
Guillermo Saccomanno
Guillermo Saccomanno: "En los pueblos pequeños todos nos conocemos"
El escritor argentino, último Premio Alfaguara por la novela Arderá el viento, reflexiona sobre el lenguaje de la narrativa, el género negro y la creación de territorios literarios imaginarios
Comenzó su trayectoria profesional como autor de historietas. Ha firmado también guiones para series y películas, pero desde hace años Guillermo Saccomanno vive centrado en la literatura. Publicó su primera novela, Prohibido escupir sangre, en 1984, y a partir de ahí ha construido una obra narrativa en la que encontramos tanto novelas como relatos. Reconocido dos veces con el Premio Hammett, en 2010 ganaba en Biblioteca Breve con El oficinista y en 2000, con su novela El buen dolor, conseguía el Premio Nacional de Literatura en Argentina. Con Arderá el viento, Saccomanno ha sigo galardonado con el Premio Alfaguara. El escritor, vuelve a la Villa, espacio recurrente en su literatura, para narrarnos una historia oscura en la que nadie es inocente. Corrupción, violencia y cinismo envuelven a este pueblo cuyos vecinos dirigen su mirada acusatoria hacia los Esterházy, un matrimonio excéntrico que ha llegado a la Villa para regentar el antiguo hotel.
En su última novela, Arderá el viento, nos encontramos otra vez con el personaje del periodista Dante, a quien conocimos en Cámara Gessel.
Y no es lo único que aparece otra vez, también nos reencontramos con La Villa, que es un espacio que ha ido apareciendo en algunos de mis relatos. Es un territorio que nunca abandono del todo. El sueño de todo escritor es el de conseguir tener un territorio propio. Es lo que hicieron Faulkner con Yokpatawpha, García Márquez con Macondo y Onetti con Santa María. Modestamente, intento hacer algo parecido y que la villa costera en la que vivo todo el año sea mi territorio. Para mí es un sitio chico con historias, chismes, rumores y maledicencias… Es un pueblo donde todo el mundo cree saber todo acerca de los demás, pero en el fondo nadie conoce a nadie. En la Villa todos son lo que los otros dicen que son.
Guillermo Saccomanno
Y este es el lugar al que vuelve Dante, el periodista.
Sí, al escribir Arderá el viento se me ocurrió que reaparecieran algunos personajes que fueran ineludibles y Dante era el primeo. Es el periodista del pueblo, tiene conocimiento de todo lo que pasa. Él no interviene en lo que sucede. Tiene una actitud ambigua hacia todo lo que pasa, la suya es una posición distante y escéptica. Nunca toma partido, pero sabe cuáles son las causas del delito y de la corrupción y, además, intuye qué va a pasar. Se anticipa los hechos gracias a la experiencia que tiene del alma humana. Aparte de él, reaparecen otros personajes que son los vecinos del pueblo, que, por ser un espacio pequeño donde todo está a mano, te permite articular los personajes, desplazarlos y moverlos como en una telaraña. Eso sí, al trabajar sobre un espacio pequeño debes tener un gran control de la narración. En cualquier momento se te puede ir de pista.
Como en los relatos, ¿en la novela todo debe tener un sentido?
Sí, pero no es fácil de encontrar. Muchas veces estás avanzando con el libro y no sabes exactamente cómo va a seguir el relato, cuál es el sentido que va a tener. Se construye mientras se escribe.
Volviendo a Dante, este va acompañado de Virgilio.
Era obvio que tuviera a su Virgilio al lado.
Y con él desciende a los infiernos.
Este descenso no es sino la excusa para plantear la vieja pregunta de Dostoievski y que, tiempo después, también se hace Sartre: ¿el infierno es uno mismo o lo son los otros? Lo que sucede es que no debemos olvidar que nosotros somos parte de ese infierno. Decía Italo Calvino en Las ciudades invisibles, que de lo que se trata es de ver quién en el infierno es menos infierno. Al final, lo que he intentado mostrar es que en la Villa todos están empantanados. Lo que pasa es que en un pueblo te tenés que seguir viendo la cara, pase lo que pase, Vos te peleás con A o con B, con H o con Z, pero, antes o después, te los encontrás cuando vayas a pagar la cooperativa eléctrica o en la cola del supermercado o por la calle. En los pueblos pequeños todos nos conocemos.
'Arderá el viento'
Todos se conocen, pero todos señalan al otro como culpable.
Sí, porque todos se sienten lejos del mal, se sienten a salvo e inocentes. Sin embargo, no hay inocentes y tampoco hay redención. Esto es lo que sucede en nuestra sociedad: cuando decimos que todos somos responsables, en realidad nos estamos quitando la culpa, estamos borrando nuestra responsabilidad individual. Esto es lo que precisamente cuento acá: los personajes se quieren desprender de su responsabilidad, si bien se mueven en torno a la ecuación sexo, dinero y poder. Estos tres elementos están detrás de todo lo que acontece y de la violencia que se produce, que no es únicamente física.
La violencia lo envuelve todo y el ambiente de su novela recuerda a la serie Twin Peaks: un mal latente que se manifiesta de maneras diversas.
Es cierto, y debo decir que nunca pensé que Twin Peaks terminaría siendo una influencia tan fuerte. Cuando escribía yo tenía presente sobre todo a Faulkner, del que soy muy lector. Lo que sí es cierto es que hubo momentos de la escritura, en que me puse la música de Angelo Badalamenti, que es quien compuso la banda sonora de Twin Peaks. Me hizo bien escucharla, le dio una banda sonora a la Villa, que tiene algo de esos pueblos norteamericanos medio decaídos y polvorientos. De hecho, la arena está siempre presente en las descripciones del pueblo, que vive intensamente solamente durante el verano. Cuando llega el invierno el viento del sudeste aúlla y los habitantes disminuyen.
