Dolores López Mondéjar

Dolores López Mondéjar EFE

Letras

Lola López Mondéjar: "Nuestra identidad, antes, era indagación e interrogante; ahora es una copia"

La psicóloga, ganadora del Premio Anagrama de Ensayo con Sin relato, donde aborda la incapacidad de los individuos para relatarse  y construir una identidad subjetiva, reflexiona sobre cómo la tecnología ha alterado nuestra capacidad para entendernos

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Con su nuevo trabajo, Sin relato, Lola López Mondejar, psicóloga clínica, psicoanalista y narradora -es autora de novelas Cada noche, cada noche o de libros de relatos como Qué mundo maravilloso- ha conseguido el Premio Anagrama de Ensayo. En este nuevo ensayo, López Mondejar retoma algunas de las cuestiones de Invulnerables e invertebrados, publicado en 2022, para proponer una reflexión sobre la pérdida de la narratividad del sujeto postmoderno, un fenómeno favorece la construcción de identidades adhesivas, basadas en la imitación y sustentadas por la propia subjetividad. La incapacidad de narrarnos, señala López Mondéjar, impide que construyamos una identidad. 

Me gustaría empezar preguntándole la relación de este nuevo ensayo con Invulnerables e invertebrados, puesto que da la impresión de que prosigue con muchas de las indagaciones que abordaba en aquel anterior libro.

Sin relato nace de uno de los capítulos de Invulnerables e invertebrados en el que abordaba la cuestión de la identidad y la subjetividad y donde hablaba de hombres y mujeres huecos, que carecían de narrativa para construir su yo. Tras escribir ese capítulo me di cuenta de que con la digitalización esa carencia se estaba universalizando. Tanto mis colegas como yo recibíamos cada vez más pacientes que tenían dificultades para contarse a sí mismos y establecer un nexo entre el síntoma que presentaban o su malestar con alguna anécdota o algún acontecimiento biográfico.

Lola López Mondejar

Lola López Mondejar EFE

¿Esto lo percibía en los adolescentes?

Sí, pero no solo. Los adolescentes siempre han intentado narrarse. La poesía, por ejemplo, eso una de las formas de expresión que los adolescentes encontraban para contarse y expresar su malestar. Lo que sucede es que comenzamos a ver que ya ni tan siquiera tenían la poesía para contarse a sí mismos y que, como dice un compañero mío, los adolescentes se habían vuelto “un leño”. Falta de profundidad; superficialidad en la forma de contarse; relatos fragmentarios sin nexos entre el pasado, el presente y el futuro; relatos que no buscan construir un sentido a la biografía… Todo esto es lo que comenzamos a percibir, pero no solo en los adolescentes, sino también en jóvenes y en gente con más edad. Esto fue lo que nos llamó la atención y lo que motivó este libro. 

Vamos a detenernos sobre dos conceptos clave: identidad y subjetividad. No deben confundirse, ¿verdad?

Para nada. La diferencia es central. Cuando hablo de identidad me refiero a cómo, en el capitalismo de la vigilancia, nuestra sociedad digitalizada, nos está llevando hacia una identidad adhesiva, es decir, hacia una identidad que se pega a las propuestas sociales, propuestas que son, y esto es importante decirlo, básicamente de consumo.

¿Se refiere a una identidad que no se construye desde dentro?

Exacto. Una identidad que renuncia al esfuerzo de contarse a uno mismo y sin ser construida creativamente, basándose en el lenguaje, en la memoria, buscando un sentido y estableciendo nexos causales, que son aquellos que nos permiten contar qué nos pasa y por qué nos pasa. Sin estos nexos, no nos podemos narrar.

A partir del ensayo de René Girard Mentira romántica y verdad novelesca usted plantea que la construcción de la identidad tiene lugar a través de la imitación. ¿Qué sucede ahora con la imitación?

El problema ahora es que tanto la familia como la escuela han perdido su papel como agentes de socialización. Ya no tienen un protagonismo como agentes de socialización. Ahora lo tienen las redes sociales, que ocupan un tiempo enorme en nuestra vida, superior a la vida presencial. Los mediadores del deseo que estas redes sociales nos proponen son muy superficiales y se basan en ofrecernos una identidad de consumidores. La identidad mimética está en el origen de todos nosotros, pero los ideales sociales han mutado por completo, Desde el oráculo de Delfos hasta la Ilustración, la identidad tenía que ver con una indagación, era un interrogante. Todo esto se ha perdido por completo. Vivimos en un tiempo en que el imperativo es copia, pero no solo esto: los mediadores tienen un déficit moral y ético. 

