Cartarescu muda de piel
Impedimenta publica en una edición bilingüe una antología integral de la obra poética del escritor rumano, seleccionada por él mismo, que tiende puentes con sus novelas
17 diciembre, 2021 00:10Nuestras percepciones suelen ser equivocadas. Solo cabe tratar de tener la sensibilidad bien calibrada y la atención a punto, porque ya vendrán los errores a confundirnos y a hacernos de las suyas. Se piensa en Roma, en el Imperio Romano, y por comprensible tendencia etnocéntrica y por pereza la mente se queda en la urbe del Lacio y lo que a poniente dominó: que si el garum de las factorías gaditanas, que si los anfiteatros junto al Ródano, que si, caso extremo y limes, la muralla de Adriano, Britania arriba donde Cristo dio las tres voces y tribus extrañas, primas de las vencidas por César en la Galia, acechaban las ciudades del Sur y la paz de balnearios como el de Bath, ciudad que recibe su nombre, como es sabido, de las termas romanas.
Pero pensar en algo es olvidar al mismo tiempo todo lo demás. Y el olvido cultiva con provechosos frutos lo relacionado con el Imperio de Oriente, como una parcela amplísima sobre la que cebar la amnesia. Cierto es que Bizancio, su esplendor que reverbera en Yeats o en Yourcenar, no ha perdido el atractivo y se recuerda a veces, no siempre con la conciencia de que aquello también era Roma. Geográficamente en medio, Rumanía fue también Roma y hoy es en su propia lengua Romania. Desaparecido el uso del latín y sus derivaciones en Constantinopla y el país que hoy gobierna Estambul, Rumanía encierra la única bolsa de hablantes de una lengua romance en los países del Este de Europa. Su literatura contemporánea es rica, con nombres tan valiosos como el de Ana Blandiana, cada vez más publicada en España, y Mircea Cărtărescu.
Es Cărtărescu fundamentalmente conocido por su obra en prosa, a la que decidió dedicarse íntegramente hace ya algunas décadas, con éxitos como Solenoide (2015) y un buen puñado de otras novelas, todas ellas en español gracias a la editorial Impedimenta. Pero en sus inicios fue fundamentalmente poeta, y de obra no magra si atendemos a la extensión de Poesía esencial, volumen que acaba de publicaren selección del autor. Más de quinientas páginas, en un formato mayor del normal y un tamaño de letra inferior al común, así lo acreditan.
Cărtărescu muda de piel. No solo por el viaje de una lengua a otra mediante la traducción. También, porque ahora es accesible en su versión poética, nada desdeñable. Si todas nuestras percepciones son equivocadas y lo teníamos encasillado como novelista, ahora viene la poesía a desmentirlo. Pero también sería equivocación creer que en él poesía y prosa son compartimentos estancos. Los procedimientos poéticos están presentes en sus narraciones y hay un elemento narrativo en sus poemas, a menudo letanías que cuentan una historia desde un lenguaje no realista, como el que podría ser el de los sueños.
Con todo, hay aquí muchos detalles concretos: lugares de Bucarest, líneas de autobuses o tranvías, personajes de los que nos quedamos sin saber nada porque la edición carece de notas. Y mucho término técnico y científico. Con el fluido de conciencia coincide en la falta de puntuación o una puntuación muy avara. Se aprecia la influencia de la poesía beat y también la deuda con la música popular del último tercio del siglo XX. Aparecen, así, menciones a Gary Snyder o a Allen Ginsberg; a Bob Dylan, a Pink Floyd, a The Beatles. O a una conocida cantante irlandesa: “mi cabello está muy largo. / Pero mi poesía está calva como Sinead O’Connor”.
Y está además para mayor disfrute, el rumano en esta excelente edición bilingüe, idioma que al principio puede parecer vestido pero luego se va desprendiendo de ropajes opacos en una danza de los siete velos hasta hacerse, si no transparente, sí sugestivo y más o menos entendible para el lector a fuerza de repetir y comparar. Merece la pena hacer catas en las páginas de la izquierda, confrontando una lengua romance con otra. En el poema “Căderea” (“Caída”) leemos: “los astros son esferas devenidas ojos / los astros son ojos devenidos rayos. / orugas musicales envueltas en largos dedos, / los radiales”.
