Roger Alier, por Farruqo

Roger Alier, por Farruqo

Músicas

Roger Alier: el bel canto, cima de nuestra cultura

El crítico de ópera, producto de la Europa más cultivada, convirtió anécdotas en categorías de la historia

4 julio, 2023 21:15

Estamos a favor de los amores imposibles, desbordados, traicioneros y verdaderos encima de los escenarios. El verismo, aquel naturalismo colmado por escritores como Balzac, Zola o Victor Hugo, alcanzó de lleno la ópera en las obras de Pietro Mascagni, Ruggero Leoncavallo y Giacomo Puccini. Todos los grandes tenores han intentado interpretar alguna vez el aria Vesti la giubba, la pieza más conocida del Pagliacci (Payaso) de Leoncavallo, dispuestos a demostrar que pueden cantar entre sollozos, haciendo creíble uno de los grandes hitos de la lírica. Lo enmarcó Caruso, mezclando voz y lágrimas reales, y lo intentó Pavarotti, casi cien años después, llevado por la facilidad de un timbre irrepetible. La reflexión procede de una de las clásicas frases entrecortadas de Roger Alier, el gran crítico y divulgador de la ópera, fallecido en su domicilio barcelonés el pasado jueves 29 de junio, a los 81 años.

Justo cuando empieza un verano de este año especialmente melómano, con una reposición en el Real de la Sinfonía de los Mil, de Mahler, en el marco del do Iberian Return de la Mahler Chamber, nos damos de bruces con la triste noticia de la desaparición del mago que tantas veces rememoró la Anna Bolena de Donizetti, --la primera ópera representada en el Liceu, en abril de 1847--, anterior a la Lucrecia Borgia o a la divulgada Lucía de Lammermoor que consagraron al mismo compositor. Alier retrocedía al ochocientos para coger carrerilla; se situaba en el París del barón Haussmann que levantó la Ópera de Garnier para conquistar la capitalidad europea de la lírica. Alier lo exponía en sus clases como enseñante y lo ha dejado escrito en sus libros, en los que entroniza otros momentos irrefrenables, como la fiebre wagneriana en la Barcelona de la segunda mitad del XIX y los primeros años del XX. Dentro de pocos días, el Gran Teatro del Liceu, que acaba de concederle su Medalla de Oro, le dedicará a Roger Alier las funciones de L’Incoronazione di Poppeade Monteverdi. Será un homenaje de marca: Memoria y canto; partitura y sonido entrelazados en los descansos de murmullo dolido, copa y roce.

Grabado luterano que presenta a la familia de Bach interpretando oraciones matinales / TOBY E. ROSENTHAL

Grabado luterano que presenta a la familia de Bach interpretando oraciones matinales / TOBY E. ROSENTHAL

El profesor de Historia desaparecido es autor de Historia del Gran Teatre del Liceu, Diccionario de la Ópera,  La ZarzuelaHistoria de la Ópera y un amplio catálogo de biografías como PavarottiEl trobador: retrat de Josep Carreras (Dau) o Montserrat Caballé (L´Arca). Entre los años 1980-1988 dirigió la sección de música de la editora Daimon, donde publicó biografías de Bach, Alessandro Scarlatti, etc. y una colección de libretos de ópera con títulos de Mozart, Domenico Cimarosa, Rossini, Vincenzo Bellini, Donizetti, Verdi y Puccini entre otros. En el año 1991 fundó la revista Ópera Actual, que dirigió hasta el año 2000. Bibliófilo y coleccionista impenitente, Roger ha dejado en sus anaqueles todos los libretos posibles de la historia de la ópera, en diferentes idiomas. No ha sido un sedentario; ha viajado incansablemente atento al detalle como solo puede hacerlo un políglota, conocedor de las aporías de la curiosidad, propias del que va montado en calesa y sentado en el estribo.

Arte dinámico

Nos ha dejado tantas cosas que no hay por dónde empezar. Aunque siempre tendremos a Mozart como punto de encuentro, si aceptamos con naturalidad que algunos de los grandes músicos de todos los tiempos han incorporado en sus composiciones fragmentos que aluden o señalan directamente al genio de Salzburgo. En el caso de Alier, el arte de relacionar engendró al crítico: Verdi homenajeó a Mozart en la figura de Oscar un personaje de Un ballo in maschera, como referente del Cherubino de Las bodas de Fígaro; también hay vínculos muy evidentes  entre Mozart y Tchaikovsky en La dama de Picas y una revelación en el aria Ein Mädchen oder Weichen cantada por el personaje de Papageno en La flauta mágica. Y casos casi imposibles a priori, pero reales, como la evocación mozartiana en El caballero de la rosa de Richard Strauss.

