Ángel Jové, actor esporádico en películas de Bigas Luna / IMDb

Ángel Jové, actor esporádico en películas de Bigas Luna / IMDb

Letras

Misterioso Ángel Jové

Con todo el aspecto de estar al margen de la sociedad, Jové quería llegar hasta "el fondo" cuando pensaba las portadas de los libros para Anagrama, recogidas todas en un libro

27 enero, 2024 21:18

Estando en Girona hace ya bastante años fui con un grupo a casa de Ángel Jové (Lérida, 1940), el portadista de tantos libros de Anagrama. No sé qué pretexto nos llevó allí, y de hecho no cambié más de dos palabras con aquel sujeto que siempre me había intrigado por el misterio poético de sus trabajos como ilustrador y por su presencia ciertamente inquietante, escultural, hermética, sin ventanas, en películas como Bilbao. No hizo muchas, por lo que tengo entendido sencillamente se cansó de aquello. Ahora cuando estuve en su casa resultaba ser un hombre entrado en años y que lucía unas grandes barbas blancas proféticas, tenía todo el aspecto de estar al margen de la sociedad, de ser un hosco ermitaño, pero resultaba que era locuaz y vivía en la misma plaza de la catedral, que, encaramada sobre unas empinadas escaleras, tiene ese aire monumental formidable Único.

Desde las ventanas de Jové se veía la plaza, la tremenda escalinata tan teatral y si no recuerdo mal también la fachada, lienzo de piedra con un óculo enorme como monstruoso ojo de Dios, y columnas superpuestas y estatuas de santos. Era una vista urbana que me recordaba, como precisamente algunas de las portadas de Jové, la pintura de algún artista metafísico italiano desconocido, sólo faltaban un ciprés o una fuente seca. Como paisaje cotidiano, aquel ordenado delirio de piedra por donde pasaban, subían y bajaban algunos vecinos y animosos turistas, tenía que ser un desafío intenso. Jové aún hacía muchas portadas para libros y en el piso ante la catedral tenía grandes mesas rebosantes de revistas ilustradas de todas clases y tijeras y cutters con las que recortaba fotografías que luego pasaba a incorporar a sus tan atmosféricas composiciones, especies de collages. Pensé que era un procedimiento muy singular para componer una imagen, un procedimiento en el que participaba tanto el azar y la memoria, sujeto a sorpresas y a efectos inesperados. Aunque claro que muchos artistas pop han sacado petróleo de las imágenes comerciales, reuniéndolas en collages o re-significándolas.   

Ángel Jové en la película 'Bilbao', de Bigas Luna / FLIX OLE

Ángel Jové en la película 'Bilbao', de Bigas Luna / FLIX OLE

Anagrama acaba de reeditar un libro, titulado Las portadas de Ángel Jové, que me pasó desapercibido cuando se publicó por primera vez, hace veinticinco años, creo que yo estaba fuera de España, y seguí sin enterarme hasta el otro día, pero ahora que obra en mi poder viene a colmar una de mis modestas ambiciones estéticas, que era precisamente la de tener reunidas algunas de esas imágenes sin tener que andar por mi biblioteca buscando tal o cual volumen de Bernhard o de Kenzaburo Oé, por poner dos ejemplos, un breve catálogo para someterme a placer a la atmósfera peculiar de este artista. Intentaré decir algo que no sea muy vago sobre esa atmósfera. Es una atmósfera crepuscular, de desolación, generalmente más bien despoblada, ruinosa, con aroma de flores marchitas y sugerencias de profundo silencio y de desasosiego. Los cuerpos, figuras, espacios, edificios u objetos, separados, flotantes, que se reúnen en un territorio común dominado por colores ácidos y saturados, establecen relaciones chocantes, indefinibles, que irradian aislamiento, ambigüedad y mil sugerencias de sentido.

Portada del libro sobre las portadas que hizo Àngel Jové

Portada del libro sobre las portadas que hizo Àngel Jové

Ironía británica

Si hay un libro de artista que tenga sentido es éste; si hay un artista que no vea involuntariamente traicionada o deformada su obra al ser reproducida en las páginas de un libro es precisamente Jové: un libro que contiene sus portadas de libros. Además de cerca de cuarenta de esas ilustraciones, el delgado volumen incluye varios textos estupendos: uno de Cirici Pellicer, de 1969, referido sobre todo a los primeros pasos del artista: una semblanza de Antoni Llena, donde analiza o explica alguna de las imágenes de su amigo Jové y cuenta su manera de encontrar, de llegar cada vez a la imagen adecuada, intensamente relacionada con la obsesión y la espera. Después de leer el libro que tiene que ilustrar, “la fórmula que utiliza es difícil: espera, pasivo, que la imagen que busca le salga al encuentro (…) Espera sentado –tiene un instinto de pereza protectora— a que las agujas del reloj den la vuelta completa a la esfera para poder marcar, de nuevo, la misma hora y entre las imágenes reconoce la que sabe, porque, de todas, es la única que no le produce dolor de estómago, pues en el conocimiento también éste dicta sentencia”.

Los otros textos son una larga entrevista con Xavier Antich, donde Jové explica con no poco énfasis su credo como creador (“la gente no se da cuenta de que hagas lo que hagas, poesía, pintura, lo que sea, porque, de hecho, todo es lo mismo, hay que ir hasta el fondo”) y un retrato a cargo del editor, Jorge Herralde, donde presenta a Jové como un creador estupendo y con su habitual ironía británica cuenta un par de anécdotas sobre su carácter escurridizo, guadianesco, imprevisible y alérgico al éxito, a la diplomacia y a las relaciones sociales.

En fin, todos estos textos confirman e ilustran lo que ya intuía yo cada vez que miraba con arrobo alguna de sus turbadoras ilustraciones en la portada de un libro, mucho antes de aquel día en que vi por primera y única vez a aquel hombre de barbas proféticas entre las ventanas que –como si no fuera una feliz casualidad, como si fuera él quien tenía que tener aquel paisaje único-- daban al conjunto fantástico de las escaleras y la catedral: un artista y además también un personaje.