'Sin relato'

'Sin relato' ANAGRAMA

Imitamos para encajar, pero vivimos, a pesar de todo, aislados.

En el libro intento hablar de la condición humana y esto me lleva a subrayar que el reconociendo es una de las necesidades universales  en todos los momentos de la historia. Ahora esa necesidad de reconocimiento se satisface de forma ilusoria en las redes sociales, con la búsqueda de los likes. Y hago énfasis en el hecho de que se satisface de manera ilusoria porque, en realidad, en las redes no hay nada. Son una esfera vacía, hueca. Nosotros creemos que estamos siendo reconocidos, creemos que el reconocimiento llega a través de la red, de ahí esa angustia que tienen muchos jóvenes para no pasar desapercibidos, poner fotos constantemente en Instagram… Lo que quieren es ser reconocidos, pero el reconocimiento intersubjetivo no se produce porque todos somos meros emisores de señales. Por eso nos sentimos solos.

Este sentimiento de soledad hace que usemos más las redes sociales. Durante la pandemia muchos jóvenes que sentían esta soledad acudían a las redes creyendo que allí podrían encontrar grupos donde encajar. Lo curioso es que las redes sociales se presentan como un lugar de democratización donde el cuerpo no importa y las personas con una estética menos canónica pueden encontrar acomodo,  sin embargo, a la larga no es así. Las redes censuran muchísimo más las diferencias corporales y, lo que es peor, son muy dañinas a este respecto, mucho más que la presencialidad, donde se toleran más las diferencias.

En la última parte del libro, a partir de ensayistas como Rebecca Solnit o a Rutger Bregman, señala que esta búsqueda de una identidad mimética tiene como reflejo el rechazo al otro, que se convierte en alguien distinto, diferente.

Sí, siempre hay un otro y es el chivo expiatorio. Con la polarización que producen las redes sociales la facilidad para identificar chivos expiatorios donde ubicar nuestro mal, lo que nos ha pasado o lo malo que nos pasa para expulsarlo de nosotros, es enorme y rápida. Este es un tema que sobre el que quiero seguir trabajando. Podemos pasar de las relaciones de vecindad a relaciones de odio extremo con facilidad. Estos mecanismos  tienen que ver con la disociación, pero también con la empatía que, como señala Bregman, tiene un lado peligroso si funciona solo hacía los míos. Es decir, me siento empática con los míos mientras hacia los de afuera proyecto indiferencia y deposito mi odio. Esta es la parte peligrosa de la empatía que tenemos que atender porque nos sorprende en movimientos rapidísimos, sobre todo ahora con las redes sociales.

'Invulnerables e invertebrados'

'Invulnerables e invertebrados' ANAGRAMA

El problema es que el odio en redes sociales luego salta a la calle.

Efectivamente. Lo vemos claramente en los casos de acoso escolar, que muchas veces empieza en las redes. Es un odio que puede llevar al suicidio a los niños y que no está solo en el acoso escolar. Constantemente vemos ejemplos de polarización -los míos y el otro- y de cierta virulencia por encontrar un chico expiatorio.

“El espíritu gregario, el consentimiento, el hecho de decir siempre ”. Este es el gran problema según primo Primo Levi. ¿Tan difícil es para el individuo romper con su espíritu gregario?

Para nuestro cerebro es mucho más fácil simplificar y polarizar que analizar la realidad. A esto se añade que la aceleración a la que nos empuja la vida nos impone la necesidad de tomar partido rápidamente. La complejidad no es amiga de la rapidez. En este contexto, se produce un vaciamiento del mundo interior motivado por la falta de reflexión que nos lleva a evitar el pensamiento crítico. Y esto es muy grave porque, cuando no hay pensamiento crítico, lo único que existe es una adhesión a las posturas dominantes. 

Ir a contracorriente no es nada fácil. Por eso en el libro hablo de esos héroes que sí que cuestionan a la mayoría. Romper con el mainstream requiere una fuerza psíquica importante porque todos sabemos que te lleva a estar solo. El gregarismo te da seguridad, aunque éticamente sea cuestionable. Decir siempre que sí te da seguridad. Sentirse parte de un grupo supone un goce. Pensemos en esa niña judía que, al ver un desfile de las SS, le dice a su madre: “Si no fuera judía, querría ser nazi”. 

'El pensamiento mudo de los peces'

'El pensamiento mudo de los peces' PÁGINAS DE ESPUMA

En ese desfile la niña ve unidad,un grupo en el que todos son iguales.

