Un ave de plumaje ocre que bien podría ser Mustafá, la idea de Mustafá
En 'Angelus Novus', de Bashkim Shehu, dos cautivos se conceden el privilegio humano de hablar libremente, como libres señores de sí mismos, en un patio de prisión
9 diciembre, 2018 00:00El pasado domingo presentamos en Port Bou la novela de Bashkim Shehu Angelus Novus. Se cumplían más o menos veinte años desde que conocí a este excelente autor albanés, que tras pasar años preso en las cárceles del tirano Enver Hoxha y escapado de las turbulencias políticas de su país natal, acababa de aterrizar en Barcelona y había publicado Confesión al pie de una tumba vacía. Tanto en la Confesión como en Angelus Novus como en las otras novelas que ha publicado en español o en francés sabe ligar episodios traumáticos de la reciente historia de su país, en algunos casos de su propia experiencia, con la historia de las ideas y con lo que Freud llamó “sentimiento oceánico” que se presenta cuando contemplamos un mundo infinito, en el que por cierto se ordena esa larga historia de sufrimientos de la especie humana, comparada con la cual la suerte del individuo particular parece muy pequeña e insignificante, en una continuidad de pasos perdidos desde las huellas de Laetoli que dejaron nuestros antepasados caminando erectos por el barro hacia un abrevadero de Tanzania... hace 3,7 millones de años. Entre aquellos primeros homínidos y nosotros, cuántas generaciones dolientes.
Con el “sentimiento oceánico” se presenta la necesidad tan humana y tan acuciante de elevarnos sobre nosotros mismos y, sobreponiéndonos al vértigo abismal, meditar quiénes somos, dónde estamos y por qué, y cómo fugarse de la cárcel del mundo, con toda la serenidad y la potencia de las que seamos capaces. Yo imagino que algo así es lo que empujó a Descartes a envolverse en la manta de la leyenda, real o metafórica y empezar por el principio: “Pienso, luego soy...”.
Angelus Novus, la impresionante novela de Shehu ambientada en un patio de prisión donde dos cautivos se conceden el privilegio humano de hablar libremente, como libres señores de sí mismos, es la sustanciación de una meditación obsesiva, circular, a partir de dos hechos paralelos e insignificantes/fundamentales que el texto pone en relación. Uno de esos hechos es la muerte por suicidio de un preso de 29 años llamado Mustafá Bajraktari, que durante un breve lapso fue una personalidad mítica en el universo concentracionario, con quien el autor no llegó a coincidir en el penal de Burrel pero de cuya peripecia le llegaron ecos, al que representa en la poderosa inteligencia del personaje de Mark, y a quien va dedicada la novela con una cita de Walter Benjamin que resume tan bien lo que vengo diciendo: “Tal vez sea uno de esos seres que, según el Talmud, son creados a cada instante en innumerables legiones para callarse y desaparecer en la nada después de haber elevado su voz ante Dios.”
Y el otro hecho o eje de la novela son precisamente las circunstancias y motivos del suicidio de Walter Benjamin, que se evadió de este mundo con un sentimiento de fracaso total e íntimo, después de otras tentativas previas en Ibiza y en París, ahora por fin en Port Bou, escapando de la ocupación nazi y después de llegar al convencimiento de que el futuro que supuestamente le esperaba en Estados Unidos o en Israel no era viable.
Para pensar a Benjamin al cabo del camino, Shehu lo convoca a través del dibujo de Paul Klee titulado Angelus Novus en el que el filósofo creyó reconocer, como refleja una de sus páginas más famosas, al Ángel de la Historia contemplando el montón de las ruinas de las catástrofes que la componen, pero sin poder pararse a socorrerla, porque se lo lleva con poderoso impulso un viento que no es sino el viento del progreso.
Es un dibujo de tonalidad ocre, un color parecido, explica el novelista albanés, al de las paredes del penal de Burrel, y parecido también al color del plumaje de una paloma, una en concreto, algo diferente de las demás palomas de plumas grises que revolotean una mañana, ya recobrada la libertad, por las mesas de la terraza de un bar en Roma, recordándole la vestimenta a rayas de los presos. Esta otra paloma parecía del color del dibujo de Benjamin y de las paredes de Burrel.
Este domingo hacía en Port Bou un día espléndido, templado, luminoso. Hablamos, comimos frente al mar, visitamos el memorial de Benjamin, y nos fuimos.