Bandera de Cataluña ondeando al viento

Bandera de Cataluña ondeando al viento

Ensayo

¿Cuál es el origen de la senyera?

La leyenda de las cuatro barras de sangre protagonizada por Wifredo El Velloso está detrás de la creación de la bandera de Cataluña

7 abril, 2018 18:07

Cuatro barras rojas y otras cinco barras amarillas, todas horizontales. Así se forma la bandera de Cataluña, la popularmente conocida como senyera que representa a toda la comunidad autónoma catalana desde que fuera establecida como la oficial en el estatuto de autonomía de Cataluña del 18 de diciembre de 1979. Aunque estas barras amarillas y rojas también están presentes en las banderas de Aragón, de la Comunidad Valenciana y de las Islas Baleares. ¿Sabes por qué? El motivo hay que buscarlo en su origen.

El condado de Barcelona y el Principado de Cataluña eran territorios que formaban parte de la Corona de Aragón. Allí, sus reyes utilizaban la Señal Real de Aragón como emblema. El escudo también tenía cuatro franjas rojas y cinco franjas amarillas, palos de gules o barras de Aragón, pero colocadas de forma vertical.

El estatuto de autonomía catalán establece que la senyera debe estar presente en los edificios públicos y en los actos oficiales que tengan lugar en Cataluña

El estatuto de autonomía catalán establece que la senyera debe estar presente en los edificios públicos y en los actos oficiales que tengan lugar en Cataluña

La leyenda de las cuatro barras de sangre

Pero, ¿por qué cuatro franjas rojas y cinco amarillas? Hay que remontarse a los tiempos de Wifredo ‘el Velloso’ (Jofre ‘el Pelós’). Su leyenda, recogida por primera vez en el siglo XVI, habla de que la Señal Real de Aragón tiene su origen en una guerra de los normandos contra el Sacro Imperio en la que este personaje, que fue conde de Barcelona entre 878 y 897, fue herido.

El emperador francés Carlos ‘el Calvo’ fue a visitarlo a su tienda y le preguntó con qué podía recompensarle por el valor con el que había luchado en el campo de batalla. Wifredo contestó que quería una enseña para su escudo, por entonces dorado pero sin dibujo alguno. Acto seguido el monarca cogió la mano del malherido guerrero, la pasó por las heridas todavía sangrantes y las deslizó por el escudo, quedando impregnadas esas cuatro barras rojas tan características. “Estas serán vuestras armas, conde”, le espetó.