El trasiego de clientes y curiosos que pasan por delante y entran en la Granería Sala es constante, como las gotas de rocío que caen al suelo desde una cornisa de piedra, con una cadencia totalmente precisa. Este comercio emblemático de Barcelona, fundado en 1885 por Isidre Sala y Antonia Vilaseca, está ubicado en el número 137 de Travessera de Gràcia, una calle que cuenta con sus propios pulmones y con un tráfico humano y de vehículos en el que esta pequeña tienda de barrio ha conseguido mantenerse fiel a sus orígenes. Todo ello con una estética prácticamente original y unos clientes devotos al negocio con los que el actual regente, Miquel Garcia, mantiene una relación familiar.
En la Granería Sala, como bien indica el nombre, se vende todo tipo de grano para la alimentación de animales, un perfil de producto difícil de encontrar en un entorno urbano como el de Barcelona. Por otra parte, también se pone a disposición de los clientes toda una selección de frutos secos, tanto autóctonos como internacionales, diferentes tipos de harina o platos cocinados de forma tradicional, como garbanzos o macarrones. Todo ello vendido a granel. La naturaleza de su actividad, tan diversa, tan poco habitual en la actualidad, hizo que que las extintas Páginas Amarillas, “rechazaran nuestra petición para ser incluidos en ellas, porque no sabían en que categoría clasificarnos”, explica Garcia.
Muchas manos, una idea
La historia de este comercio se remonta al año 1885, cuando Isidre Sala y su esposa, Antonia Vilaseca, emigran a Barcelona procedentes de su municipio natal, Puigverd d’Agramunt (Lleida), y se instalan en este local de Gràcia. Todo en un momento histórico en el que este distrito de Barcelona aún era un municipio independiente, hasta que la capital se lo anexionó en 1897 por orden de la Reina Regente María Cristina. El matrimonio decide venir a la capital catalana dado que, al ser Isidre el segundo hermano, “no tenía derecho a la herencia, por lo que se ven obligados a buscarse la vida de alguna forma”, explica el actual propietario.
En un primer momento se dedicaron al “grano y alimentación para animales” como las “almendras o avellanas con cáscara”. A continuación y, a demanda de los clientes, empiezan a introducir “otro tipo de productos para las personas”. Tras su muerte, el negocio pasa de generación en generación, hasta que lo regenta Maria Antonia Sala, nieta de los fundadores, que lleva el negocio hasta 2008, momento en el que, “tras quedarse viuda, decide jubilarse”. Esta mujer tiene dos hijos que estudiaron en la universidad, "y optaron por ello, obviamente”, considera Garcia. Es por esta razón que la granería pasó “a mi antiguo jefe, dado que yo antes era dependiente raso” y cuando él decide abandonar el negocio en 2019 “me lo quedo yo, y hasta ahora”.
¿Renovarse, o morir?
A lo largo de todos estos años los gustos de los clientes han evolucionado de forma substancial, y es por ello que la granería ha ido adaptando su oferta a lo que necesitaban los compradores en cada momento, explica Garcia: “Ahora nos piden productos como quinoa o harinas exóticas, entre otros”. En el caso de que haya varias personas que lo soliciten “y sea rentable, traemos mercancías a demanda”, dado que no es sostenible traer un producto muy especifico “para vender únicamente 100 gramos por semana” cuando antes has comprado “una bolsa de 10 kilos”. Fruto de esta renovación permanente, es la opción de poder comprar comida para llevar, como macarrones, o garbanzos y lentejas ya remojadas por medio de procesos naturales. Se trata de servicios “que el cliente valora”, considera el actual regente.
Sin embargo, la actividad principal que da nombre a este comercio de cada vez está más en peligro porque la gente “tiene menos pájaros, debido a que las administraciones restringen su cría”. En el momento en que se creó este negocio, y en las décadas siguientes, era habitual que en los tejados de los edificios “hubiera criaderos de aves”, por lo que se demandaba "mucho grano con el fin de alimentarlos”, relata Miquel Garcia.
Serrat y Constantino Romero
La experiencia es un grado, y en el caso de un comercio que ha sobrevivido 135 años, demuestran un compromiso con los clientes y un trato sosegado de los productos. Es por esta razón que a lo largo de los años son varias las caras conocidas que se han acercado a Gràcia para deleitarse el paladar. Es el caso de Joan Manuel Serrat, explica Miquel Garcia, que “como tenía su club de fans en la calle Ros de Olano, venía a comprar pipas”. Pero no ha sido la única persona famosa que ha venido, también lo hicieron en su momento Constantino Romero, Miquel Soler, exfutbolista del Barça, y otras personas vinculadas a la entidad azulgrana.
También es muy habitual ver pasar por delante de la tienda a grupos de turistas que, acompañados por guías, toman fotos a todo cuanto pasa dentro de la granería, cuyos clientes, ya acostumbrados, espetan: “Pongámonos guapos o saldremos mal”. Además de personas de todo tipo, procedencia y edad, la tienda tiene otros visitantes un poco más molestos. Se trata de todas las aves que, atraídas por el olor de los granos, se acercan hasta el lugar, con la esperanza de poder picar alguno caído al suelo. Miquel Garcia, con una técnica depurada, los espanta sin moverse de su sitio detrás del mostrador.
Pandemia y crisis de precios
Desde marzo de 2020, toda la humanidad está inmersa en una pandemia que ha matado a personas, miles y miles, pero también ha acabado con la labor de innumerables negocios. Este final, sin embargo, no ha sido el de la Granería Sala, dado que durante el confinamiento estricto de 2020 pudo mantener sus puertas abiertas “en jornada intensiva y de nueve a tres de la tarde”, porque eran un comercio considerado esencial. Eso sí, las ventas fueron menores, dado que “únicamente podían venir los clientes de las inmediaciones”, cuando es habitual que se tengan visitantes procedentes de otros puntos de Cataluña como “Vall d’Aran, Vielha, L'Hospitalet de Llobregat, o Torredembara”.
En cuanto a la más reciente crisis energética y de precios, Miquel Garcia explica que, efectivamente, los costes han subido y esto se ha trasladado al consumidor final. Lo refleja con un ejemplo reciente: “El otro día vino el chico que me trae las legumbres y directamente me dijo que me revisara la factura porque el importe final había subido”. A pesar de todo, pandemia y crisis económica mediante, la Granería Sala seguirá abriendo sus puertas como cada día y con el deseo de que, ya que las Páginas Amarillas no pudieron hacerlo, sus clientes si que la reconozcan y clasifiquen como un comercio esencial en su rutina gastronómica.