Filosofía

El poder de la ignorancia

5 junio, 2017 00:00

El 23 de abril pasado se cumplieron 36 años de la muerte de Josep Pla. En 1978, ya octogenario, escribió que "Cataluña es un país lleno de buena gente, hospitalaria, comprensiva, inteligente", pero que a la vez había bastantes locos en ella usando un lenguaje utópico, y queriendo cambiar la vida de los hombres y de las mujeres a cualquier precio. Y sentenciaba que, en aquel momento, Cataluña estaba llena de ellos. Qué no diría hoy día. Comparto lo primero de esas palabras, en efecto: tenemos entre nosotros muy buena gente, "hospitalaria, comprensiva, inteligente", lo cual inspira confianza, satisfacción y gusto, pero también la responsabilidad de que se mantenga e incremente.

En cuanto a la segunda parte, es evidente la alta densidad de irresponsabilidad y fanatismo que hay en muchos de nuestros cargos políticos. Para seguir indagando al respecto, no se me ocurre nada mejor que virar hacia atrás otros cuarenta años. Voy a escoger ni más ni menos que unos textos de Martin Heidegger, recogidos en sus Cuadernos negros (1938-1939), recientemente publicados. Yo no quisiera ser un atrevido, y menos un presuntuoso, pero bien sé que leer a este filósofo alemán no es nada fácil. Por esto, les solicito un sencillo crédito.

En esas notas privadas se puede leer que "todavía quedan románticos pueriles que se entusiasman con el Imperio"; seguía siendo militante del partido nazi pero con un inequívoco aire escéptico. Otra palabra talismán en aquel entonces, como era la revolución, es así descrita: "Las revoluciones son subversiones de lo ya dado, pero nunca transformaciones en lo completamente distinto". Una muestra de sensatez. Antes de proseguir, pensemos no ya en el experto ultramontano que recibe en nuestra tierra subvenciones para sus investigaciones en torno a la catalanidad de Cristóbal Colón, Cervantes y Santa Teresa de Jesús, entre otros, sino en el imperio en marcha. El imperio de los Països Catalans va adobado por varios flancos, entre ellos el de los separatistas que echaron a Mas; revolucionarios antisistema que son incondicionales del sistema nacionalista, "primero la patria". Hay por aquí una necedad que nunca va suelta.

El imperio de los Països Catalans va adobado por varios flancos, entre ellos el de los separatistas que echaron a Mas; revolucionarios antisistema que son incondicionales del sistema nacionalista, "primero la patria"

Sigamos de forma no-lineal con los cuadernos de Heidegger, el filósofo se preguntaba qué era la necedad, y él mismo se respondía que es la "situación de una comunidad en la que los individuos se persuaden recíprocamente" de que renunciar al "impulso meditador" brinda la sensación de una seguridad automática; de este modo, los "identificados" con esa comunidad eluden el peligro de ser cuestionados y las cargas que ello pueda suponer. Se llega así a la seguridad del fanático.

El poder de la ignorancia alcanza un grado en el que, sin llegar a obrar nada, se convierte en simple destrucción. Podríamos decir que elimina ingentes posibilidades, tanto individuales como colectivas. Hay veneraciones nada lúcidas, Heidegger deploraba hace ochenta años que se hubiese perdido toda confianza y respeto por la palabra, mientras que, en cambio, se producía un hablar desaforado y un escribir desenfrenado. De nuevo, el anuncio de una aniquilación.

Acabemos aquí con cuatro líneas del que fuera rector de la universidad de Friburgo: "El auténtico leer se libera de la letra y de toda bibliografía, poniéndose cada vez más exclusivamente bajo la exigencia de pensar solo unas pocas cosas, y de entre éstas sólo lo más escaso, y de esto solo lo más simple y lo que ha quedado mejor dispuesto y más encajado". No se me ocurre nada mejor para combatir la ignorancia y sus poderes.