Antonio Escohotado: "El odio del gremio académico es mi medalla al mérito"
El pensador habla de los nacionalistas --"Son unos cagones. No sacarán adelante nada"-- y considera "una memez malintencionada" que se diga que el catalán es superior al castellano
4 junio, 2018 00:00Antonio Escohotado (Madrid, 1941) es un señor con infraestructura de maestro. Todo menos un sabio adusto. Piensa y desconcierta con un equilibrio de hombre a solas, de lobo bueno y pedagógico. Enciende un cigarro tras otro, mientras deja al hablar la fragancia impaciente de quien casi leyó todos los libros. Él anda siempre como de moda y sabe que, de algún modo, genera espectáculo. Acaba de poner en órbita, con ayuda de su hijo Jorge, todos sus libros --los perdidos, los raros, los desaparecidos-- en La Emboscadura (www.laemboscadura.com). “Unos miran hacia atrás con ira y otros miran hacia atrás con nostalgia”, asegura, entre risas, sobre ese viaje al pasado.
--¿Dónde se ubica usted? ¿En la ira o en la nostalgia?
--No me ubico nunca, más que a posteriori. Mi maestro Hegel decía que lo verdadero siempre es el todo, lo verdadero es el resultado. Me crié con la sensación de que era un poco bochornoso tanto patrioterismo como había en la escuela en tiempos de Franco, cuando estudié Bachillerato en los años 50. Pero ahora se ha puesto todo tanto a la inversa que no puedo participar de las memeces del Institut Nova Història, por ejemplo, que se inventa la historia porque les da la gana a cuatro paletos analfabetos. España, por una parte, es el país más antiguo de Europa y, por otra parte, uno de los peor avenidos. Cosas que pasan.
--¿Tiene alguna importancia para usted ser español?
--Bastante, sobre todo indirecta. Si fuera inglés, habría vendido, por lo menos, cien veces más libros. Si fuera francés, simplemente el doble. A efectos de los que dedicamos la vida al estudio, ser español, belga o noruego no es tanta la diferencia, pero, desde luego, no odio para nada la unidad que forma España. En cambio, sí detesto a los que quieren romperla en nombre de un localismo u otro.
--Quizás no haya otro país tan cuestionado por sus propios ciudadanos como España.
--Ojalá lo cuestionásemos. La actitud de preguntar y preguntarse es la más sensata que puede tener un ser humano. Es la que tenía Sócrates, que, por cierto, acabó pagando con su vida tanta honradez como tuvo. Pero igual que no nos preguntamos, sí estamos muy dispuestos a olvidar la grandeza de parte de nuestro pasado y a maldecir lo que ni conocemos ni estimamos en su justa medida. Por ejemplo, Hernán Cortés, uno de los hombres más grandes de la historia de la humanidad. Digo, y digo bien, de la historia de la humanidad y tienen que tener escondidos sus huesos en México porque hay tanto odio hacia él que lo sacarían y lo profanarían, orinando sobre él por ejemplo.
--Ahora que habla del pasado, usted ha sido muy crítico con la memoria histórica.
--La memoria histórica es muy curiosa porque, en realidad, es un decreto impidiendo que haya memoria. Sería más correcto llamarla ley de la desmemoria impuesta. Es otra de las canalladas que se podían esperar del señor de los hoyuelos [José Luis Rodríguez Zapatero] que, además de arruinarnos, desenterró el hacha de la guerra que parecía terminada cuando entramos en la UE. Y, además, claro, ha estropeado las relaciones de los padres con los hijos, de los esposos y las esposas. En realidad, él decidió que iba a ser el Solón de los tiempos modernos, el legislador. Ese analfabeto ayudado por las señoritas [Leire] Pajín y [Bibiana] Aido… Menudo sinvergüenza… Bueno, sinvergüenza no. Podría considerarse injurioso, no lo mantendré. Diré mejor: desinformado y mal intencionado.
--Al menos, las familias que tienen a sus parientes enterrados en las cunetas querrán darles un lugar digno de descanso, ¿no?
--Es una mentira. Salvo que seamos animistas en su forma más primitiva, sabemos perfectamente que los huesos no van a cambiar para nada, que el espíritu es inmortal y no está en los huesos. Sabemos que el espíritu no es un hueso. El que no sepa eso es un débil mental profundo. Eso es una excusa para resucitar el odio. Pero, además, resulta que en la Guerra Civil quienes más mataron, aparte de las luchas en el frente, fueron las checas. ¿Quién las fundó? Pues, naturalmente, los soviéticos. Mi madre se pasó tres años escondida en la legación de Rumanía porque la hubieran fusilado en otro caso. ¿Cuál era la acusación? Pues que era hija de un magistrado del Supremo. Eso bastaba. Todas esas personas como mamá que no consiguieron salvar la vida, ¿ésas son las que quería Zapatero que desenterremos?
