"Me gusta Barcelona. Es la ciudad española que más se parece a Buenos Aires"
'Letra Global' ofrece fragmentos de la correspondencia íntima entre la escritora Elena Fortún y la intelectual argentina Inés Field, una visión íntima del exilio
5 marzo, 2021 00:00Elena Fortún (1886-1952), seudónimo de María de la Encarnación Gertrudis Jacoba Aragoneses y de Urquijo, ha pasado a la historia como autora de literatura juvenil e infantil, conocida por la saga de Celia, pero su obra creativa abarca muchos más campos, desde la colaboración en prensa a la narrativa para adultos, además de material inédito, como las cartas que la editorial Renacimiento ha recuperado, en una edición dirigida por Capdevila-Argüelles, en dos tomos: Sabes quién soy, donde se agrupan las epístolas que la creadora de Celia escribió a la intelectual argentina Inés Field (1897-1994) entre diciembre de 1948 y mayo de 1950. En ellas Fortún, instalada en Madrid desde el exilio, recibe la noticia de que su marido se ha suicidado en Buenos Aires. Se trata de una correspondencia donde se reflexiona sobre el amor, la amistad y la ausencia. El segundo tomo –Mujer doliente– reúne cartas escritas entre mayo de 1950 y la Navidad de 1951 desde Barcelona, donde la escritora vive el crepúsculo de su vida. Letra Global ofrece, a modo de adelanto editorial, fragmentos de ambos epistolarios.
Madrid, 4 de Enero de 1949.
Inés de mi alma: ayer salí un poquito a un jardín para comprar unos álamos, pues hace como un mes que mandé arrancar en mi casa de Chamartín unos plátanos para sustituirlos, porque estaban chicos y feos... ¡ya qué me importa! Pero los huecos están abiertos en el suelo y los árboles han sido seguramente destruidos, y los inquilinos protestarán de tener esas zanjas en su jardín. Por eso lo he hecho. Hacía mucho frío. Por la mañana nevaba. Por cierto que como era tan temprano cuando salí a misa, veía cruzar algo rápidamente por delante de mis ojos y me parecían fantasmas. Pensé si me estaría volviendo loca, lo que no está muy lejos de suceder... pero no, era la nieve, tan rápida y blanca que no me daba cuenta de lo que era.
Ayer escribí a Leonardo, el portero de Uruguay, para que fuera a cobrar el recibo del mes a la editorial Aguilar. Te ruego que vayas a verle y le des cinco pesos que debes cargar luego en cuenta con las flores y todos los gastos de telegramas que has hecho y que deben de ser bastantes. Comprende que a mí, en este gastar sin fin, lo mismo me da doscientos pesos más o menos. Hablas con el portero (y le preguntas el apellido, pues he tenido que escribirle con solo el nombre) y le recuerdas que la casa está a nombre de los dos, que yo he firmado el contrato, etc. También le dices que yo voy a fines de febrero o primeros de marzo... No voy, no lo creo porque no estoy para nada, pero ¿quién sabe si diciéndolo iré?
También quiero que hables con Victorina y le digas esto: que Luis me escribe pidiendo sus señas y que por lo que veo quiere indagar... ¡Ha entrado en sospechas de lo que puede haber pasado! Dile a Víctor que es mal sistema soslayar estas cuestiones, pues al no decir nada lo dice todo. Yo lo adiviné todo con tu carta y la de ella. Es preciso dar noticias concretas, de esas que determinan la situación. Por eso quiero que le diga a Luis que se encontró en la cocina una olla llena de agua que indudablemente había hervido y se había salido apagando la llama del gas, que el gas siguió saliendo después y que él se había echado la siesta y se había quedado dormido.
Esta es la versión que tenemos que aprendernos todas de memoria y repetirla hasta creérnosla nosotras. Yo tengo miedo de que Víctor haya escrito a Luis una carta como la que me escribió a mí, diciéndole que se lo encontró así... que el destino, que la casualidad, que nada podemos hacer contra esto, en fin, ese soslayar sin concretar qué es lo terrible. Podríamos haber dicho que un ataque al corazón, pero como Luis dice que él ha matado a su padre con las cartas, si le decimos esto será peor. Además que algún día verá la partida de defunción y pienso que en ella dirá la causa del fallecimiento. Por eso hay que ajustarse lo más posible a la verdad sin decir lo que más puede doler. Por Dios, es preciso que todas estemos en esto. Por todo, también por mí... Ayer tuve carta de Alcira. Dice que habló con él el mismo día viernes y que estaba optimista y diciendo que ya había terminado sus compromisos con la casa Emecé y que quedó en ir el lunes a comer con ellos... Pienso que fue un momento de decaimiento terrible de esos que le daban... y olvidó que nos deshacía la vida para siempre.
