Alla Nazimova caracterizada como Salomé en la película de Charles Bryant (1923)

Alla Nazimova caracterizada como Salomé en la película de Charles Bryant (1923)

Ensayo

Salomé, formas de crear un mito

La figura de la mujer que en la Biblia pide la cabeza de Juan Bautista ha sido objeto de un sinfín de representaciones en el mundo del arte y la creación cultural

27 diciembre, 2019 00:00

En la exposición, Ópera, pasión, poder y política, producida por el Victoria and Albert Museum, el Liceo y La Caixa, en CaixaForum de Barcelona hasta el 26 de enero, hay una sala que destaca sobre las demás. Se trata de la dedicada a Salomé, uno de los grandes mitos de la historia. “La hija de Herodías”, como aparece en el Nuevo Testamento, pide la cabeza de Juan Bautista a Herodes. El rey lo tiene prisionero, pues el profeta le reprueba que se haya casado con una mujer de su familia, prohibido por la ley judía. Salomé baila en el cumpleaños del rey y, fascinado por la danza, promete que le dará lo que pida. Salomé recibe la cabeza de Juan Bautista en una bandeja. Aunque la historia bíblica será reproducida en la pintura del Renacimiento y el Barroco (Tiziano, Caravaggio y Strobel el Joven), es al final del siglo XIX cuando aumenta su interés en la cultura.

Las teorías sobre la sexualidad y la histeria, junto con el cambio de la visión sobre las mujeres y sus roles, dan lugar a la llamada salomanía, o las interpretaciones del mito en poesía, teatro, música, pintura, ópera y danza. La protagonista de la historia bíblica se convierte en leyenda. El que había sido un culto romántico a la mujer desvalida se amplía a las representaciones de fertilidad y carnalidad, coincidiendo con la mayor visibilidad de la mujer. Así surgen la mujer fatal y depredadora e incluso el culto a la belleza masculina o efébica. Si antes la representación era la cabeza de Juan Bautista en manos de Salomé, ahora lo es la danza, el acto que la muestra ante los ojos de los demás.   

La capa negra. Aubrey Vincent Beardsley (1894). Del álbum de ilustraciones de Oscar Wilde © Victoria and Albert Museum

La capa negra. Aubrey Vincent Beardsley (1894). Del álbum de ilustraciones de Oscar Wilde © Victoria and Albert Museum

La fuente principal del mito es el drama Salomé de Oscar Wilde (1891), la  historia de una adolescente incapaz de gobernar sus propios deseos. El escritor modifica la historia bíblica, Salomé está enamorada de Juan Bautista (Jochanaan en el drama), pero él rechaza su amor. Así, pide que sea decapitado por despecho y el mito deviene la encarnación de una mujer que toma sus decisiones. La obra se estrena en París en 1905 con un programa diseñado por Toulouse-Lautrec. En Londres estuvo prohibida hasta 1931. 

El drama arrasa en Europa. Hedwig Lachmann lo traduce al alemán y Strauss compone una ópera a partir de la versión. Gustav Mahler, gran amigo del compositor, la intenta estrenar en Viena, pero la censura no lo permite hasta 1918. En 1905, se estrena en en Semperoper de Dresde (una de las grandes metrópolis culturales de principios del siglo XX) con un reparto con las grandes estrellas de la época. Sin embargo, Marie Wittich, la protagonista, se niega a bailar la danza de los siete velos pues es “una mujer honesta”.

Salomé. Georges de Feure (1895) / © Victoria and Albert Museum, Londres

Salomé. Georges de Feure (1895) / © Victoria and Albert Museum, Londres

Aunque Gustave Moureau le dedica un cuadro marcadamente exótico y sensual en 1876, las ilustraciones de Aubrey Beardsley para la Salomé de Wilde son claves para las representaciones pictóricas del mito. Al igual que el escritor, trata de ensalzar la belleza y la libre expresión por encima de la moral. Primero, aparece como una princesa inocente y luego como una mujer enloquecida debido a su pasión desbordada por Jochanaan. Die Brücke, el grupo expresionista alemán de pintores, formado por Rottluff, Kircher, Heckel y Bleyl se inspira en la nueva visión hacia las mujeres y la representa con un carácter marcadamente sexual que muestra los avances en la emancipación femenina. El primitivismo y la expresividad emocional que defienden se plasman en los cuerpos desnudos de los cuadros de Kircher y Rottluff.

El cine hará también del mito su tema y objeto. En 1923 se estrena la película muda, Salomé, con la misma atmósfera y esteticismo que la narración de Wilde y las ilustraciones de Beardsley. Su autor, Charles Bryant, crea así la primera película de arte en EEUU. La protagonista es Alla Nazimova, actriz rusa de gran prestigio, defensora de la bisexualidad, que se apropia del personaje y lo resitúa en una nueva dimensión. Más adelante vendrán películas que perpetuarán el mito como, Salomé (1953) de William Dieterle, protagonizada por Rita Hayworth; Salomé de Oscar Wilde (1986) de  Claude d’Anna; Salomé (1988) de Ken Russell y, la recientemente estrenada, Love me not (2019) de Lluis Miñarro, una actualización del mito que transcurre en un campamento militar de Irak de 2006, entre otras.  

Sin embargo es de nuevo en la exposición Ópera, pasión, poder y política donde se encuentra una las representaciones más emocionantes y significativas. La ópera de Richard Strauss estrenada en el festival de Salzburgo del 2018, interpretada por la Filarmónica de Viena con dirección artística de Romeo Castellucci y protagonizada por la soprano Asmik Grigorian. La danza de Salomé desaparece. Grigorian aparece atada en un pedestal mientras suena la música reservada normalmente para la danza de los siete velos. Ya no es la sensualidad del cuerpo femenino y su erotismo los que consiguen la cabeza de Johannaa. El profeta aparece bajo la apariencia de un caballo. Salomé canta la famosa aria “Le he besado” con la cabeza del animal en sus manos. El hombre se ha reducido a su animalidad, al igual que se vio reducida la imagen de Salomé. Y una frase resuena entre la música imponente y desbordada de Strauss: “El secreto del amor es mayor que el de la muerte”.