio orquestal 

19 diciembre, 2023 21:32

Descubrí con bastante retraso a Sufjan Stevens (Detroit, Michigan, 1975), y fue por casualidad. Me había enganchado a una serie de Ryan Murphy en Netflix, The politician, y la canción que sonaba en los créditos, All things go, me fascinaba y me ponía de buen humor, aunque se intuía cierta retranca en su tono aparentemente eufórico. Vi que la canción era del señor Stevens y me puse a buscar el disco en que estaba incluida, Illinoise (juego de palabras traducible como El ruido de Illinois, 2005), que me pareció una obra maestra a medio camino entre el folk, el pop barroco y el delirio orquestal (era también la segunda entrega de un proyecto nunca concluido que consistía en dedicar un álbum a cada estado norteamericano y acabó reducido a dos discos, Michigan, del 2003, e Illinoise). El hombre llevaba grabando desde principios de siglo, pero yo no me había dado por aludido, considerándolo -cosas de la edad- otro de esos genios juveniles que no tenían nada nuevo que descubrirme: me equivoqué por pasarme de listo.

El nombre del señor Stevens procede del místico islámico Abu Sufyan y él siempre ha tenido un punto trascendente y religioso, convenientemente mezclado con un oblicuo sentido del humor y una tendencia a la melancolía que comparte con el autor de estas líneas (Diego Manrique me definió como “El capitán de la brigada de los melancólicos” en su cariñoso prólogo para mi libro La edad de plástico). Cristiano practicante y homosexual militante, el señor Stevens ha tocado varios palos a lo largo de su carrera. Sus dos primeros discos, Enjoy your rabbit y The age of Adz, se basaban en la electrónica, cosa que no le impidió sacar a continuación un álbum de folk, Seven swans (hizo sus pinitos en grupos de folk de Michigan). Michigan e Illinoise fueron sendas muestras de una bendita fusión entre todas sus influencias.

El músico Sufjan Stevens, en una actuación

El músico Sufjan Stevens, en una actuación WIKIPEDIA

Personalmente, donde le encuentro más en su sitio (aunque puede que se deba a mi afición a esa desesperación agradable de la que hablaba Erik Satie) es en sus obras más acústicas y pausadas. En ese sentido, el disco que dedicó a su madre, fallecida en 2012, y a su padrastro, que también es músico y con el que ha colaborado, Carrie and Lowell (2015), me parece de una belleza y de una finura más que notables. Y en esa misma línea se mueve su última obra hasta la fecha, Javelin (2023), dedicada a su novio, Evans Richardson, con el que estuvo entre 2009 y 2023, año de su fallecimiento. Javelin cuenta con un librito de fotos y collages que incluye un texto del señor Stevens dividido en diez capítulos cuyos títulos componen una frase: My love/ Is/ A weapon/ Thrown/ Onto/ The/ Oblivion/ Of/ Your/ Body (Mi amor es un arma arrojada contra el olvido de tu cuerpo. Texto que resume eficazmente sus sentimientos hacia el compañero muerto, su necesidad de amar, su filosofía personal para atravesar la existencia y un cierto fatalismo amable a la hora de enfrentarse a las novedades, no siempre agradables, que la vida nos ofrece. Los que no sepan inglés tendrán bastante con escuchar el disco, que aborda los mismos temas con un lirismo desbordante (que jamás incurre en la cursilería) y un acercamiento inevitablemente religioso a los misterios de la vida.

Hermosa tristeza

2023 no ha sido un buen año para Sufjan Stevens. Además de perder a su compañero, fue diagnosticado con una dolencia muy molesta, el síndrome de Guillain-Barré, una enfermedad neurológica que produce la parálisis progresiva de las extremidades y acaba impidiendo el movimiento de los afectados (Stevens despertó un buen día y vio que era incapaz de moverse). Afortunadamente, cerca del 90% de los aquejados por este extraño síndrome suelen recuperarse en el plazo de un año: esperemos que ése sea el caso de nuestro hombre, al que solo cabe felicitar por haber extraído de un año catastrófico un disco de la belleza de Javelin (el anterior, The Ascension, grabado en el 2020, tampoco estaba nada mal).

Me permito avisar al lector de que Javelin no es ni puede ser la alegría de la huerta, y que conviene tener activado el gen melancólico para disfrutarlo (a destacar que, pese a la colaboración puntual de músicos y coristas, el autor toca prácticamente todos los instrumentos), pero los fans de Nick Drake o de los Tindersticks (por poner un par de ejemplos de hermosa tristeza) encontrarán en él belleza, compañía y hasta un cierto consuelo: Sufjan Stevens no es un cursi ni un llorica. Personalmente, solo lamento la súbita interrupción del proyecto de los cincuenta estados, pues Michigan e Illinoise son dos brillantes cajones de sastre en los que confluyen todos los gustos e influencias de nuestro hombre, dos discos en los que el autor afirma gozoso, como hacía en la serie de Ryan Murphy, que en este mundo All things go, all things go…