Iggy Pop, durante uno de sus conciertos / RALPH_PH

Iggy Pop, durante uno de sus conciertos / RALPH_PH

Músicas

Las bonitas historias del tío Iggy

La serie documental 'Punk' permite descubrir grupos de los que jamás habías oído hablar

16 noviembre, 2019 00:00

Para los europeos, el punk rock fue un fenómeno pop de finales de los 70 que duró un par de años, tuvo sus mejores representantes en los Clash y los Sex Pistols y terminó de manera no muy gloriosa cuando Sid Vicious, bajista de los Pistols, se quitó de en medio en el hotel Chelsea de Nueva York unos días después de haberse cargado a su novia, Nancy Spungen, a la que debía su adicción a la heroína. Para los norteamericanos, la cosa dura mucho más, se remonta a finales de los años 60 con los Stooges y MC5 y dura hasta los 90, aunque sea en la versión un tanto descafeinada de Green Day. Es lo que uno deduce tras tragarse los cuatro capítulos de la serie documental Punk en Movistar. Eso y también, para qué negarlo, una cierta tendencia de los gringos a barrer para casa. Lo cual no quita para que la serie sea estupenda y que uno la haya disfrutado enormemente. Eso sí, lo que uno entiende por punk --movimiento británico anárquico, provocador y back to basics-- se encuentra concentrado en el capítulo dos.

El productor ejecutivo de esta miniserie es Iggy Pop --junto al diseñador John Varvatos-- y se nota. De hecho, uno tiene a menudo la sensación de estar sentado junto a otros pardillos en torno a un fuego de campamento mientras el buen tío Iggy le explica en qué consistió todo aquello que tanta diversión aportó a los veintitantos años. Según Iggy Pop, la primera canción punk es You really got me (1963), de los Kinks, que le llevó a dedicarse al rock & roll cuando no sabía muy bien qué hacer con su vida (aprendió a tocar la batería, cosa que luego no le serviría para nada, por cierto). Luego ya vienen los MC5 de Detroit, una serie de grupos importantísimos de los que solo se acuerda él y sí, claro, los ingleses de los dientes podridos. Con su visión tan amplia del asunto, Iggy convierte en punks a los New York Dolls e incluye en el movimiento a lo que aquí llamábamos new wave: Ramones, Blondie, Talking Heads, Television…Y así hasta llegar a los Red Hot Chili Peppers y Green Day. Francamente, Iggy, así yo también lleno cuatro horas de televisión. Menos mal que el resultado está muy bien y descubres grupos de los que jamás habías oído hablar, con lo que merece mucho la pena tragarse esta versión corregida y aumentada de lo que tú siempre habías considerado estrictamente punk.

El subtexto de la miniserie es que Iggy Pop es lo más grande que ha dado la música popular en toda su historia, pero se le perdona, porque ya tiene una edad y, aunque sigue sin ponerse camisa, es un venerable superviviente de todo tipo de excesos y chaladuras y, además, nos cae simpático y nos permite tomarnos su propuesta audiovisual como una serie de batallitas del abuelo Cebolleta, un personaje al que los espectadores ideales de este producto también empezamos a parecernos.

Yo seguiré con mi teoría de que el punk se lo inventó el cantamañanas de Malcolm McLaren, que en paz descanse, para tocar las narices y ganar dinero con cuatro gañanes como Johnny Rotten en plena era Thatcher. Pero hay que reconocer que la visión historicista y algo fantasiosa del gran Iggy es mucho más bonita y respetable.