Ensayo

El fracaso de las ‘Novas Catalunyas’

27 octubre, 2017 00:00

Fundar una nueva Cataluña ha sido un sueño recurrente para algunos catalanes, republicanos o no. Algunos tuvieron que hacerlo forzados por el exilio, como les sucedió en 1735 a los austracistas catalanes que a duras penas subsistían en Viena al amparo de la corte imperial. Casi ochocientos de ellos aceptaron fundar una nueva Barcelona en la Vojvodina serbia, frontera con el Imperio otomano. La experiencia apenas duró tres años y fue un rotundo fracaso.

Otras iniciativas con el mismo final tuvieron a América como escenario. El primer evangelizador de las Indias fue el catalán Bernat Boïl. Por encargo del papa Alejandro VI acompañó en el segundo viaje a Colón, aunque regresó muy pronto porque al parecer ni se entendía con el almirante ni tampoco con los nativos. En su breve paso por el Caribe, junto a su paisano el militar Pere de Margarit, dejaron un rastro inolvidable: Montserrat, la isla volcánica que terminó en manos de irlandeses y británicos.

La más importante de cuantas novas catalunyas se fundaron tomó cuerpo el 17 de mayo de 1637. El responsable de este épico episodio fue Joan Orpí, nacido en la villa barcelonesa de Piera en 1593 en el seno de una familia payesa con cierto poder económico y local. Al acabar sus estudios jurídicos en el Estudi General de Barcelona, decidió vender buena parte del patrimonio familiar y marchó a Sevilla con la intención de ocupar un cargo en la administración fiscal de la Corona, pero no lo consiguió. Y, como escribió Cervantes en El celoso extremeño, “se acogió al remedio a que otros muchos perdidos en aquella ciudad se acogen, que es el pasarse a las Indias, refugio y amparo de los desesperados de España”.

Orpí embarcó como soldado en 1623 para defender las salinas de Araya en Nueva Andalucía (actual Venezuela) de los ataques holandeses. Don Juan Urpín pasó a llamarse en su nueva carrera, primero como lugarteniente en Cumaná, después como comisionado en Caracas, para destacarse sobre todo como castigador de indios cumanagotes. Y por fin, después de varios intentos en su empeño conquistador y de un fugaz viaje a España para conseguir el nombramiento como gobernador y capitán general de las tierras a conquistar, fundó en 1637 Nueva Cataluña y en los años sucesivos los lugares de Nueva Barcelona y Nueva Tarragona, eso sí, con vecinos procedentes de Nueva Andalucía.

La DUI de 1641 duró una semana, y doce años, hasta 1652, la guerra entre la Generalitat, ahora francesa, y la Monarquía de España. Un desastre del que tomaron buena nota varias generaciones de dirigentes catalanes, había sido peor el remedio francés que la enfermedad hispánica

El geógrafo Pau Vila dejó escrita una extensa biografía de Orpí, en la que relató con todo tipo de detalles cómo se organizó y cómo se levantó aquella Nueva Cataluña. Un homenaje a su tierra de origen, como le hizo saber a Felipe IV cuando le pidió que aprobase el nombre del territorio conquistado con “el nombre de mi Patria”. El rey no contestó. ¿Más Cataluñas? debió pensar el monarca, ante la amenaza de una inminente rebelión de los catalanes que estalló el 7 de junio de 1640 y que culminó con la proclamación de la República de Cataluña entre 16 y el 23 de enero de 1641. Una semana duró aquella DUI y doce años, hasta 1652, la guerra entre la Generalitat, ahora francesa, y la Monarquía de España. Un desastre del que tomaron buena nota varias generaciones de dirigentes catalanes, había sido peor el remedio francés que la enfermedad hispánica.

En ese contexto bélico se enredó la reivindicación de Orpí como gobernador de los nuevos territorios con algunos de sus oscuros negocios comerciales con enemigos de la Monarquía. Sus adversarios de Cumaná le recordaron al rey que “somos españoles y leales vasallos de Vuestra Majestad y el dicho conquistador es de nación catalana [por lo que] nos tiene puesto en grandísimo cuidado, no sea otro [Lope de] Aguirre pues va siguiendo sus pasos”. Al final, el conquistador Orpí fracasó en la colonización, murió en 1645, su Nueva Cataluña no fue reconocida y fue integrada en la Nueva Andalucía.

La historia nunca se repite, ni como tragedia ni como comedia, pero son muy inquietantes las similitudes. De la obra conquistadora de Orpí sólo pervivió el nombre de Barcelona, refundada en 1672, y en la actualidad capital del estado venezolano Anzoátegui, el corazón del chavismo más beligerante, referente para algunos de lo que siguen soñando con otra Nova Catalunya. Quizás estén a tiempo de retomar la obra inconclusa de Orpí, es cuestión de intentarlo, allí no aquí.