Lo que ve es una identidad imaginaria, que es la que ahora prevalece. Me explico: yo quiero ser igual a los demás y para eso me transformo estéticamente. Encajar tiene mucho de performance, es una teatralización de la identidad. Esto no es nuevo en los adolescentes. Siempre lo han hecho. Piensa en las tribus urbanas, ¿qué son? Una forma de encajar de manera a nivel estético en una identidad, en un grupo social. Lo que sucede es que antes todo esto era un rito de paso, algo que se superaba. Mis hijos fueron dark: lo fueron y lo dejaron de ser. Lo que ahora vemos es que este rito de paso, que, una vez superado, terminaba con un proceso de maduración psicoafectiva en la medida en que el adolescente, con inseguridades e incertidumbres, va construyendo su subjetividad, se ha transformado. Se ha convertido en algo estable. Ahora ya no se toleran ni la inseguridad ni la incertidumbre, como tampoco toleramos el sufrimiento.

Usted señala que los padres no enseñamos a los niños a superar el aburrimiento. Queremos tenerlos entretenidos con las pantalla.

Esto es terrible porque el aburrimiento es la base del movimiento simbólico y la creatividad. Aburrirse significa que del exterior no me llega ningún estímulo y, por tanto, tengo que buscar internamente cosas que me distraigan. Es un internalización en el que, cuando un niño se aburre, lo que tiene que hacer es buscar una solución. Y aunque busque fuera de sí algo para acabar con ese aburrimiento, la búsqueda -de un libro, una pelota, juguete…- es algo que parte de dentro, del niño y va hacia el exterior. Es un deseo que va de dentro afuera. El aburrimiento es una ausencia de un objeto o del deseo. Ahora el objeto tecnológico está pegado a nosotros, nunca está ausente y, por tanto, no aparece el aburrimiento. Y al no aparecer desaparece el mundo interno que motivaba la búsqueda. Sin aburrimiento no descubrimos quiénes podemos ser o cómo nos podemos divertir solos.

'Qué mundo tan maravilloso'

'Qué mundo tan maravilloso' PÁGINAS DE ESPUMA

Luego está el hecho de que siempre deseamos algo: no podemos soportar la ausencia.

En esta errancia del deseo por los objetos se basa el capitalismo y el consumo. El riesgo está en el hecho de que los objetos de deseo ahora nos los proponen desde fuera, nos los propone el mercado y sus mediadores, no los buscamos. Me pongo frente a la televisión, me conecto a una plataforma para ver películas y es la plataforma quien me propone qué películas ver. ¿Qué implica esto? Un secuestro de mi iniciativa. Dejo de preguntarme de qué director quiero ver una película, qué películas podría ver o si tienen relación con un tema que me interesa.

Todos estos interrogantes desaparecen y también la subjetividad, el pensamiento… La búsqueda es substituida por la oferta, de la que ninguno escapamos, sobre todo con las redes y la tecnología. Si los adultos, que somos inmigrantes digitales, estamos afectados por estos mecanismos de oferta constante ¿qué le puede pasar a los niños que nacen ya con la tecnología y a los nueve años ya tienen un teléfono? Lo que les sucede es que se les está impidiendo la construcción de ese mundo creativo de la imaginación.

Una cosa que se percibe leyéndola es, que además es autora de novelas y relatos, reivindica la imaginación como algo central para el ser humano. 

¿Sabes por qué le doy tanto valor? Porque lo primero que imaginamos es un yo, nuestra identidad narrativa. Nuestra primera creación es nuestra identidad narrativa. Si no la creamos nos convertimos en sujetos miméticos, en clones. Según todos los especialistas, y por lo que he deducido de mi propia observación, lo que pretende el sistema en el que estamos inmersos es que no construyamos una identidad narrativa propia. Lo que interesa es que no haya pensamiento, que no haya imaginación ni intimidad, que no sientas que tienes un mundo intransferible. Si tú esterilizas tu ser y lo pones en manos de las plataformas digitales y de su oferta, para hablar en términos más generales, lo que consigues es una jibarización: uno se va haciendo cada vez más chiquito.

'Cada noche'

'Cada noche' SIRUELA

¿Esa incapacidad de narrarnos tiene que ver con la pobreza cada vez más generalizada del lenguaje?

