Rivero Taravillo, un legado literario

Rivero Taravillo, un legado literario DANIEL ROSELL

Letras

Rivero Taravillo, el legado literario de un escritor total

El autor sevillano deja una obra de diecisiete poemarios, libros de aforismos, excelentes ensayos sobre literatura, cuatro novelas, un riquísimo catálogo de traducciones, crónicas de viajes y un sinfín de artículos de crítica cultural

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No deja de ser una paradoja del destino, además de una profecía de los extraños tiempos en los que habitamos. Si Antonio Rivero Taravillo (1963-2025), poeta, traductor, novelista, ensayista literario y uno de los grandes pilares de Letra Global, el spin off cultural de Crónica Global, hubiera podido sobrevivir a su muerte (prematura) y leer algunos de los obituarios sobre su deceso seguramente se hubiera quedado estupefacto al descubrir –igual que nosotros– que en determinados blogs poéticos, como Fuego con nieve, la bitácora personal que él mantuvo viva durante años en la red, la noticia de su desaparición física –la literatura es una de las maneras que practica el ser humano para llegar a la inmortalidad– han encomendado la recesión de su figura a la Inteligencia Artificial.

Que una máquina (sin más vida que la fingida) haga la glosa un escritor que sacó literariamente todo el partido posible a su existencia no deja de ser sin sindiós, además de una contradicción, porque el legado literario de Rivero Taravillo, que es amplio y profundo, y que va a perdurar durante muchísimo tiempo, está sustentado en los valores opuestos: artesanía, sensibilidad y sentimiento, cualidades todas ellas fieramente humanas. Taravillo fue un escritor total, una rara avis en un instante de la literatura en el que los vínculos con la tradición –ya sea alta o baja– son más frágiles que nunca. Él fue justo lo contrario: un autor que concebía la pulsión de la escritura desde el diálogo (crítico) con sus antecesores y que proyectaba esta discusión hacia el futuro. Un sabio generoso.

Antonio Rivero Taravillo, en una entrevista en 'Letra Global'

Antonio Rivero Taravillo, en una entrevista en 'Letra Global'

Su obra poética –17 libros de poemas y cuatro de aforismos– acaso sea donde más fielmente expresase, con una dicción universal, sus cuitas y sentimientos personales, pero toda su obra está perfumada por esa indescriptible sensación de sentirse mortal y feliz al mismo tiempo, sin caer nunca en la amargura gratuita ni en el existencialismo, y sin refugiarse tampoco en las trampas el optimismo. El Taravillo poeta, sin duda el más íntimo de todos, es un escritor discreto y moderno, pero de estirpe clásica. Tenía un gran conocimiento del arte del ritmo y la condensación expresiva, dos herramientas que le situaron como el más talentoso de los críticos de poesía de su tiempo, una tarea que desde Farewell to Poesy (Pretextos), su celebrado segundo poemario, no dejó de practicar nunca, sin necesidad de padrinazgos ni de tutelas.

Entre la fauna poética, con insistente tendencia a los grupos cerrados y tan aficionada a las guerras sangrientas, Taravillo ejerció una proverbial independencia de criterio, sin dejarse llevar por las afinidades personales. Combinaba, sin artificio ni esfuerzo, lo mejor de la tradición de la poesía irlandesa, inglesa y norteamericana con el noble venero del español, sin discriminar –porque no hace ninguna falta– entre su variante americana y peninsular. Podía moverse con naturalidad entre Yeats, uno de sus autores predilectos, y Octavio Paz, al que profesaba una admiración fruto de sus largos viajes a México. Podía saltar de lo local a lo cosmopolita.

'Farewell to Poesy'

'Farewell to Poesy' PRETEXTOS

En Un invierno en otoño, su último poemario, quien canta –y se canta– es ya un poeta enfermo, de orden metafísico, al que le conceden el Premio Paul Beckett mientras lucha contra el cáncer y libra un duelo con su propio cuerpo: “Con el miedo de un pájaro me adentro / en el proscenio de lo desconocido”; “Ahora habita / un extraño mi cuerpo. Se ha infiltrado / y ya no queda rastro de los límites. / Soy coto en el que caza ese furtivo”.

La suya era una dicción contenida, sobria, trabajadísima, que usa la sinceridad para dotar de significado imperecedero el calvario que conduce al cadalso tras el viacrucis sagrado. Fue el colofón a una trayectoria poética infatigable, cuyas mejores estaciones son los poemarios Suite irlandesa (Vandalia), Luna sin rostro (Pretextos) o Los hilos rotos (Reino de Cordelia), cuatro libros de aforismos, especialmente La orfandad de Orfeo (Thémata Editorial) y una buena parte de su obra como traductor.

