El dulce ocaso de Bryan Ferry
El líder de Roxy Music lleva años sin buen material para sus discos, pero vale la pena recuperarle ahora a través de un documental en el canal Arte
13 enero, 2021 00:00Hace cosa de un par de años, gracias a una amiga común, disfruté de un almuerzo en Barcelona con Phil Manzanera, guitarrista del que es, probablemente, mi grupo favorito pop de todos los tiempos, Roxy Music. Evidentemente, le sonsaqué toda la información que pude y que el hombre, que es un tipo encantador, me suministró en su perfecto español con acento colombiano (mamá era de Bogotá y papá la pilló durante una de sus muchas estancias sudamericanas --papá trabajaba para una línea aérea, aunque hay quien sostiene que eso era una simple tapadera para sus labores de espía en el MI5--, llevándosela a Londres para formar una familia). Inevitablemente, le pregunté por Bryan Ferry, líder del grupo y personaje por el que siempre he sentido un gran interés (entre él y Bowie me alegraron la década de los 70).
Me habló de él con mucho afecto, aunque lamentando la evidente falta de inspiración que le aqueja desde hace algunos años. Supongo que la cosa no es tan grave. A fin de cuentas, el rock&roll es un arte juvenil y Ferry, a sus 75 años, exhibe una hoja de servicios tan brillante que le permitiría jubilarse con todo merecimiento y dignidad. Pero los fans siempre esperamos algo más de quienes nos hicieron felices. Y cuando no lo encontramos, nos refugiamos en el pasado, que es lo que hice hace unas noches cuando me tragué, en la cadena franco-alemana Arte, el documental Bryan Ferry. Don´t stop the music.
El último álbum con material nuevo del señor Ferry, Avonmore, se remonta a 2014 y es francamente mediocre. Desde entonces, ha ido tirando de sus viejas canciones, publicando dos discos: Bitter sweet, espléndidas versiones de sus clásicos arreglados a lo Kurt Weill y fielmente adaptados a la republica de Weimar, y un álbum en directo que recoge un concierto suyo de 1974 en el Royal Albert Hall de Londres. Para el recién estrenado 2021, Ferry promete otro disco en directo y en el mismo sitio, esta vez doble, con la excusa de que tiene que alimentar a sus músicos, quienes, gracias al coronavirus, se han tirado el 2020 sin actuar y condenados, como él, a quedarse en casa comiéndose los mocos. ¿Me lo compraré? Probablemente. Es obvio que no necesito para nada un montón de nuevas versiones de viejas canciones, pero si no lo hago yo, ¿quién lo hará? Y me temo que esa pregunta nos la hacemos todos los fans del viejo y querido Bryan.
Orden del Imperio Británico
Que somos los mismos que debemos habernos tragado el documental de ARTE, ideal para nosotros, pues consiste, básicamente, en una larga conversación con nuestro hombre en la que repasa a su carrera, centrándose especialmente en sus orígenes sociales (clase obrera de Washington, poblacho en el norte de Inglaterra, cerca de Newcastle, padre minero) y en su infancia, cuando su madre le hacía bocadillos al proyeccionista del cine de la localidad a cambio de entradas gratuitas para el pequeño Bryan, que ya soñaba con el glamour de Hollywood. Aparece en el documental su profesor en la universidad de Newcastle, Richard Hamilton, padre del por art inglés, y también algunos collages de cuando nuestro hombre quería ser artista (menos mal que se inclinó por la música, pues los collages en cuestión dejan bastante que desear). A nivel sentimental, poco que destacar, más allá de una foto con sus cuatro hijos el día en que la reina Isabel le otorgó la Orden del Imperio Británico. Ni rastro de la madre de los muchachos, que se suicidó poco después de mi almuerzo barcelonés con Manzanera. Ni de Jerry Hall, la chica de la portada de Siren, la modelo tejana que lo plantó por Mick Jagger y que ahora se enfrenta a la vejez en compañía del infame magnate de la prensa Rupert Murdoch. Se impone una narración circunspecta y con algunas perlas de sabiduría a cargo del homenajeado: me hizo pensar su teoría de que la creación tiene su origen en la baja autoestima, de que creamos para hacer cosas que sean mejores que la imagen que tenemos de nosotros mismos.
No sé si Bryan Ferry. Don´t stop the music servirá para que el hombre que se inventó a Roxy Music gane nuevos adeptos. Yo lo dudo. Pero a sus seguidores de toda la vida nos proporciona una hora en compañía (virtual) de un tipo que ha sido muy importante para nosotros y que, nunca se sabe, igual nos sorprende algún día con un disco de material original que, aunque no nos deslumbre (esas cosas solo pasan en la adolescencia), nos permita comprobar lo de que quien tuvo retuvo. No lo veo muy verosímil, pero cosas más raras se han visto, ¿no?