Rafael Argullol, por Farruqo

Rafael Argullol, por Farruqo

Letras

Rafael Argullol: la pasión contemplativa de un escritor inabarcable

Ahora, en plena madurez intelectual, el filósofo recibe la indagación de sus amigos y conocedores de su obra, con la convicción de que se trata de un autor que ha buscado como pocos encarnar el alma del mundo

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Como un ángel pálido, el pensador es testigo de la imposibilidad de nuestro tiempo: encarnar el alma del mundo. El autor total escribe sus originales a mano para dejar claro que todo emana del cuerpo, especialmente la inmaterialidad poética que potencia la imagen y desvirtúa la palabra, sobre fondo duro (papel o piedra). Él escribe, piensa y se lanza a la aventura del conocimiento igual que ama, y lo hace caminando.

Ahora, en plena madurez intelectual, recibe la indagación de sus amigos y conocedores de su obra, en el libro Rafael Argullol: caminar, pensar, escribir (Acantilado), un desfile de cercanía en el que intervienen Laura Cornejo, Lluís Boada, Frederic Amat, García Gual, Casablancas, Hoyos Gómez, Mateo, Artur Ramon, Lluís Basset, Félix Riera, Juan Malpartida, Isabel Soler, Carlos Moreno o Pepe Ribas, entre otros pesos pesados que citaremos a continuación.

Es el homenaje demostrativo de que Le vrai de l’ammitié c’est de sentir ensemble (Proust), como nos recuerda Estela Ocampo en la presentación del libro. En el mismo pórtico de la obra, Victoria Cirlot descubre el velo de un conjunto de cuadernos de diferentes autores a modo de Caihier de l’Herne para “iluminar el trabajo inigualable de Argullol, a través de su personalidad y para entender su personalidad a través de la obra”.

El pensador ofrece una autoexploración hasta al fondo de sí mismo en su obra cumbre Visión desde el fondo del mar. Basilio Baltasar explica que esta inmersión consiste en bucear resguardándose de la “trinidad maligna que atenaza al corazón del hombre: codicia, hechizo y sumisión”. Lo más certero es lo más concreto: Silvia Ardévol dice que Visión está entre el autorretrato y la autobiografía, lo primero es la imagen y la segunda, la palabra.

Portada del libro sobre Rafael Argullol

Portada del libro sobre Rafael Argullol

En la primera mitad del libro titulada Lecturas aparecen las colaboraciones de conocedores del pensamiento argulloliano: Isabel Soler, Patrici Almarcegui, Carlos Moreno, Yolanda Gamboa o Anna Caballé, y despunta entre ellos José María Valverde. El brillante profesor, fallecido en 1996, destaca que El fin del mundo como obra de arte de Argullol es una pieza acorde con la ley de la literatura del siglo XX, “a la que Walter Benjamin" otorga la legitimidad de género nuevo hasta dejarlo agotado, como el angelus novus. Valverde mantuvo la llama de la sonrisa de Argullol, mientras este último se iba encaramando hasta las cotas más altas del ensayo crítico salpicado de ficciones.

En 2010, Eugenio Trias publicó en ABC un artículo imborrable sobre Visión desde el fondo del mar, reproducido ahora en Caminar, pensar, escribir. Trias, desaparecido en 2013, califica a Visión de “libro sapiencial”, plagado de máximas y aforismos, proverbios y sentencias. Critica la ausencia de un contrapunto humorístico y destaca la gran madurez del final de la obra, gracias a la presencia del segundo personaje, Rusalka, la mujer que desvela el hilo de fuego que une a Serbia con la Gran Madre Rusia, el imaginario aventurero y premonitorio de Argullol.

El autor “disuelve al texto en escritura”. Es el nómada de una gran travesía oceánica que visita Benarés, Lima, Petra, Pekín, Singapur o Argel. Trias dice con razón que, ante semejante libro, el lector exige más y más; se comporta como un “tirano dispuesto a dictar ejecuciones de madrugada, como en la leyenda de Sherezade y, paralelamente, “es un hermano”.

Erotismo amenazador

En el fragmento Una educación sensorial, historia personal del desnudo femenino, Laura Cornejo descubre el cráter de lo que es para Argullol el placer de la contemplación, “el goce supremo”. (Aristóteles). Ella sitúa el universo existencial de lo maravilloso en la frontera entre el despertar de la conciencia erótica y el origen de la razón estética. Podría hablarse aquí del Argullol más auténtico en el que la sabiduría se conjuga con la memoria personal.

