El escritor Thornton Wilder, autor de 'El puente de san Luis rey' / THORNTONWILDER.COM

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Letras

Cruzando otra vez el puente de San Luis Rey

'El puente de san Luis rey', de Thornton Wilder, plantea una eterna cuestión sobre si la vida en este mundo sigue un plan o es todo casual

1 abril, 2023 20:00

Por norma general en las novelas tradicionales, el protagonista avanza hacia el cumplimiento de su destino, configurado por sus propios actos y los de los personajes secundarios que lo rodean, según una lógica cronológica más o menos lineal, aunque pueda permitirse las analepsis o “flash back”. La curiosidad por saber qué le pasará nos impulsa a seguir leyendo. Así sucede en la novela del XIX, e incluso en Proust y Joyce.

El puente de san Luis rey, de Thornton Wilder, joven escritor que precisamente había estudiado con tenacidad obsesiva la obra de estos dos, conculca esa norma de forma radical. Ya en la primera de sus breves páginas sabemos que el puente, el robusto puente tendido siglos atrás por los incas en el camino entre Lima y Cuzco, un buen día de principios del siglo XVIII colapsa y se hunde, precipitando al vacío a cinco viajeros que en aquel momento transitaban por él. Los siguientes capítulos se consagran a contar la vida de cada una de esas víctimas, vagamente relacionadas las unas con las otras (igual que lo estamos nosotros con todos los demás, a unos grados de separación), y todas marcadas por un trauma amoroso, hasta el día fatídico.

Miguel de Unamuno.1925

Miguel de Unamuno.1925

¿Qué significa, si es que significa algo, un hecho azaroso como ese accidente? ¿La vida en este mundo sigue un plan, o es todo casual? El hermano Junípero, un fraile franciscano, recopila un montón de datos sobre esos cinco desdichados con la intención de encontrar en el accidente y en el hecho de que lo sufrieran precisamente ellos, la huella de la voluntad de Dios: sorprenderla, reconocer su voz en el acontecimiento. ¿Y qué acontecimiento es más elocuente que la muerte?

Sentido de la vida

(Estuve comentando ésta muy lograda ficción de Wilder en el Institut d’Humanitats, en una conferencia del ciclo Novela y espiritualidad, dirigido por Andreu Jaume, que en próximas sesiones analizará novelas de John Updike y de Flannrey O’Connor, como ya ha glosado el Kim de Kipling; María Tausiet analizó días atrás El progreso del peregrino y dentro de un par de semanas hablará de Siddharta, de Hesse. Domingo Ródenas, de San Manuel Bueno, mártir, de Unamuno. Valentí Puig, del Diario de un cura rural de Bernanos. Todas, efectivamente, novelas en torno a la busca del sentido de la vida, la trascendencia, lo inefable… )

Ernest Hemingway

Ernest Hemingway

Tales son la estructura y el tema de esta ficción que Wilder escribió antes de cumplir los treinta años y que, gracias a su sentido de la humanidad y de la simpatía, su canto al amor desinteresado como el único “puente” que une, por lo menos durante algún tiempo, la tierra de los vivos y la tierra de los muertos: (“el amor, lo único que sobrevive, lo único que tiene sentido”), y al lenguaje próximo a los lectores no necesariamente muy ilustrados, tuvo un éxito formidable y sostenido a lo largo de las décadas, por más que entre nosotros no sea un escritor tan conocido como otros miembros de la “generación perdida”.

Wilder trató a Scott Fitzgerald, a Gertrude Stein, a Hemingway y a todas las figuras de su tiempo, pero se mantuvo un poco aparte, fue un ser singular, educado en la literatura en el seno de una familia muy cultivada; un tipo que veía en el amor, como explicita en esta novela, la gran fuerza redentora, pero después de un temprano desengaño amoroso un solterón irreductible; era muy aficionado a los viajes europeos, muy cordial, probablemente una buena persona. Su carrera literaria y teatral estuvo cuajada de éxitos. La estudiosa Penélope Niven le dedicó una biografía prolija (Harper). El puente de San Luis rey, que creo que editaba Edhasa, está agotado, pero puede encontrarse en Iberlibro y en alguna versión digital, según me explicó algún amable asistente a la conferencia en el Institut.