
Imagen de Fernando Pessoa en la portada de 'Libro del desasosiego', de Seix Barral
Ibis, el ave de Fernando Pessoa, sigue volando
El poeta, un genio, porque él quiso serlo, representa el fenómeno psicológico-literario más singular de la historia de la literatura
La noticia de que ha muerto en vuelo, a consecuencia del trabucazo de un cazador, un ibis, un ave en peligro de extinción, uno de los cuarenta que se dirigían desde Austria a Cádiz, para que allí se apareasen, y luego siguieran camino al sur, a Suráfrica, da para hondas meditaciones sobre el desperdicio de la vida: grandes esfuerzos de ecólogos y animalistas, de instituciones, de aviadores, para preservar a un bicho precioso y extraño, casi diría que estrambótico, y todo lo arruina un tonto con escopeta: “Ahí va, un bicho con alas. ¡Pues me lo cargo!”.
Así es el mundo: el bosque tarda cien años en crecer, y de repente viene un cazurro y enciende un piti.
La muerte del pobre ibis también invita a recordar a Fernando Pessoa (Lisboa, 1888-1935), en opinión de algunos el mejor poeta de la primera mitad del siglo XX y, para todos, el fenómeno psicológico-literario más singular de la historia de la literatura, por la invención de sus heterónimos: poetas inventados por él, que escribían en diferentes metros y estilos, y según filosofías distintas y hasta contradictorias, todos bonísimos, y que constituían, ellos solos, toda una poesía nacional.
La herencia
Con ellos, con sus máscaras, Pessoa intervenía en los debates públicos, en los debates políticos de su época, con una gran desenvoltura, por ejemplo publicando un artículo firmado por su heterónimo Ricardo Reis, que era monárquico, defendiendo al Rey, y otro, firmado por Álvaro de Campos, resueltamente republicano. ¿Cinismo? ¿Frivolidad? El mismo Pessoa decía que “sólo tienen profundas convicciones las personas superficiales”.

'Pessoa, el hombre de los sueños'
Pero ¿por qué la muerte del ibis sobre los cielos de Extremadura, a manos de un cazador cazurro, ha de recordármelo? Pues porque “Ibis” era el mote vo alias con el que le llamaba su familia, “ibis” era el animal al que imitaba en la calle para divertir a sus sobrinos. Cuando se iba de casa, ellos, asomados a las ventanas, le reclamaban: “¡Haz el ibis! ¡Haz el ibis!”. Y él doblaba una pierna, extendía los brazos por delante, imitando el pico largo del ave… Y la chiquillería se reía…
“Ibis” se llamaba la imprenta y editorial que Pessoa fundó en cuanto pudo poner las manos sobre la herencia de su demente abuela. Él tenía 20 años. Un pariente bienintencionado le había hecho las cuentas, los cálculos, según los cuales, si invertía con sensatez y prudencia en valores seguros, aquel dinero le bastaría para vivir y escribir durante 16 años.
La cumbre de Zenith
Fernando desoyó los consejos, tenía muchos proyectos editoriales. Alquiló una oficina, compró una imprenta, contrató a seis empleados y en seis meses perdió su fortuna. Durante el resto de su vida tuvo que dedicarse a trabajos alimenticios, endeudándose, angustiándose (relativamente), por aquí y por allá, mientras en su fuero interno sabía que era genial, y que sólo en cuestión de tiempo el mundo lo reconocería.

El escritor Fernando Pessoa
Por cierto que para ser genial, decía Pessoa, lo primero, lo imprescindible, es querer serlo, tener una fenomenal ambición de excelencia. Él la tenía, y se aplicó perseverantemente a ser genial, a costa de su comodidad, de la sensatez, del camino abierto por su suerte que le prometía la modesta fortuna que heredó y que despilfarró como quien tira al viento su ristra de diamantes (Ory).
Hizo el idiota al arruinarse así, pero sin tal idiotez quizá tampoco hubiera alcanzado la genialidad.
De la misma manera que un cazurro ha matado a un precioso ibis, la miseria del mundo, y sus propios errores, mataron prematuramente a Pessoa, y precisamente cuando había alcanzado la maduración de su gran talento.
Pienso en estas cosas porque acabo de terminar la traducción de la larga biografía de Pessoa, obra de Richard Zenith que publicará Acantilado en otoño próximo. Es un libro formidable, cuya publicación espero que sea un acontecimiento.
El ibis muerto sigue volando.