¡Qué espanto de año 48! En él he liquidado mi vida. Primero aquella angustia diaria. ¿te acuerdas? Cuántas veces en la bajada del metro en la plaza de Lavalle te decía: "¡qué va a ser de nosotras!"; después su enfermedad terrible, luego la convalecencia con la angustia del viaje... Luego arrancar de allí ¡no sabía para cuánto! Siempre tuve la sensación de que era algo espantoso lo que hacía. La llegada aquí... luchas, disgustos diarios, sufrir y sufrir... enferma siempre..., decisiones radicales como la de no volver; al fin, desde el 17 de noviembre tenía la impresión de que le había salvado a él y ya desde entonces todo lo di por bien pasado... y ahora ¿para qué ha servido todo esto? Dios lo sabe...
Me he quedado sin ti, sin él, sin un apoyo, sin una ternura, sola y perdido todo el esfuerzo en un mundo de dolor. ¡Qué va a ser de mí! Que Dios me lleve pronto es lo que tienes que pedir, querida mía. Mo me atrevo a hacer lo que me ha dicho él porque no sé si se debe o hay que esperar. Además me preocupa mi hijo que está como loco, preguntándome si él le ha matado, diciendo que ya no tendrá paz en su vida, leyendo y releyendo las cartas que le ha escrito para ver lo mucho que le ha hecho sufrir, y enloqueciéndose y enloqueciendo a su mujer. Ahora se agarra a mí como un loco: "Madre, ¡no nos abandones tú!".
Aún me piden auxilio a mí y me dicen que su única salvación puede ser que vaya a estar con ellos un poco de tiempo... ¡yo que no tengo fuerza para moverme! No sé qué voy a hacer. Quisiera poner una casita para ti y para mí, y aunque vaya con ellos este verano, volverme aquí después, donde estará él y donde quiero estar yo. El único miedo que tengo es perder la cabeza. Esta manía de que nada es definitivo, de que todo tiene remedio y se puede volver a empezar... no me hagas caso.
Te beso muchísimo. Encarnación.
Orange, New Jersey, 3 de enero de 1950.
Mi Inesita queridísima: ¡Se hizo el milagro! Hubiera querido tener campanillas de larga distancia para que las sintieras... Llegó una carta de don Manuel Aguilar. Dice, entre otras cosas, (porque está radiante): "Mila y Piolín se puso a la venta el día 15 y hoy 27 casi no nos quedan ejemplares y no tenemos más remedio que echar a la calle otra edición en el mes de enero, sea como sea. ¡Es un gran éxito! El día 15 de junio termina nuestro contrato que empezó en el año 35. Espero que, como estamos en la acera de en frente, usted dé el salto para firmar el nuevo: ponernos de acuerdo en otras muchas cosas...».
Se lo leí a mi hijo, que se quedó asombrado... pues una de las cosas de este ambiente es no dar importancia a lo que hago y seguir considerando que no tengo un céntimo para vivir... Íbamos a comer en ese momento y, al levantarnos de la silla, me dijo: "¿Y qué piensas hacer?". Yo contesté, aún sin pensarlo y con una seguridad que me dejó asustada: "Irme en mayo". En la cocina estaba Ana María, porque era sábado y no tenía oficina, y se lo dijo. ¡Ha sido como si se rompiera algo que nos separaba! Desde ese momento, Ana María es otra persona. Me habla, me sonríe, me trata con una confianza y una naturalidad que yo no había conocido en un mes. Constantemente hablo ya de ello. "En mayo, cuando me vaya..."; "Este verano en Ortigosa..."; "Voy a decirle a Lorenzo...", etc. Permanentemente está ya entre nosotros la idea del viaje. Mi hijo me ha preguntado mirándome fijamente: "¿Cuándo volverás?". He contestado que antes de irme preguntaré cuánto tiempo puedo estar fuera sin perder el derecho de inmigrante...
Han cesado las disputas en la habitación de mis hijos. Luis está mejor por lo tanto, y desde ahora la vida se torna apacible. ¡Dios sea bendito! Yo no sé cómo decirte mi alegría, mi paz y mi fe absoluta. Me voy a España. No es que me guste la idea de volver, aunque poco a poco me voy haciendo a ella, pero es la única salida de este espanto donde me había metido. Mi hijo está mejor sin mí porque Ana María no le atormenta, le quiere muchísimo, le mima, le atiende permanentemente, es para él una hermana de la caridad, y una esposa de una ternura que conmueve. Además es sana, es fuerte, le ayuda en todo... la parte espiritual, mejor dicho intelectual, no es muy profunda pero no deja de existir, porque tienen muchos libros y algunas veces un artículo que acaban de leer en una revista les lleva a asesorarse en un libro... En fin, tampoco convendría demasiada espiritualidad en una vida como la que ellos tendrán que hacer siempre.