--¿Cómo vive el tema catalán?
--El primer día, el 1 de octubre, me dijo un amigo: "Los malos han ganado". Le respondí: "Son unos cagones. No sacarán adelante nada". Y a la vista está.
--Imagino que estará atento a ver qué hace Quim Torra, presidente de la Generalitat.
--Es un payaso. Esos argumentos racistas son inquietantes para su salud mental, inquietantes para su buena voluntad, inquietantes para juzgarle a él. A mí por qué me va a inquietar que él haga el ridículo o demuestre su torpeza. Incluso nos favorece y fortalece. Cuantas más payasadas hagan, mejor. Lo que pasa es que ya está bien que Rajoy les siga pagando a estos señores el sueldo. ¿De quién vive Puigdemont? De Rajoy. Ya me gustaría equivocarme aquí, pero no lo tengo nada claro. Me parece que es Rajoy el que decide seguir manteniendo los sueldos de esta gente. [La entrevista se realizó antes de la moción de censura que permitió a Pedro Sánchez sustituir a Mariano Rajoy al frente del Gobierno]
--Debe ser de los pocos ciudadanos que parece realmente aliviado con este asunto.
--Porque lo único que debe preocuparnos estaba antes y era la posibilidad de que tuvieran la mitad más uno. Como está claro que no la tienen, todo lo que hagan es pataleo y payasada. Otra cosa es que tomará mucho tiempo que esa comunidad autónoma, igual que el País Vasco, entre en razón y se dé cuenta de que estamos en un mundo globalizado, en un mundo donde progresa la unidad, no la separación; donde progresa la concordia en vez de la discordia. Decir que el catalán es mejor que el castellano, bueno, es una chorrada, una memez malintencionada. Allá el que la dice, pero a nosotros no tiene por qué afectarnos. Podemos reír un rato y, sobre todo, decir no me interesa el tema, paso. Intenta hacer algo con tu ridiculez porque, hasta ahora, no te acercas a la mitad más uno y, hasta entonces, no hay nada de qué hablar.
--Del presente, entonces, ¿hay algún problema que le preocupe?
--Tenemos mil retos por delante, pero no hay manera de reunir en un solo problema todas las cuestiones. Incluso se podría considerar peligrosamente equivocado agrupar en uno los desafíos a los que nos enfrentamos generaciones como la mía, generaciones como la suya… Tenemos que espabilar, como siempre. En la vida hay que espabilar porque si no, la vida te sobrepasa, te quedas al margen.
--Ni siquiera la banalización de la política…
--Hace tiempo ya de eso, eh.
--Bueno, con el máster de Cristina Cifuentes o el chalé de Pablo Iglesias e Irene Montero hemos tocado techo.
--Mire, esta tendencia arranca con la mecanización industrial, o sea con la gran capacidad inventiva que permitió fabricar en masa las cosas y, al abaratarlas drásticamente, se logró que todo el mundo tuviera acceso a ellas, desde el televisor, el automóvil, la u-ni-ver-si-dad… [deletrea, una a una, las sílabas] El hecho de que todo el mundo tenga acceso a la educación secundaria y universitaria, evidentemente, dispara una crisis de vocación tanto en el profesorado como en el alumnado. Si tomamos el tronco por las hojas, entonces pensaremos que hoy abunda la banalización, pero todo esto viene de la democratización inducida a su vez por el genio técnico que consiguió, a su vez, producir en masa. La producción en masa de todo tipo de cosas es el origen de lo que ahora llamamos banalización, trivialización… Es decir, qué pocas personas están viendo un buen programa en National Geographic y cuántas están viendo un programa de… [duda] de Belén Pantoja… Belén Pantoja, ¿no?
--Imagino que se refiere usted a Belén Esteban o a Isabel Pantoja. Por cierto, si me permite, le diría que son los nombres más improbables que creía que saldrían en una charla con usted.
--[Risas] Sí, eso es. Se me mezclan las dos. Lo que le quería decir es que lo normal en el pueblo español es tener muy claro el nombre de la una y de la otra, y no tener claro el nombre de Kant o el de Einstein. Allá ellos.
--Usted ha estado vinculado a la Universidad…
--Treinta y siete años, nada menos… [risas].