La traducción de Eta Hrubaru y Marian Ochoa de Eribe sigue bastante al pie de la letra los originales y se beneficia del verso libre del poeta, que aunque tenga musicalidad no está pendiente del metrónomo, de los cortes rítmicos marcados por sílabas y acentos. En alguna ocasión (pero era fácil por las desinencias de ambas lenguas) las traductoras mantienen la rima. Sin embargo, a la vuelta de una página simplifican demasiado al verter tres palabras, en rumano cada una de su padre y de su madre, en tres españolas con la misma raíz. Me refiero al paso de “iubito, / amanto, / metreso” a “amor, / amada, / amante”. Debe de ser el rumano una lengua muy matizada para todo lo que vaya de la pulsión erótica al cariño, porque si uno está pendiente de los originales halla también en el mismo campo semántico las palabras amor, calco de la nuestra, y la mucho más sorprendente dragoste, cuya etimología es eslava, no latina.
Por otra parte, se mantiene muy bien el contraste entre el tú y el usted (esto en realidad no es mérito de las traductoras sino de las gramáticas). En el poema “Clementina, te he dado todo mi amor” vemos en el mismo uso del lenguaje cómo se produce el extrañamiento en el visto y no visto que es el tránsito de un verso a otro: “ahora te has alejado / usted es ahora una extraña”. Ochoa de Eribe y Hrubaru adaptan valientemente cuando tienen que adaptar (mejor esto que poner una nota). Es lo que sucede con unos rotuladores que serían comunes en Rumanía, los Papagal, los cuales pasan a ser Carioca en la traducción. ¡Y quién no los recuerda!
De amor son buena parte de los poemas de la antología, pertenezcan o no a la colección titulada Poemas de amor (1983). Y seguramente el mejor de todo el volumen sea “Oh Natalie…”, donde el sujeto lírico cuenta cómo cuando era joven se enamoró de la actriz Natalie Wood (se congratula con gracia de que no fueran Brigitte Bardot o Marilyn Monroe). Y con la incontestable realidad de un amigo imaginario, la Natalie Wood de sus sueños le corresponde en una especie de cuento de hadas con final melancólico. Este poema tiene una de las pocas traducciones dudosas o mejorables de todo el volumen: corpul de gardă no es “garita de guardias” (no existe tal cosa) sino, meridianamente, “cuerpo de guardia”, como resulta evidente por los versos que siguen.
Entre los mejores poemas están “Autorretrato a la luz de un mechero”, “En otro tiempo, alguna vez…” y “Pierdo, pierdo el control”, que incluye estos versos tremendos, muy plásticos y acelerados: “he visto morir en mí a un niño y luego a un adolescente / veré morir a un joven y nacer a un viejo”. La imagen con la que se cierra es de las que impactan: “soy desgraciado, no puedo controlar mi vida. / soy como un piloto en la carlinga, que cómo de repente todas las agujas / del tablero enloquecen y el humo llena la cabina / y el cielo desaparece y se acerca la rueda de la tierra / con sembrados en cuadrados amarillos, verdes / y un cuadrado se ensancha y un roble solitario / crece, se hincha como un globo, / explota”.
A Cărtărescu le atraen la intertextualidad y los guiños, los homenajes un poco paródicos. Uno de estos se produce en “Canción de amor de Alfred J. Nobel”, que solapadamente es una relectura de “The Love Song of Alfred J. Prufrock” de T. S. Eliot. Si el título dejara alguna duda, el comienzo la despeja por completo. “ven conmigo a la noche estrellada”, dice el poema del rumano. “Let us go then, you and I, / When the evening is spread against the sky”, se lee en el angloamericano. Luego ya los poemas divergen, pero el juego está ahí. Además, para reforzar su punto de partida el poeta altera el nombre del inventor de la dinamita, que no era Alfred J. Nobel como reza el título, sino Alfred Nobel o Alfred Bernhard Nobel. Tampoco este año le han dado a Cărtărescu el premio que lleva el nombre del protagonista de su poema. Mejor para su editorial y para él: ser perpetuo candidato al Nobel rinde más que el que te lo den un día y pases irremediablemente semanas después al olvido.