Antes de irme romperé todos los papeles de Eusebio que he traído para el hijo. De esto no se puede hablar y es mejor hacer el silencio ya sobre todo. Dejaré todos los libros de Eusebio. Míos hay solamente tres docenas que llevaré en una maleta.Y todo lo que he traído mío me lo volveré a llevar. Pienso decir a mis hijos que voy a dejar una habitación alquilada en Barcelona para volver todos los años, y por lo tanto me conviene arreglarla a mi gusto... una vez allí... veré lo que debo hacer. He escrito inmediatamente a Barcelona, pues no quiero vivir en Madrid, donde tendría que vivir con María Baeza o en el mismo plan en que estuve.
En Barcelona conozco a unas señoras que tienen habitaciones que alquilan. Es en pleno centro, en una hermosa casa de principios de siglo, donde podré vivir hasta con muy poco dinero. Cuando lo necesite, me iré a Madrid por ocho días y volveré a Barcelona. Me gusta más porque es la ciudad de España que más se parece a Buenos Aires... porque además es menos clerical que el resto de España y porque tiene alrededores preciosos, el mar, montañas, casi en la misma población, con bosques de pinos hasta la cumbre... Allí te voy a esperar. Voy a ahorrar mucho dinero para mandarte para el viaje, y tú también vendrás a Barcelona a la misma casa donde yo estaré, y como el clima es húmedo y suave como el de Buenos Aires, podrá ser aquel nuestro centro de operaciones para viajar en todos sentidos, sin que la salud se resienta.
Porque hay que tener en cuenta que tú tendrás que venir en pleno invierno de Europa. He escrito a estas señoras pidiéndoles una habitación para el mes de mayo. Es muy buena época porque es cuando se les desalquilan las habitaciones de los estudiantes que vienen por el invierno a la ciudad... ¡Estoy casi contenta! De pronto espero algo todavía en este mundo, y ello me hace quedarme embobada con los ojos abiertos...
No he recibido ninguna carta en toda la semana. Si no llega a ser por el milagro, ¿qué hubiera sido de mí? Es como si toda mi vida anterior se hubiera perdido. Ya estoy segura que la carta en que iban los dólares se perdió, y no ha sido eso lo malo, sino que la persona que se ha quedado con ellos tal vez sospecha que puedo mandar más y se va quedando con todas las cartas. ¿Cómo sería posible si no que nadie me contestara? Ni Laura, ni Víctor, ni Beba... ni siquiera tú. Ya me imagino que los exámenes te han traído enloquecida... también se me ocurre pensar que no me contestáis hasta que se pasen las Pascuas, pues habiéndose perdido la carta del regalo, no queréis decírmelo para que no vuelva a repetir el envío...
Me doy paseos larguísimos todas las mañanas y ya conozco todos los alrededores que son verdaderamente preciosos. Me entiendo bien en las tiendas por señas y como puedo. Pero compro lo que necesito, si lo veo por allí. Ahora lo que necesito es que me manden dinero como sea para el viaje. Es casi la tercera parte que lo que cuesta de la Argentina, pero en cambio no hay ningún barco a Barcelona y tendré que cruzar en tren toda Francia, desde Burdeos hasta la frontera con Cataluña. De todo esto se va a enterar con gusto Ana María y ella me va a decir precios y demás. El viaje es solo de seis días.
Tengo que acabar Celia se casa. Mañana mismo me voy a poner con ello, pues es preciso mandarlo antes del 15 de este. También voy a ponerme con los diez capítulos últimos de la segunda parte de Mila y Piolín. Precisamente he encontrado aquí un libro de Cejador, que está escrito para niños (pero que ningún niño español habrá leído, con su letra menuda y sus largos párrafos) que me va a servir muchísimo pues tiene toda la parte anecdótica de la Historia de España. Esta segunda parte se llamará Mila, Piolín y el burro. ¡Creo que me va a salir preciosa! Se me va cuajando en la cabeza desde hace dos días.
Inesita querida, ¡te espero en España! Luego que estemos juntas. Dios dirá si me debo volver contigo a la Argentina o quedarme esperándote otra vez. Ahora me parece todo posible. Aquí... tal vez vuelva alguna vez a verlos... Siempre con el tiempo de mi vuelta a España bien determinado. Viviendo modestamente en España podré tener siempre cinco mil duros para hacer un viaje en cuanto me apetezca.
El último día del año una discípula de mi hijo los invitó a pasar la medianoche en su casa. Mi hijo le dijo que estaba yo y ella, que es una francesita muy mona, casada con un riquísimo norteamericano de la fábrica de perfumes Dorothy Gray, se empeñó en que me llevaran. Fui, porque ya mi estado de ánimo había cambiado. Es en otro pueblo, pero como las calles entre el bosque están llenas de casitas nunca se sabe dónde empieza un pueblo y se acaba otro. Mi hijo, que conducía el coche, iba como siempre, en un estado de nervios tan terrible que no es posible hablar ni casi moverse.