Cornejo utiliza las láminas de la Historia del arte de Josep Pijoan para avivar el despertar erótico del filósofo delante de la bailarina representada en la Villa de los Misterios de Pompeya. La revelación de la desnudez confabula con la indagación de un espíritu elevado que no se conforma con el goce y busca conocer. A este antecedente lo completa la cita de Tamara Dejermanovic, amiga y expareja de  Argullol, con esta frase del autor: “tuve la suerte de educarme eróticamente con La Venus del espejo de Valázquez”.

El arte actúa sobre la carne, pero lo erótico no es una exhibición sino un estado de la mente. Siguiendo el mimo sendero, el erotismo amenazador de las Majas de Goya, la sensualidad sin pecado de Modigliani (Desnudos recostados) y El desayuno campestre de Manet se suman para alcanzar la meta que fundamenta la disolución del mito de Venus.

El filósofo y escritor Rafael Argullol

El filósofo y escritor Rafael Argullol WIKIPEDIA

En la segunda parte del libro, titulada Testimonios, se hacen visibles los amigos, las parejas y el fondo de las auténticas emociones. Lluís Boada desvela la alegría y el dolor de los años de revolución; su propio exilio, las dos detenciones de Argullol y el valor de la franqueza entre dos hombres que comparten lucidez, lecturas, manteles y secretos futbolísticos. Por su parte, Lluís Bassets, al hablar de la izquierda antimoderna de la generación del joven Argullol, su amigo-pensador, confiesa que “la lealtad es tal vez el vínculo más intenso y vigoroso que puede establecerse entre dos amigos. Bassets reproduce para los conocedores este pellizco del poeta: “Fuimos ángeles/quizá fuimos dioses/Luego cerramos los párpados/ y, llenos de oscuridad, nos olvidamos del cielo”.

En el fragmento de Frederic Amat, el filósofo es visto literalmente como uno de sus títulos: Cazador de Instantes. Argullol le regaló a Amat un ejemplar The Raven, un conjunto de poemas de Edgard Allan Poe, traducido por Stephan Mallarmé. Argullol y Amat comparten la relectura de El Cuervo, el conocido pájaro de brillantes alas negras, que se posa sobra un busto de Palace Atenea, dotado de un graznido hablante -nunca más- sobre el misterio de la vida, “el presente futuro y el descubrimiento de un nuevo pasado”.

Luchador paciente y trabajador

En uno de los momentos más pertinentes de su larga obra, Rafael Argullol aborda las pasiones; las pasiones esenciales en la historia de la humanidad que son diseccionadas por el mismo autor, junto a Félix Riera, en una serie de entrevistas radiofónicas a lo largo de tres años y medio, reunidas ahora en el libro-homenaje y publicadas antes bajo el título de Las pasiones según Rafael Argullol. Configuran un manual irrepetible de un tema central del poeta, narrador, ensayista y catedrático de Estética y Teoría de las Artes en la Universidad Pompeu Fabra.

En los diálogos de Platón, Sócrates advierte que solo responde ante el argumento razonado. Argullol confesó un día haber visto en su galería de espectros el perfil de fauno de Sócrates: la comedia, la tragedia, la destrucción y el origen de las pasiones que asolan y humanizan el planeta. Un anticipo de sus lecciones y uno de los centros de sus obsesiones. Un pasaje o vía para sus alumnos de la Pompeu, destinado sobre todo a la enorme legión de sus lectores; una invitación a la existencia más allá de él.

Conecta en este punto con la etapa final del mencionado José María Valverde resumido en Alteridad, abismo y paradoja de Francesc Torralba, donde se destapa el pensamiento espiritual del profesor del mítico Departamento de Letras de la Central cruzado por las referencias de Soren Kierkegaard. Puede decirse que Valverde y Argullol -profesor y alumno sabio- se encuentran en la radicalidad de la exigencia evangélica. El pensador homenajeado huye del cristianismo escatológico para ocuparse de “Adan, un Prometeo consentido y estimulado ante el horror del Juicio”, dice Valverde.

El olvido de la ironía señalada por Trias, en el centro de la conspiración pensante de Argullol, es una forma de evitar la ironía de Sócrates. El padre del pensamiento occidental utilizó la ironía como medio para relacionarse con los hombres.

Por su parte, Argullol, luchador paciente y trabajador hasta la extenuación, ha escrito que alguna vez ha soñado con el daimon de Sócrates, el primer soldado de la ética. Podría ser que “durante una noche y un día”, Argullol también quisiera ser Alcibíades (el enigmático estratega ateniense del Peloponeso) y “luego morir”, en palabras de Goethe, siguiendo a Pierre Hadot (Elogio de Sócrates).