Una imagen del biopic sobre Nicola Tesla, con Ethan Hawke como intérprete del inventor / MOVISTAR

Una imagen del biopic sobre Nicola Tesla, con Ethan Hawke como intérprete del inventor / MOVISTAR

Ciencia

El extraño Nikola Tesla

Ethan Hawke interpreta a Tesla, en un biopic que muestra el fascinante carácter del descubridor de la corriente alterna

20 enero, 2021 00:00

Todos aquellos que, como quien esto firma, sientan cierta fascinación por el atrabiliario inventor Nikola Tesla, cuyo apellido es utilizado ahora por cierto megalómano sudafricano para vender coches eléctricos, harán bien en recurrir al archivo de Movistar y tragarse la peculiar biopic que le ha dedicado el no menos peculiar cineasta norteamericano Michael Almereyda (Overland Park, Kansas, 1960). Si, como es mi caso, ya han leído libros sobre Tesla y siguen sin entenderle muy bien, la experiencia merece la pena, aunque la narración se detenga en el momento en que se le empieza a ir la olla, a principios del siglo XX, y nada se nos cuenta de esa larga decadencia y caída que le llevó a morir en 1943 en un hotel cutre de Nueva York (el hombre había nacido en 1856 en Smiljan, un pueblecito del imperio austrohúngaro que actualmente pertenece a Croacia).

Aunque se supone que lo que se nos narra son sus años de esplendor, Tesla aparece todo el rato como un sujeto abatido, meditabundo, atraído por las mujeres, pero incapaz de entablar con ellas relaciones más o menos normales, obcecado por su gran descubrimiento (la utilización de la corriente alterna) y con tendencia a mostrarse ido, al principio, y al borde de la chaladura, más adelante. La sobria interpretación de Ethan Hawke contribuye a dotar al personaje de un aura espectral.

Actor y director coincidieron previamente en Hamlet (2000), discutible adaptación de la pieza de Shakespeare a la Nueva York contemporánea y una de las pocas películas del señor Almereyda que han llegado a la gran pantalla en nuestro país. Reconozco que solo he visto de ese hombre Hamlet y Nadja (1994), pretenciosa historia de vampiros que me aburrió soberanamente. Con Tesla he roto mi costumbre de no acercarme al peculiar arte y ensayo de este buen señor, y ha sido por el personaje principal y el actor que lo interpreta. No lo lamento y creo que los fans de Tesla tampoco lo lamentarán.

Sin el más mínimo sentido práctico

Rodada básicamente en interiores y de manera deliberadamente teatral, con sus forillos y todo (un poco a lo Fassbinder en Querelle, ahí se acaban los parecidos), Tesla (2020) huye del realismo, aunque no queda del todo claro si es una decisión personal del director, un problema de falta de presupuesto o una mezcla de ambas cosas. La historia la narra una mujer fascinada por el inventor y no muy correspondida por él, Ann, la hija del banquero J.P. Morgan, al que Tesla sableó a conciencia en su momento (interpretada por Eve Hewson, hija del insufrible Bono de U2, aunque, afortunadamente, nadie lo diría al ver a semejante beldad prerrafaelita). La otra mujer de la historia --otro posible romance no consumado-- es la mítica Sarah Bernhardt, a la que da vida la para mí desconocida Rebecca Dayan, también de una belleza decimonónica. Si con las mujeres Tesla no parecía muy bien qué hacer, con los hombres lo tenía muy claro: sacarles los cuartos para financiar sus visiones eléctricas. Ese es el papel que cumplen personajes como Westinghouse o Edison, brillantemente interpretado éste por el actor fetiche de David Lynch, Kyle McLachlan (el pardillo de Blue Velvet y el extraño agente Cooper de Twin Peaks). Destaca en el tono onírico e irreal de la trama el momento en que Hawke agarra un micrófono e, incurriendo voluntariamente en el anacronismo, se pone a cantar Everybody wants to rule the world (el viejo éxito del grupo británico Tears for Fears), una de las mejores secuencias del largometraje, cuyo guion fue el primero que escribió Almereyda nada más salir de la universidad con la intención de que lo dirigiera Jerzy Skolimovski, cosa que nunca llegó a suceder.

¿Entendemos mejor al enigmático Nikola Tesla tras ver la película del señor Almereyda? La verdad es que no. Simplemente, nos limitamos a acompañar durante poco más de una hora y media a un ser ausente, letárgico y puede que algo majareta en su consagración permanente a la electricidad y sus posibilidades de mejora para la humanidad. Tesla confesaba no entender la electricidad ni columbrar de dónde venía --¿de otro planeta, como sugería la canción de Lou Reed para The Velvet Underground?: al inicio de su decadencia, Tesla aseguraba haber recibido tres mensajes procedentes de Marte-- , pero le fascinaba y le rendía el culto que otros ofrecen a Dios. Confieso que, al final de la proyección, me quedé tan in albis como me hallé tras leer previamente dos biografías del interfecto --me permito recomendar, para los que lean inglés, Wizard. The life and times of Nikola Tesla, de Marc J. Seifer, editado por Citadel Press; en español, Oberon publicó un ameno volumen ilustrado a cargo del doctor Richard Gunderman--, pero mi fascinación por él continúa incólume.

Lo único que ha quedado claro de Tesla es que carecía del más mínimo sentido práctico. Sus benefactores abusaron de él y acabó en la ruina tras haber sido famosísimo de joven (sus conferencias y espectáculos eléctricos atrajeron multitudes, sobre todo durante la Feria Mundial de Chicago de 1893). Intuyo que algo le chirriaba en el cerebro y que fue lo que le llevó a acabar sus días en un hotel barato de Nueva York, obsesionado por los pájaros. Todo lo que le debemos se lo cobraron otros. La película está dedicada a la memoria de Sam Shepard, por cierto.