La pista de Mozart demuestra que la música es un arte básicamente dinámico. Su trayectoria fue una diligencia que apenas se detiene en las postas; siguió el rastro de los príncipes más interesados en la caza mayor que en el arte y debutó junto a su padre, Leopold Mozart, en la corte de Maximiliano de Múnich. El paso de la familia Mozart por Londres resultó triste cuando la ciudad cultivó las hortensias de Beckford, las rosas encendidas de Byron y los flores blasfemas de Shelley, escribió Mauricio Wiesenthal, en Libro de réquiems (Edhasa).

Cartel de 'Mozart's Greatest Shits', el documental de Albert Quer sobre el lado más fetichista de Mozart. / CG

Cartel de 'Mozart's Greatest Shits', el documental de Albert Quer sobre el lado más fetichista de Mozart. / CG

Alier ha convertido estas anécdotas en categorías de la historia. Él nos ayudó a entender que el circo de los Mozart marcó al joven músico para que este se incrustara en el corazón de Europa, un continente que ha hecho de la melodía el paisaje cenital de su cultura. Wolfgang se inventó ciudades, nunca sintió la nostalgia barroca de su Baviera paterna y entró con alegría en pueblos descascarillados, marcados por la melancolía gótica de un pasado medieval y pobre. Goethe lo conoció en teatros de cartón y plaza mayor; descubrió al joven atildado con peluca y espada, una especie de joven Werther, sin represión familiar, aficionado al callejeo, pero capaz de tocar el órgano ante el público entendido de las catedrales.

En su infancia, nuestro crítico de cabecera, Alier, emuló al insondable maestro a causa de los constantes viajes de sus padres, el entronque  Alier-Aixalà. La mentalidad itinerante de Roger es fruto de su padre, el psiquiatra Joaquín Alier Gómez. Él nació en Venezuela, pero pudo haber nacido en Estados Unidos, Australia, Nueva Guinea o en la Isla de Java, donde cursó en la escuela primaria inglés y holandés, fundamento de un amplio poliglotismo, completado con el castellano y el catalán a cargo de su madre. Al cumplir los 10 años, Roger fue enviado a Barcelona donde estudió piano en el Conservatorio del Liceo y la carrera de Historia Moderna, en la UB. Su tesis doctoral fue publicada mucho después por el Institut d’Estudis Catalans. Estudió  aspectos de la música modernista, como La Societat Coral Catalunya Nova. Durante los años setenta fue el responsable de la sección de música universal y catalana de la Gran Enciclopedia Catalana y crítico en la revista Serra D’Or, y del periódico Avui. Su etapa en el periodismo tuvo un antes y un después a partir de sus colaboraciones en La Vanguardia. Alier era académico electo de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, miembro del Consejo Asesor del Conservatorio del Liceo y presidente honorífico de la Federación de Asociaciones de Amigos de la Ópera de Cataluña.

El crítico de ópera Roger Alier / RTVE

El crítico de ópera Roger Alier / RTVE

Al conocerse su deceso, sorprendió por merecidamente generoso el comentario de Luis López Lamadrid: “Desde la muerte de Xavier Montsalvatge no me ha llegado una noticia tan triste como la muerte del historiador, periodista, crítico y profesor Roger Allier”. El ex director artístico del Festival de Perelada, registra la pérdida del amigo y, paralelamente, el director de orquesta y escritor Xavier Güell rememora en privado los momentos eternos de conversación y colaboración con Alier, un crítico tenaz, un admirador pugnaz del trabajo bien hecho. Además de compositor y director, Güell es el celebrado autor de El cuarteto de la guerra, (Galaxia Gutenberg) dedicado al análisis de las obras de Strauss, Shostakóvich, Bela Bartok y Arnold Schoenberg.

Palabra encapsulada

Los compositores atravesaron las revoluciones hambrientas de la Europa de Metternich, después de Waterloo. Olvidaron la rosaleda de Weimar cuando todavía florecía. Para algunos de ellos, el fin del romanticismo dará pie a sus secuelas musicales en los grandes escenarios operísticos; llega el tiempo de oberturas, arias, recitativos,  coros y las codas. Y Roger Alier hace como si hubiera nacido en aquel tiempo con el objetivo de poner orden en el caos. En la práctica ha sido así; Alier retrocedía y avanzaba utilizando la cronología como un acordeón adaptado a su especial partitura. Aprendió a tocar el piano de niño; fue el instrumentista fundacional, el bajo que ordena la jam sesión de la escritura etrusca que ha dado pie a las mejores crónicas del periodismo contemporáneo. Su madre amantísima, la escritora y traductora Maria Teresa Aixalà, lo sentaba cada mañana delante del piano por la mañana y frente a la máquina de escribir por la tarde. Así nació la palabra encapsulada en el interior de la nota