--…Y todavía le dedica diez o doce horas diarias al estudio, pero no está en sus organigramas, en sus puestos de responsabilidad, en sus departamentos.
--Le dedico quince horas al día, pero a mí siempre me ha detestado mi gremio. Cuando me presenté a [profesor] titular, éramos seis mil y uno se quedó fuera. Yo. Eso indica hasta qué punto tenían buena voluntad y, luego, para qué vamos a perder el tiempo con más detalles de mi trayectoria académica, pero siempre ha sido lo mismo. No está bien en España querer ser independiente, no está bien pensar que no necesitas formar parte de las capillas. Eso se toma muy mal. Estamos en un país en el que las personas empiezan a ser admisibles en forma de cadáver. Hasta que no están muertas va a ser difícil que reconozcan lo que tienen. Mientras tanto, va a haber un mangoneo de mediocres apoyando a mediocres y, bueno, tampoco pasa nada. No va a acabar con la galaxia.
--Esa independencia ya le costó algún disgusto con la tesis, dedicada a Hegel.
--Me la quisieron echar abajo. Me dijeron que Hegel era el maestro de Marx y, además, protestante, y que estábamos en España, que es un país nacional católico. Me quedé muy parado, minuto o minuto y medio sufriendo, y después le respondí: "Usted es un renacuajo. No me va a torcer la vida". Y así fue.
--Y, de ahí, su primer libro, La conciencia infeliz, también envuelto en la polémica.
--Es la tesis doctoral, pero retrasaron la lectura con maniobras ridículas. Tuve que acabar llevándome a un notario para demostrar que estaban los examinadores pero no querían ir al aula. El notario iba a levantar acta de que allí estaban el decano y los profesores y, entonces, tuvieron que ir rápidamente al aula y me dieron el summa cum laude en dos minutos. Es más, me dijeron que no leyera, que ya está. Fuera.
--Ese libro entró en el índice de libros prohibidos. ¿Un honor, supongo?
--Sí, claro. En el Index librorum prohibitorum, que todavía existía. Ese odio del gremio académico siempre lo he tomado como la única medalla al mérito de mi vida. Como la Laureada de San Fernando.
--Pero ese gobierno de los mediocres no es exclusivo de la universidad.
--Para nada, para nada. Esa gente que ve los canales del tres al seis, para mí, es inexplicable. Cada vez que, por casualidad, le doy mal al mando y salgo entre la tres y la seis, me voy de inmediato. Sin embargo, contemplo con estupor que las personas a mi alrededor ven esos canales que son bazofia pura y simple. Veinticuatro horas de bazofia. Pero no soy censor ni juez de nadie, que vean lo que quieran.
--Usted pasó de las aulas universitarias, casi, a Ibiza.
--Aquello fue muy divertido. Fue darme cuenta de que no bastaba con la filosofía y con el estudio y que había que vivir aventuras. Y, en aquel caso, participar en lo más grande que ha habido en la segunda mitad del siglo XX: la revolución sexual. Si se fija es lo único que hemos hecho y lo único que va a quedar. Ya no persiguen a la gente porque sea gay, onanista o por hacer orgías. Van a dejar al personal en paz, que es lo que no han hecho durante miles y miles de años, y lo que siguen haciendo los islámicos, o simplemente, Fidel Castro.
--Y tuvo una estancia en la cárcel bastante productiva, por cierto.
--Me encerraron por tentativa imposible de tráfico de drogas. Eso decía la sentencia. Imposible porque los que compraban y vendían la droga eran policías… disfrazados de gánsteres. Ahora eso se llama delito provocado y no hay causa de procesamiento; hay libre absolución. En ese cambio, por cierto, influyó mucho mi caso.
--Debe ser usted el único que tiene buenos recuerdos de la prisión.
--Hay mucho quejica por el mundo, amigo. A mí me vino fenomenal porque pedí aislamiento integral y, entonces, me quité lo peor de la cárcel, que son los otros. Fueron unas vacaciones humildes, pero pagadas. Estuve contento desde el primer día hasta el último. El director de la prisión me felicitó por la reinserción. Cuando salí, acababa de publicar la Historia general de las drogas, que escribí allí gracias a las dos maletas con fichas que me llevé.
--Acaba de mencionar uno de sus grandes trabajos, aunque creo que valora aún más Los enemigos del comercio. “Es la obra de mi vida”, ha dicho.
--Ya me puedo morir tranquilo, sí.
--Hay un hilo conductor en los tres tomos: la buena fama de la que siempre ha gozado el comunismo.
