La Cataluña de John H. Elliott
Elliott denunció de manera pública y sin complejos la manipulación de la Historia en Cataluña y desmontó los postulados maniqueos de los historiadores nacionalistas
11 marzo, 2022 00:00El hispanismo de Elliott ha sido, desde el primer momento, un catalanismo audaz. Su interés por la historia de España y Cataluña no fue heredado de ninguno de sus profesores en Cambridge. Como comentó en más de una ocasión, su hispanismo fue el resultado de una combinación de curiosidad y azar, y de su voluntad por comprender el fracaso de la monarquía española, en el contexto de la crisis del siglo XVII y en relación con las otras monarquías europeas. Más que la España imperial, a Elliott le interesó la España decadente. Su punto de partida fue un comentario que el embajador inglés en Madrid, sir Arthur Hopton, había escrito a comienzos del otoño de 1640: “En lo que se refiere al estado de este reino, jamás pude suponer que lo iba a ver tal como está ahora, pues sus gentes comienzan a fallar, y los que quedan están descorazonados, por la serie de desgracias y por las pesadas cargas que soportan”.
La similitud con la decadencia del Imperio británico y con las tentativas reformistas del laborismo para modernizar su país después de la Segunda Guerra Mundial, llevó a Elliott a preguntarse cómo había llegado España a esa situación de decadencia, pese a los proyectos reformistas de Olivares. La respuesta la buscó en el Archivo de Simancas. Al enterarse que los documentos del conde duque habían sido destruidos por sendos incendios a fines del siglo XVIII, volvió su mirada a los dos puntos más conflictivos en 1640: Lisboa y Barcelona.
Su amistad con el historiador catalán Josep Batista i Roca, exiliado y profesor en Cambridge, inclinó su opción por viajar a Cataluña. Su inmersión durante 1953 y 1954 en archivos catalanes, le permitió también conocer y compartir conocimientos con el nacionalista Ferran Solvedila, primero, y poco después con el todavía posibilista Jaume Vicens Vives y su escuela. The Revolt of the Catalans. A Study in the Declin of Spain (1598-1640), fue el llamativo título con el que publicó en 1963 su tesis. En 1966, apareció la versión en catalán, y hubo que esperar hasta 1977 para que se editase en castellano. No fue casualidad que esta última edición comenzara con tres citas, definitorias de la complejidad poliédrica de aquel conflicto, y que, en cierto modo, aún son válidas para analizar y debatir sobre el encaje del hecho diferencial en el conjunto catalán y español.
La primera corresponde al jurista y político profrancés Martí i Viladamor, extraída de su Noticia Universal de Cataluña (1641): “Todos los derechos de Cataluña han padecido naufragio en el golfo de la malicia”. La segunda es una reflexión del político y clérigo Alexandre de Ros, partidario de Felipe IV y autor de Cataluña desengañada (1646): “Los mayores enemigos de Cataluña son los mismos catalanes”. Y la tercera cita recoge una conocida queja de su admirado Conde duque de Olivares, incluida en una carta enviada el 19 de febrero de 1640 al por entonces virrey Conde de Santa Coloma: “Verdaderamente…, los catalanes han de menester ver más mundo que Cataluña”.
Esta primera gran obra de Elliott fue el análisis de las raíces sociales y políticas de la crisis de 1640, ahí terminaba. No abordó la revuelta que duró hasta 1652, sino el proceso de rebelión. En su estudio no hay un planteamiento de bloques enfrentados, de corte frente a periferia, sino una reconstrucción de los complejos equilibrios y las distintas confrontaciones que se sucedieron en cada momento, según los distintos intereses e incluso dentro de las propias instituciones catalanas.
Para comprender la revuelta no cabía el victimista Madrid contra Cataluña, su tesis apuntó a conflictos de gobernabilidad desde 1598 que terminaron por convertirse en un campo de minas, hasta el estallido general de junio de 1640. La vigencia de su obra reside, pues, en su rechazo de explicaciones deterministas y en su apuesta por reconstruir espacios donde se entrecruzan la contingencia histórica, “los proyectos, las ambiciones y los errores de los seres humanos”.
El epílogo de La rebelión de los catalanes es el mejor ejemplo de su mayor virtud: la historia comparada. Al contrastar Cataluña con el Portugal de 1640 y con los Países Bajos de 1566 Elliott consigue, como ya destacó Ricardo García Cárcel, desdramatizar el caso catalán y, por extensión, la singularidad española. La homologación de la historia de España a la historia de Europa es la mayor e impagable contribución que este hispanista ha hecho al conocimiento de nuestro pasado.
La deriva de buena parte de la historiografía catalana hacia postulados nacionalistas no ha conseguido enterrar la obra del historiador británico. Confundieron sus conclusiones sobre la modernidad del proyecto reformista de Olivares, para su época, frente al medievalismo de las arcaizantes exigencias catalanas, en una apología del centralismo español y en una legitimación de la razón de Estado. Ni siquiera aquel artículo, firmado por varios profesores nacionalistas, que lo calificó como “un historiador encima de un caballo” (como burla del retrato velazqueño de Olivares), logró herir lo más mínimo el prestigio ni cuestionar la vigencia de su obra.
Al contrario, John H. Elliott optó por denunciar de manera pública y sin complejos la manipulación de la historia en Cataluña, desmontando los postulados maniqueos y simplones que lanzaban hiperventilados políticos e historiadores y coreaba una desnortada ciudadanía. En 2018 publicó Catalanes y escoceses: Unión discordia. Con esta magnífica historia comparada ofreció una visión más global, con el objetivo de comprender el pasado y presente de ambas comunidades y sin estar condicionado por el posible desenlace final porque, como él mismo afirmó, “no hay tarea más interesante, ni provechosa, que aguarde al historiador que recobrar la coherencia”.