Álvarez Junco versus Terricabras: contra la identidad
La angustia es el último eslabón de la identidad. Así puede llegar a sentirse Josep Maria Terricabras, europarlamentario de ERC y filósofo, si se pone en huelga de hambre en la puerta del Parlamento Europeo. Ningún Gobierno europeo apoyará su causa, pero él anunció que lo haría, si el Estado impedía el referéndum catalán; y el profesor es un santo testarudo.
La principal función de una religión es la identitaria; “te dice quién eres”, escribió en Dioses útiles (Galaxia Gutemberg) José Álvarez Junco, profesor emérito de la Complutense y ex miembro nato del Consejo de Estado. La nación es una especie de pensamiento único instalado en la mística. Los pueblos-nación son revelaciones celestiales --“és Montserrat el nostre Sinaí”, dice la letra del Virolai-- como pudo comprobarse en el conflicto de los Balcanes. En pleno sitio de Sarajevo, si le preguntabas a un bosnio qué eres, te contestaba bosnio, porque soy musulmán, y si se lo preguntabas a un chetnik te decía “soy serbio porque soy ortodoxo”. El monoteísmo instaló a Dios en el pensamiento crítico: en las tres religiones semíticas, la divinidad alumbra el camino de la nación sembrado de espinas; la fiesta religiosa y el rito profano son inseparables aunque unos estén en el patio de butacas y los otros en el anfiteatro. Y el populismo moderno remueve estos conceptos: ahí están Trump o Nicolás Maduro que basan su deriva en la afirmación identitaria, un absolutismo mayor que el comunismo o el fascismo.
Terricabras es la doctrina y Junco la distancia; siendo ambos sabios, son la inmolación y el análisis; la centrifugación frente al gentrificación
Terricabras es la doctrina y Junco la distancia; siendo ambos sabios, son la inmolación y el análisis; la centrifugación frente al gentrificación; la equidistancia frente a la globalidad; la autoafirmación frente al cosmopolitismo a veces impostado; la lucha de hoy frente al mañana sin recuerdo apesadumbrado; la historia frente al camino despejado. Son la crítica a la Transición incompleta frente a la glosa de un periodo democrático de cuatro décadas maravillosas, una fiesta de los sentidos con chicas de cine en los abrebaderos nacionales, como el pub Santa Bárbara de Madrid o el Celeste y el Bikini de Barcelona.
Terricabras nos diría que la Transición fue obra de funcionarios, y Junco le recordaría que, pese a todo, resultó. El protagonismo del aparato de Estado no puede detraer méritos al salto democrático duradero que ha liquidado el pesimismo de los pronunciamientos militares. La idea de España es España en si misma; ningún país existe si no hay una doctrina que lo sustente. En este sentido Aznar ( ay, ay...) le da mil vueltas a Rajoy, el misántropo ensimismado. Y tampoco queda en buen lugar la endeble España plurinacional de Pedro Sánchez, con su epitafio de la brevedad: “Todas las naciones son España”.
Sea cual sea la fórmula de futuro, el batacazo que empieza hoy en términos de acción-reacción no evitará la fuga de los integrados en el procés. La mayoría de los independentistas catalanes ya no están aquí; “son irrecuperables para el Estado español”, escribe Iñaki Gabilondo en su blog. El dúo de hoy, sujeto a la prueba científica de Guillermo de Okham, no arroja un vencedor porque ambos, Terricabras, director de la cátedra Ferrater Mora, y el complutense Junco, saben que el desafío indepe no tiene futuro. La estructura jurídica del Estado es la que es y el procés hace el ridículo tratando de parecerse a Escocia, “un territorio al que el Reino Unido le concedió derecho de soberanía”, como recuerda Romero de Tejada en su polémico libro Por qué hemos llegado hasta aquí (Ed. Núvol).
Terricabras nos diría que la Transición fue obra de funcionarios, y Junco le recordaría que, pese a todo, resultó
Hoy, miércoles 6 de setiembre, después de que hable Ubú rey, será un buen día para que Terricabras, devoto de la nación como religión, se marque un Mahatma. Pertenece a la cohorte de identitarios que no saben cómo las gasta Rajoy: el presidente ha anulado a Mas y a Homs; se ha comido Gürtel pasándose por el forro el delito societario de su partido y abatirá la ciutat d’ideals que volíem bastir... (Màrius Torres) desde el Tribunal Constitucional. Además, se fundirá a Colau, si al final la alcaldesa pone las urnas ("Aux captifs, aux vaincus... à bien d'autres encor", de Baudelaire). Rajoy actúa por delegación. Ya se ocupó de darle funciones al alto tribunal --en contra de sus magistrados-- en los últimos días de su mayoría absoluta. El runner de Sanxenxo concita la santería política y el galleguismo mágico. Practica la templanza e hinca el aguijón a toro pasado.