Pere Rovira, traducido y traductor
La compartimentación en lenguas y regiones de España, sumada a los imprevisibles azares editoriales, muchas veces conspiran contra la difusión de las obras
12 noviembre, 2019 00:00España, tan rica en lenguas cooficiales y en las literaturas en las que éstas hallan expresión artística, está cada vez más lejos de ser un campo común de lectura en el que circulen con fluidez y regularidad las obras creadas en idiomas distintos del castellano. Los buenos deseos y el plano platónico (perdón por la paronomasia) se estrellan contra la realidad: muy pocos libros se traducen del gallego al vascuence o de cualquiera de esas lenguas al castellano. Lo mismo sucede con el catalán, si bien en este caso la producción editorial es muy elevada y con autores de notable éxito comercial a veces, lo cual hace que sí lleguen a las mesas de novedades y escaparates de Salamanca o de Jaén obras originalmente aparecidas en catalán.
En el caso de la poesía, son algunos los que han adquirido protagonismo, pero son singularidades que, árboles frondosos, no dejan ver el bosque. Naturalmente, me refiero a Joan Margarit, que desde hace años tiene, puntualmente ampliada, toda su obra poética disponible en castellano. La impresión, contrastada con poetas y lectores de poesía, es que durante la Transición y los años posteriores era más abundante la poesía en catalán que llegaba al resto de España. Luego se ha producido un cansancio, seguramente propiciado por la situación política, tan enquistada, y por un desinterés que, jeremiadas y manías persecutorias aparte, no es solo de los castellanohablantes sino también de los escritores en catalán que, cada vez más encerrados en la realidad inmediata, han ido eliminando puentes con el resto de España.
Se acaba de publicar en la editorial Renacimiento Poetas catalanes contemporáneos, de Antonio Jiménez Millán. El volumen reúne dieciocho trabajos sobre poetas en catalán. Uno de los incluidos por el catedrático de Literaturas Románicas de la Universidad de Málaga es Pere Rovira. Jiménez Millán lo conoce bien, no en vano lo ha traducido. Rovira (1947) es un poeta excelente de obra no muy extensa. Si Gabriel Ferrater puede ponerse en correlación con Jaime Gil de Biedma, Rovira tiene también que ver con este, pero desde esa lectura que del autor de Las personas del verbo hicieron los poetas de mediados de los ochenta y principios de la década siguiente. Con todas las diferencias que se quiera, en la línea de un Juan Luis Panero (por lo que respecta a la repercusión pública de este, pues su obra se venía escribiendo desde bastante antes).
Se acaba de publicar en la editorial Renacimiento
Si a la escasez de traducciones se suma que algunas que hubo dejan de circular, el panorama es desolador. La desaparecida DVD Ediciones sí fijó, desde Barcelona, su atención en la poesía escrita en catalán. En su catálogo se pudo leer a Màrius Torres y poco después a Pere Rovira: en 2011, un años ante del cierre de la editorial, publicó su Poesía (1979-2004). El libro neonato quedó así desamparado y ausente de las estanterías. Y es una pena, porque Rovira es un poeta importante, como lo demuestran los versos de Distàncies (1981), Cartes marcades (1988), La vida en plural (1996), y La mar de dins (2023 y 2005), traducidos por Francisco Díaz de Castro, Vicente Gallego, Álvaro García, José Agustín Goytisolo y Carlos Marzal, más el referido Jiménez Millán. Con todo, el grueso del libro está vertido por Celina Alegre (mujer de Rovira) y el propio poeta.
Todos, incluido el autor, se toman libertades, porque la poesía no es ciencia exacta o, dicho de otro modo, su exactitud es la de dar a menudo esquinazo a la literalidad. Así, llavis pasa a “besos”, sin razón aparente; las artèries mudan en venas por motivos prosódicos, seguramente para escándalo de un cardiólogo; d’una merla amagada (“oculta”) se pasa a “de un mirlo en la maleza”; se suprimen algunas palabras y se amplifican otras. No es raro que las traducciones tengan más versos que los originales, y la explicación es clara: los versos son pautas rítmicas de respiración, y estas, con sus acentos y las sílabas que los sostienen u ofrecen descanso entre ellos, son distintas en una y otra lengua.
Todos, incluido el autor, se toman
Hay alguna sorpresa. Rovira incluye en su poesía algunas versiones libres, como una de un poema de Larkin perteneciente a Las bodas de Pentecostés. Y lo que se ofrece es la versión de Álvaro García en Pre-Textos, que había sido publicada unos años antes. En otros casos, Alegre y Rovira trasladan al castellano las versiones libres del segundo de poemas de Stephen Spender o de Paul Verlaine.
En Jardí francès (2017), tras libros independientes dedicados a Baudelaire y Ronsard, Rovira ha reunido al catalán a veinticinco poetas del país vecino. Y su propósito, como declara en el libro, es el que debe guiar a todo el que emprenda una tarea similar. Ahora soy yo quien traduzco: “He procurado traducirlos siendo fiel a la poesía, que es lo que importa: en la traducción de un poema solo hay poesía si el resultado es también un poema. Casi nunca tan bueno como el original, es cierto, pero un poema. Este propósito es desesperante, porque muy raramente se llega donde se quería llegar, pero la humildad que el traductor necesita nada bueno haría sin la ambición”. Busquen Poesía (1979-2004) en librerías de lance. Después apareció Contra la mort (2011), lamentablemente aún no traducido, dando razón a lo que se dice al comienzo de estas líneas.