--O dicho de otro modo: por qué tiene tan mala fama la libertad de iniciativa, el capitalismo. Que se mire cada cual a sí mismo, que vuelva la mirada hacia dentro, que recapacite si la envidia es un asunto sólo de los demás o, a lo mejor, hubiera algo de eso dentro de él. Y empezará a entender de qué va la película,
--Ha asegurado que en la Historia general de las drogas exploró el miedo del hombre a sí mismo, y en Los enemigos del comercio, el miedo a los demás.
--En la Historia general de las drogas, los miedos a uno mismo. Si cojo una cosa placentera, no voy a saber administrármela y se me va a indigestar. Ese es el origen de la actual prohibición de las drogas. Los enemigos del comercio es el terror al vecino, que nos tiene envidia y se quiere quedar con lo nuestro, desde la esposa hasta los bienes.
--¿Qué tiene ahora entre manos?
--Estoy haciendo un libro pequeñito recreando la Atenas clásica. Va a ser pequeño, sin notas a pie de página, sin índices analíticos, sin bibliografía. Voy a dar un alivio a los lectores que me queden con una obrita, no diré que sea menos densa de pensamiento, pero sí más aliviada de aparato crítico.
--Su libro Aprendiendo de las drogas se barajó como lectura obligatoria en la Secundaria en lugar de Ética para Amador de Fernando Savater.
--Eso me dijeron. En la asignatura de Educación para la ciudadanía, donde luego acabaron imponiéndose en los manuales [José Antonio] Marina y algunos otros profesores. No sé si es cierto rotundamente, pero alguien manejó mi libro para ese fin. ¡Qué lejos estamos de eso en estos tiempos de corrección política, que es una forma light de plantear el marxismo! Mire, la inteligencia es elocuente por sí misma. El hombre inteligente no necesita ni apoyo del gobierno, ni censores, ni carceleros, ni código penal. Él dice cosas que todo el mundo entiende y, al oírlo, dice: ¡Claro!. Los otros, los que quieren mandar, necesitan censores, carceleros, leyes injustas. Normal.
--¿Se sigue definiendo como un liberal demócrata?
--Entiendo que el socialismo democrático es la rama racional y actualizada del liberalismo antiguo, del liberalismo doctrinario, digamos tipo Guizot, el ministro de Luis Felipe, o nuestro Cánovas del Castillo. Querían las libertades, pero les daba miedo que la plebe entera votase. Luego, se nos ha quitado ese miedo, ha votado todo el mundo y, aunque, digamos, no podemos estar muy contentos, el mundo va bastante mejor que cuando estaban Stalin, Hitler o Mao. De modo que la democracia sigue siendo el mal menor.
--La nueva revolución, dicen, es la de la mujer. ¿Qué opina?
--Pero si todos los hombres sensatos son feministas. Yo soy feminista. Tú, seguro, también. Todos queremos que la mujer ayude al hombre en la misma medida en que el hombre se ayuda a sí mismo. Todos queremos la igualdad jurídica, que no tenga obstáculos por haber nacido del otro género. Lo que pasa es que la causa la llevan, parece, unas pobres subnormales… Estoy seguro de que nueve de cada diez mujeres no están con este extremismo de "te voy a castrar que es lo que estoy deseando porque vivo en una sociedad patriarcal".
--Para concluir, ¿me podría recomendar algo de la cultura española --un libro, una película-- que le haya interesado recientemente?
--Bueno, como hay tanta parte subvencionada, sólo destaca el mediocre. Este régimen de subvención reduce drásticamente la calidad de lo producido. Basta seguir la trayectoria de empresa soviética, que es la empresa subvencionada por definición para evitar la plusvalía y para evitar el robo del capitalista, para comprobar cómo funciona. Para impedir que vengan los listos, que se llevan como estafadores, digamos, una cuarta parte cada diez años, pues así viene sucediendo desde que cambiamos el dinero metálico por el papel moneda, vino la Unión Soviética y sus otros y aniquilaron la actividad económica en general. El remedio agrava mil veces el mal. Eso es lo que ha pasado. No vamos a conseguir acabar con males menores a través de males mayores; eso es evidente. Esta ola de mediocridad, de vulgaridad, de bajeza que invade al mundo en los últimos cincuenta o sesenta años no es más que la otra cara de la moneda de su prosperidad, de su abundancia, de su desahogo. No seamos unilaterales, no seamos vulgares nosotros mismos; veamos las cosas como son. Es imposible que haya norte sin sur.