Arderá el viento tiene también algo de novela gótica, sobre todo en la construcción del hotel en torno al cual gira la vida del pueblo.
En realidad, la literatura gótica nunca me apasionó. No creo mucho en los géneros. En todo caso, si alguna resonancia tiene esta novela es el género negrp. Mientras escribía, pensaba en Jim Thompson y en su novela de 1280 almas, donde el autor construye un pueblito de pocos habitantes pero suficientes como caldo de cultivo para armar la trama. Y, como te decía, la referencia para mí ha sido Faulkner.
Anna María Iglesia y Guillermo Saccomanno
No es un autor de novela negra.
No lo consideramos como tal, pero sus novelas podrían ser leídas inscribiéndolas dentro del género negro. Pensá en una novela como Santuario, donde lo que se nos narra el secuestro de Temple, que termina recluida en un prostíbulo y es obligada a ejercer la prostitución. ¿No es una trama negra? De hecho, tiempo después, James Hadley Chase, que era un novelista de policiales muy bueno, escribió El secuestro de Miss Blandish, una novela que incluso llegó a tener continuación, Sangre de la orquídea, y que retoma la trama de Faulkner, que quiso llevarle al juicio. Más allá de la trama, las dos novelas no tienen nada en común y lo que las distingue es el lenguaje. Por esto desconfío de las etiquetas de género: los límites entre los géneros son muy borrosos, hasta el punto de que a Faulkner no lo consideramos un autor de novela policiaca pero a Hadley Chase, sí. Pensá en Romeo y Julieta, vos podés decir que es una novela romántica, pero también que es una novela negra. Cuando escribo no me preocupo por el género. Cuando escribí Arderá el viento pensaba, además de Jim Thompson, en David Goodies. Jim Thompson no mira para otro lado cuando hay incesto o cuando el hijo quiere matar a la madre. Sus novelas son duras. Las de Goodies se caracterizan por una atmósfera de encierro a la que se contrapone la figura del extraño, del extranjero.
En su novela esta figura del extranjero también es clave.
Lo es en todos los pueblos. Cuando vos llegas a un pueblo y sos de otra parte te estudian los demás y te lleva un tiempo pagar el derecho de piso hasta que, al final, el pueblo se te abre. En los pueblos hay gestos que en la ciudad ya no persisten, gestos de comunidad y de cercanía. En los pueblos conviven el bien y el mal, pero también están los grises y, como novelista, lo interesante es ahondar en ese terreno intermedio.
De todas maneras, en una ciudad un extranjero sigue estando bajo sospecha, sobre todo si no tiene dinero.
Es cierto. La sospecha está instalada y más en estos días. Este clima de sospecha tan evidente en las pequeñas localidades como la Villa tiene un indudable componente fascista. Lo vemos en la novela, pero lo estamos viendo cada día en nuestros países. En la novela no es ni más ni menos grande de lo que ocurre en la realidad, lo que sucede es que al narrarlo lo miro con microscopio.
Guillermo Saccomanno
Su novela alude a elementos del pasado -Argentina como territorio de refugio para muchos antiguos nazis, pero también lugar de destino de los judíos que huyeron en la década de los treinta y cuarenta-, pero no los explicita.
Me parecía mejor no revelar en exceso, jugar con el misterio, dejar que se intuya que algo ha pasado, pero sin que se supiera muy bien qué. Y es aquí donde interviene el trabajo con el lenguaje. Las ficciones más interesantes lo son por el lenguaje, no por la trama. No es tan complicado armar una trama, lo difícil es ponerla en acción y no repetir recursos. Si vos lees una novela de John Grisham o de Tom Clancy encontrás que todo está contado clarito y que nada se pone en tela de juicio, porque lo que se cuenta en estas novelas intenta confirmar la visión del mundo que tiene el autor. No quiero decir que, a veces, no podás encontrar placer en tramas de este tipo, pero me parece que la función de la literatura, además de entretener, es cuestionar, poner en duda, incomodar, excitar, hacer dudar, mostrar zonas oscuras de la realidad. Y esto te lo encontrás en el noir, pero también en muchas novelas realistas del siglo XIX.
La literatura que inquieta no es solamente la de género negro.
Es verdad, pero yo siento cercanía hacia la literatura negra. Yo me formé con dos literaturas, la norteamericana y la rusa, dos literaturas pesadas. Si me preguntás un ideal de novela te digo Los hermanos Karamazov, a la que todos los años conviene pegarle una mirada. Lees unas páginas y te das cuenta de lo bien que escribía este tipo, de esas situaciones lúgubres, macabras, oscuras. Tenía catorce años cuando leí Crimen y castigo y fue como si me hubieran dado con un martillo en la cabeza. Son lecturas recomendables para jóvenes en estos tiempos tan descafeinados en los que a les damos libros también muy descafeinados. Hay jóvenes que leen buena literatura, sin duda, pero hay muchos que leen una literatura tonta, estúpida y fascistizada.
Guillermo Saccomanno
En su novela los jóvenes parecen consumidos por el contexto.
Son chicos desesperados que están más cerca de la destrucción de lo que imaginan, tienen el destino trazado. A los que no les espera una bala de la policía les espera un destino de horror.
Su mirada no es muy optimista.
No soy optimista. Yo creo que esas vidas están jugadas. Los personajes de esta novela son desesperados, están poseídos y enfrentarse a los otros es su gesto de desesperación. La única excepción es Dante, el periodista, que tiene un punto cínico, que nunca se compromete. Dante no comete ninguna injusticia, pero tampoco es un tipo que vaya a participar en defensa de la justicia. En el fondo, él también está involucrado en todo cuanto acontece, así que es un observador muy poco imparcial. Es alguien que se lava las manos.