'Un invierno en otoño'

'Un invierno en otoño' BAJAMAR EDITORES

En esta última faceta, Taravillo desmintió siempre el clásico aserto de traduttore, traditore. En el más de medio centenar de libros reescritos por su mano, obras de autores clásicos de primerísima línea, como la Poesía completa de Shakespeare, los Cantos de Ezra Pound y libros de poemas de Keats, Donne, Melville, Marlowe, Swift, Milton, Robert Graves, Yeats, Poe, Whitman, Dylan Thomas o Flann O’Brien, entre otros, nunca se traiciona el lenguaje original de los poetas: se busca una traslación exacta de sus versos que funcione como poesía en la lengua de destino, un trabajo que sólo está alcance de otro poeta que, en el caso de Taravillo, sea también un erudito del inglés y del gaélico, lengua a la que dedicó muchas horas de estudio y que llegó a manejar con maestría.

Taravillo vivía rodeado de literatura. Por la mañana traducía o escribía artículos –colaboró con un sinfín de revistas y publicaciones, tratando por igual a las cabeceras más prestigiosas y a las más humildes– y, por la tarde, componía poemas o resolvía la edición de Estación Poesía, la revista editada por la Universidad de Sevilla hasta hace meses, donde hermanaba a poetas debutantes con nombres consagrados. Un ejemplo de su discreción y ejemplaridad es que ninguno de los números de esta publicación, uno de sus proyectos más queridos, incluyó nunca un poema suyo.

'1922'

'1922' PRETEXTOS

No practicó casi el relato –su bibliografía sólo contempla un libro de cuentos: Los muchos– pero deambuló por el género de la novela en cuatro ocasiones, movido más por el vicio de investigar y contar vidas literarias que por la maquinaria de la ficción o los vientos de la invención. Debutó como novelista en 2014 con Los huesos olvidados (Renacimiento), prosiguió con Los fantasmas de Yeats (Espuela de Plata) y recreó la figura del líder falangista José Antonio Primo de Rivera en El ausente (La esfera de los libros). De entre ellas, sin duda, la mejor es 1922 (Pretextos), donde resucita el annus mirabilis de la literatura moderna.

Donde quizás más mostró sus dotes como narrador fue en sus libros de viajes, obras referenciales del género nómada. Su temprano estreno –Las ciudades del hombre (Llibros del Pexe)– es un libro excelente, inmune al desgaste del tiempo. Le seguirían Viaje sentimental por Inglaterra (Sotavento), Macedonia de rutas (Paréntesis), Diario austral (La Línea del Horizonte) o En busca de la Isla Esmeralda, un diccionario sentimental sobre la cultura irlandesa (Fórcola).

'Luis Cernuda. Años de exilio'

'Luis Cernuda. Años de exilio' TUSQUETS

Quienes le dieron fama y prestigio fueron sus excelentes ensayos sobre literatura, construidos con talento, tiempo y dedicación. Su biografía en dos tomos de Luis Cernuda, por la que recibió el Premio Comillas, es una indudable obra maestra del género. Será difícil, por no decir imposible, que otra pueda competir con ella, dado que agota la figura del mejor poeta de la Generación del 27 tanto en el ámbito humano como en el literario.

También dedicó un estudio irrepetible a un personaje como Juan Eduardo Cirlot, poeta barcelonés, que fue merecedor del Premio Domínguez Ortiz de Biografías (Fundación Lara). Este mismo mes, en un libro póstumo que no debería haberlo sido, pues lo acabó mucho tiempo antes de morir, Renacimiento llevará a las librerías su Sueño y leyenda, dedicado al escritor gallego Álvaro Cunqueiro. No sólo escribió de poesía y poetas. Taravillo exploró en Ford Apache (Sílex) la filmografía del cineasta John Ford, por el que sentía tanta devoción como para reservar una pared de su estudio de la calle Habana de Sevilla a un cartel de La diligencia.

'Álvaro Cunqueiro. Sueño y leyenda'

'Álvaro Cunqueiro. Sueño y leyenda' RENACIMIENTO

Era experto en las antiguas epopeyas nórdicas y anglosajonas –a esta materia dedicó Los siglos de la luz. Héroes, mitos y leyendas en la épica y la lírica medieval (Berenice)– pero, como todos los héroes modernos, se había apeado del caballo, sin dejar de ser un signore y un erudito del verso, con preferencia por el endecasílabo y la forma del soneto, capaz de dedicar Un hogar en el libro (Newcastle), las sabrosas memorias sobre su faceta profesional como librero –fue director de la Casa del Libro en Sevilla– previa la etapa de su vida anterior a consagrase sólo a escribir. Sin duda fueron sus años más fértiles y felices. “Sé cómo hacer un poema / sobre lo que me pasa. / Lo que no sé es cambiar lo que me pasa / para que el poema sea distinto”. Su legado literario es rico, profundo y sólido como una roca. Igual que la obra de los grandes autores clásicos.

'Un hogar en el libro'

'Un hogar en el libro' NEWCASTLE