Absolutamente. Yo no soy una tecnófoba y reconozco que el uso emoticonos puede ser muy cómodo a la hora de enviar mensajes, pero también es cierto que nos impiden reconocer las emociones y ponerles palabras. El uso continuado de emoticos empobrece nuestra capacidad lingüística porque son símbolos que nos vienen dados desde fuera y nos dicen cómo decir lo que queremos decir. Además, los emoticonos simplifican y homogenizan lo que se transmite Hablar es todo lo contrario: hablar es matizar. 

¿Las pantallas sustituyen, en el caso de los más pequeños, a la lectura?

Al respecto, hay que tener en cuenta que las pantallas nos producen chutes de dopamina y provocan un nivel de excitación alto. Nos entretienen y secuestran nuestra atención. El libro exige una lectura pausada, no ofrece estímulos inmediatos, sino que los estímulos intelectuales que nos proporciona llegan poco a poco y requieren tiempo. Cuesta combatir con las pantallas porque producen adicción. De hecho, están hechas para hacernos adictos a ellas. El capitalismo de la atención lo que quiere es capturar nuestra atención el máximo tiempo posible. 

Señala que hemos perdido la capacidad de narrar, pero también de escuchar.

Escuchar es hacer un hueco en ti para poner las palabras del otro, pero esto es algo muy difícil en esta sociedad narcisista. Vivimos en un momento en el que nos preocupamos de nosotros mismos, de proyectarnos hacia el exterior, pero no nos abrirnos al otro. No hay una conversación en la que se hable y se escuche porque hoy todos somos emisores. Lo que sucede es que al mismo tiempo querríamos ser escuchados y, por esto, se nos proponen avatares que “nos escuchan”, pero esos avatares no dejan de ser un reflejo nuestro. Es como el espejo de Narciso: ese avatar somos nosotros mismos.

'Mi amor desgraciado'

'Mi amor desgraciado' SIRUELA

Es decir, nos escuchamos a nosotros mismos.

Exacto. El otro se está deshumanizado. Por esto en el libro hablo de la gamificación de las relaciones. Convertimos al otro en un avatar que viene a encajar en mi necesidad, es alguien que viene a cubrir algo que yo necesito. De esta manera, deshumanizo al otro, porque lo considero una fuente más de mi deseo, comouna herramienta para mi satisfacción. A este respecto, Eva Illouz habla de la mercantilización de las relaciones: uso al otro en tanto me beneficio de él y, por tanto, lo deshumanizo, pero al deshumanizarlo nos deshumanizamos a nosotros mismos. 

Esta deshumanización tiene sus efectos en política. Hace énfasis en el auge de los populismos. 

Hay que tener en cuenta tres cuestiones: la disminución del pensamiento crítico, la supresión de la reflexió y que la identidad mimética es manipulable. Las identidades no narrativas y no críticas corren el riesgo de dejarse convencer por cualquier propuesta simple que describe la realidad a grandes rasgos, con pinceladas fuertes, como hacen los populismos, proponiendo discursos sin complejidad y satisfacen esta tendencia del cerebro a simplificarlo todo. Y esto es lo que está sucediendo. Los populismos están ofreciendo respuestas sencillas a la complejidad de una realidad que cada vez es más difícil de aprehender y que requiere ser abordada con muchos matices.

Además son discursos que inventan culpables.

Claro, pero esto ha sido siempre así. El concepto de chivo expiatorio viene del cordero que se sacrificaba como forma de expiación. Hoy es la inmigración porque lo primero que expulsa nuestra sociedad es la pobreza. Se proyecta que la pobreza es algo exclusivo de la migración, cuando no es así: vivimos en una sociedad que cada vez más empobrecida. Pensemos en la precariedad que viven los jóvenes o en tantos trabajos indignos.

'Yo nací con la bossa nova'

'Yo nací con la bossa nova' FUNDAMENTOS

La inestabilidad y la precarización dificulta que nos constituyamos como sujetos  con proyectos… ¿Esto es lo qie busca de nosotros el sistema?

Por supuesto. La pauperización de los ciudadanos y el individualismo imperante hace que vivamos como algo individual problemas que son colectivos y que los exterioricemos a través de problemas de salud mental. No socializamos la queja, que es algo esencial. Siempre pienso en las madres de la Plaza de Mayo: primero iban individualmente, pero se dieron cuenta de que aquellas reivindicaciones solo podían funcionar si eran colectivas. El capitalismo individualiza la queja y el capitalismo digital, que nos aleja de lo común, individualiza la queja de manera extrema. Por eso vivimos como fracasos individuales y problemas de salud mental asuntos colectivos que solo podremos resolver colectivamente.