La caída de Lehman Brothers

La caída de Lehman Brothers

Democracias

Cirujanos en el vientre del sistema capitalista

Katharina Pistor señala en ‘El código del capital’ cómo los poderosos se aferran a la ley para impedir cambios en la distribución de la riqueza

20 marzo, 2022 00:10

“Abogado, Abogado, ¿Abogado?, ¿estás ahí?”, esa frase de Robert de Niro en El cabo del miedo se ha convertido en un clásico. Los abogados siempre son requeridos, aunque pueden sufrir represalias si se considera que no han sido duchos en la defensa de nuestros intereses. Es lo que reclama el personaje que interpreta el gran actor norteamericano, un delincuente que acaba de salir de prisión tras 14 años de reclusión. ¿Se esforzó su abogado en su defensa?

Los abogados son la pieza básica del sistema económico y social que impera en las democracias liberales occidentales. Son la columna vertebral del sistema capitalista y quien desee algún cambio deberá operar con el derecho en la mano para intentar desmontar, con los mismos instrumentos, un aparato jurídico que protege la riqueza ya existente. Deberá adentrarse, como si fuera un cirujano en el vientre del sistema capitalista. Eso es lo que propone Katharina Pistor en El código del capital, cómo la ley crea riqueza y desigualdad (Capital Swing), en un viaje apasionante a través de ese cuerpo económico que, a pesar de todas las amenazas, sueños y previsiones, sigue coleando, aunque más mal que bien y ahora con serias amenazas de descomposición producto de cuestiones que lo pueden cambiar todo como el cambio climático.

Portada del libro de Katharina Pistor

Portada del libro de Katharina Pistor

Queda lejos aquella otra frase del presidente francés Nicolás Sarkozy, en septiembre de 2008, con el inicio de la crisis financiera y económica que se ilustró con la caída de Lehman Brothers: “Hay que refundar el capitalismo, partiendo de cero”, de la misma forma –dijo—que se hizo en la conferencia de Bretton Woods tras la II Guerra Mundial, cuando se adoptó el dólar como moneda internacional. Sarkozy argumentaba que la crisis financiera en la que había caído el mundo no era la crisis del capitalismo, sino “la crisis de un sistema que se había alejado de los valores del capitalismo”, y que lo que había pasado es que se habían traicionado esos mismos valores.

Todos los elementos legales a favor

A Sarkozy se le recrimina que después, él y todos los mandatarios mundiales, hicieran muy poco para recuperar aquellos “valores” del capitalismo más sano. Pero, tal vez, no podían hacer gran cosa, porque es la ley la que impide cualquier cambio. Es el código genético de ese capitalismo, el que se ha ido escribiendo a lo largo de los últimos siglos, el que ha impedido que hubiera grandes castigos para los responsables del desastre.

Esa es la demostración de Katharina Pistor (Friburgo de Brisgovia, Alemania, 1963), que reunió, justo tras aquella implacable crisis, un grupo interdisciplinar de investigadores para estudiar lo que intuía. El resultado es El código del capital.

Katharina Pistor / CAPITÁN SWING

Katharina Pistor / CAPITÁN SWING

Pistor, profesora de Derecho en la Columbia Law School y directora del Centro de Transformación Legal Global en la Universidad de Columbia, entendió que había una profunda red legal que permitía que los excesos no tuvieran grandes costes, que las inversiones de alto riesgo se podían realizar porque los abogados habían actuado mucho antes para detener el golpe. Se trata del propio sistema capitalista. “Cuando la rentabilidad real de esos activos comenzó a caer por debajo de su rentabilidad esperada, los tenedores de los mismos empezaron a ejecutar los derechos que llevan aparejados: acudieron a las garantías, las líneas de crédito, los contratos de recompra y las salvaguardas vinculadas a la quiebra y, al hacerlo, ayudaron a profundizar la crisis”.

Lo que está en juego es un entramado legal que ayuda mucho más a los que ya tienen, a los que pueden asumir con cierta tranquilidad el juego en la ruleta. Y eso guarda una estrecha relación con el sistema político. ¿Es posible actuar con promesas de cambio, y qué dirección? ¿Puede ocurrir que un hartazgo colectivo acabe desmantelando de forma violenta ese entramado? No lo parece, aunque asoman algunos elementos preocupantes. Pistor entra en esa cuestión, que es la que se dirime, de hecho, en estos años cuando el sistema no es capaz de prever un mejor futuro. Al contrario. La falta de perspectiva, de mejora en el horizonte, rompe los moldes del capitalismo, que siempre ha vendido una ganancia a futuro.

Cómo retener el control sobre la ley

La autora insiste en la evolución histórica, como si el abogado fuera de la mano, en todo momento, de quien, en términos marxistas, tenía los medios de producción. “Esas categorías legales –a saber: los contratos, los derechos de propiedad, las garantías, los fideicomisos, las personas jurídicas y la ley concursal—pueden usarse para otorgar a los tenedores de determinados activos una ventaja sobre otros agentes. Durante siglos, los abogados han moldeado y adaptado estas categorías legales a una lista cambiante de activos, incrementando de esta manera la riqueza de sus clientes. Y los Estados han apoyado esta codificación del capital aportando su poder legal coercitivo para hacer cumplir los derechos legales conferidos al capital”.

El expresidente de Francia, Nicolas Sarkozy, en una imagen de archivo / CG

El expresidente de Francia, Nicolas Sarkozy, en una imagen de archivo / CG

El cirujano en el vientre del sistema capitalista, en el seno de su código, debería ser la respuesta para evitar que las democracias se vayan a pique. Lo que aconseja Pistor, frente a alternativas inviables o destructivas, es una especie de nuevo contrato social, como algunos defensores del modelo han concretado, desde diferentes expertos a publicaciones que siguen siendo la referencia como The Financial Times. Lo que se pretende, sin embargo, es muy difícil por la enorme pluralidad interna que existe en todos los países, y con opciones políticas muy distantes. Pero la dirección debe ser esa: “Para que la democracia prevalezca en los sistemas capitalistas, la sociedad tiene que retener el control sobre la ley, la única herramienta de la que dispone para gobernarse a sí misma, y esto debe incluir los módulos del código del capital”.

¿Pudo haber servido la crisis provocada por el Covid para ese propósito? ¿O se necesita una sacudida mayor, en forma de gran crisis producto del cambio climático? Es lo que autores como Pistor valoran, al entender que se pueden producir dos efectos, como alternativas a un bloqueo constante, que se alcanza por la defensa de la ley, por parte de los propietarios del capital frente a un “público democrático que intenta desesperadamente recuperar el control sobre su propio destino, eligiendo a cualquiera que les prometa conseguirlo”.

La primera alternativa sería una auténtica revolución, con una alteración “violenta del orden existente”, que no se ve en el horizonte. Sin embargo, la segunda alternativa si está ya presente. Se trata de una erosión “de la legitimidad de la ley como herramienta de ordenación social”.  Y eso ha pasado y sucede en países como Hungría o Polonia (que recupera ahora otra imagen con la ayuda a los refugiados de la guerra de Ucrania), que, como apunta Pistor, se pueden considerar jóvenes democracias, pero también ocurre en países de larga tradición democrática como Reino Unido y Estados Unidos. “Si estas tendencias continúan, el poder bruto se impondrá una vez más al orden legal, como ha ocurrido durante la mayor parte de la historia humana, y, como consecuencia de ello, todos estaremos peor”.

Cirujanos, que adapten y modifiquen la ley y contratos sociales, pero ¿quién se pone a ello?