Menos mal que en pleno bosque están las luces verdes y encarnadas de las señales, lo que ayuda mucho, pues había mucho tráfico en esa noche. La casa preciosa. Tenía televisión y después de varios números de ópera y variedades vimos el centro de New York completamente lleno de miles y miles de personas esperando que dieran las doce en el reloj, que por cierto tiene una bola como el de la Puerta Sol y cae al dar las doce, con el consiguiente griterío de la gente y los vivas, mejor dicho hurras, al año nuevo. Yo me emocioné un poco... nos dieron una deliciosa cena fría y nos regalaron perfumes y cremas. Ahora tengo dos inmensos frascos de crema líquida rosada que no me decido a ponerme... Hablé francés con la francesita y un poco de español y quedó tan encantada que ha hecho prometer a mi hijo que me lleve otra vez. Yo, en vista de los problemas que representan los viajes en el auto, no tengo ninguna gana... Ayer estuvimos paseando por el bosque debajo de la lluvia... Hoy también llueve.
Te escribiré pronto. En esta carta no puedo decirte más que lo contenta que estoy.
Sanatorio Puig de Olena (Centellas). Barcelona, 25 de diciembre de 1951.
Inesita querida: En lugar de escribirte ayer lunes como siempre tuve que dejarlo hasta hoy y hoy no estoy mucho mejor. Se me ha hinchado la cara y sobre todo el cuello de una manera monstruosa. ¡Si me vieras! Soy como un sapo horroroso. la boca hundida entre los mofletes, los labios morados y los ojos casi fuera de la cara... Al principio creí que esto pasaría. Ya lo tenía cuando escribí a Laura diciéndole que no dijera nada pero esto no pasa y hasta parece que va a más. No me dicen nada. Ahora está aquí el doctor Ribas. Parece que el corazón ha continuado desviándose y, sobre todo, la aorta está tan fuera de su sitio que toda la circulación está trastornada. He llorado tanto estos días... porque además de sufrir de la tirantez del cuello y de las sienes, ¡verme así en el espejo...!
Sin embargo, anoche a la una me subieron a la capilla en silla de ruedas. La Misa del Gallo fue a las 12 pero como fue cantada duró una hora y a los enfermos graves no nos subieron hasta la segunda misa que empezaba a la una, pero como a muchos los llevaban en la misma cama (a mí me llevaron en sillón de ruedas), tardaron tanto en colocarnos que en realidad fue la tercera misa la que oímos. Tuve mucho valor y no lloré ni cuando vino el sacerdote a mi sitio a darme la comunión. En mi habitación al volver me esperaba el médico, la directora y Asita Madariaga, todos con regalitos. Pañuelos, un muñequito, una bolsita para perfumar la ropa. Me parece que todo esto lo veo desde otro lugar del mundo y que ya nada va conmigo. Tomo unas píldoras para contener hemorragias, que hasta ahora no he tenido ninguna. Creo que los antiguos hacían mejor sangrando a la gente.
Mi hijo me ha mandado un tarjetón enorme con muchas figuritas. Ha llegado otro libro, El ángel de la trompeta, que consigue algunas veces sacarme del mundo. Me parece que este es de los que ha venido por barco. Si me mandas más, a estas señas: Vía Layetana, 159, Editorial Aguilar, para Elena Fortún, Barcelona; y lo mismo las revistas, que aún no ha llegado ninguna, mándalas a esa dirección porque ellos me las pueden mandar y, en cambio, aquí hay un semillero de pueblos con administradores de Correos ladrones que se quedan con todo. Aún no he podido conseguir que vaya nadie a la Garriga a ver si hay allí algún libro detenido. También ha ayudado a todo esto el que sea Navidad y haya millones de paquetes detenidos en la central de Barcelona. En fin, todo irá saliendo si Dios quiere y aún me tiene aquí para verlo.
He rezado por ti esta noche en la capilla para que consigas la jubilación y unos dulces años de paz. Todo lo mereces y Él es buen pagador para lo bueno y para lo malo. Reza por mí. Dile que me lleve pronto, pero que antes me quite esta deformidad que me hace tan desgraciada y me hace sufrir tanto. Me obligan a comer y no puedo. La congestión se hace mayor entonces y se me hacen dos bolas en las sienes como si fueran a estallar. Mascar es un trabajo terrible y como nada de lo que como me gusta porque he perdido el gusto, sufro un martirio cada vez.
Te mando muchos besos. Tu Encarnación.
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[Sabes quién soy (Tomo I) y Mujer doliente (Tomo II). Cartas a Inés Field (1897-1994). Elena Fortún. Edición de Nuria Capdevila-Argüelles. Editorial Renacimiento, 2020. 572 páginas. 33,16 euros]