El ensayista, poeta y escritor Ramón Andrés, autor de 'Caminos de intemperie' / RAMON ANDRES

El ensayista, poeta y escritor Ramón Andrés, autor de 'Caminos de intemperie' / RAMON ANDRES

Letras

Ramón Andrés, caminos de intemperie

El pensador y musicólogo publica un volumen de aforismos donde condensa su voluntad de resistencia ante las inercias de nuestro tiempo y pone en crisis las falsas seguridades

25 abril, 2022 22:45

“La pérdida de lo sagrado no nos ha hecho mejores; tampoco más libres. Ahora nos arrodillamos ante el dios que creemos ser. Y le rezamos”, dice uno de los aforismos que acaba de publicar Ramón Andrés en Caminos de intemperie (Galaxia-Gutenberg). Junto con Los extremos, Puntos de fuga y Malas raíces, esta nueva colección conforma una constelación de pensamiento sin parangón en nuestro país. Mientras el mundo cree haber conquistado un progreso tecnológico y científico –hasta hace poco eran impensables nuevas pandemias, imposible otra vez la guerra en Europa–, Ramón Andrés nos recuerda desde un rincón todo lo que no hemos dejado de ser, lo que sigue inscrito en nuestra sombra.

Más aún que su poesía y sus ensayos, sus aforismos ofrecen una sabia resistencia a inercias de nuestro tiempo como la velocidad, el ruido, la ilusión del yo, la creencia en el dominio de la naturaleza, el sentido de la propiedad o el progreso: “Escaparse en los sonidos que aún quedan del pasado: en el goteo de un grifo que cierra mal, en el cortar de la hogaza, en los gritos del mercado, en la pala que aparta la nieve, en un ladrido muy lejano, en la tos de un enfermo”. En su pensamiento aforístico, Ramón Andrés no considera que la modernidad sea un estadio de superación. Para él, el lapso que va del Renacimiento hasta nuestros días no es más que un breve episodio de la Historia, que a su vez encierra mucho menos de lo que exhibe.

Tras varios siglos de subjetividad e imperio de la razón, nos hemos acostumbrado a creer que el mundo y el hombre siempre han sido así, pero nuestra condición es mucho más vieja y a la vez más efímera, más pobre y bastante más compleja. Basta pensar en todo lo que el lenguaje conserva anterior a nosotros, en todo lo que se ha perdido antes de la escritura, en la antigüedad del grito, el llanto y la alegría. Gracias a su forma de pensar a través del oído, Ramón Andrés ve mucho más lejos porque su mirada no construye ni delimita, no obedece, sino que descarta todas las falsas seguridades que nos hemos procurado, buscando fuera de los grandes edificios filosóficos y epistemológicos, entre los presocráticos, Marco Aurelio, Plotino, los anónimos cantores y artesanos.

FILOSOFIA Y CONSUELO DE LA MUSICA RAMON ANDRES

Un ejemplo de ello es su concepción musical. Para la mayoría de aficionados e incluso de profesionales, la historia de la música tiene apenas tres siglos, de lo que apenas uno –el XIX– llena los teatros y auditorios. Para Ramón Andrés, en cambio, la música del siglo XX, tan maltratada y malentendida, es una oportunidad para escuchar de otro modo y volver a las fuentes previas al Romanticismo: “No sé la razón, sólo la sospecho. La música contemporánea, pero también la de siglos muy anteriores, me refiero al canto gregoriano y a la polifonía de los siglos XIV y XVI, abrieron hace mucho unos espacios en mi mente que desconocía. Acaso se deba a que carecen de narración, de historia que sujeta el pensamiento y lo obliga a pasar por los lugares de siempre, los ya conocidos, los que nos han arruinado”. En ese sentido, sus aforismos son una propuesta de fuga. “La música salva porque aleja, va a la búsqueda de los seres que viven sin resentimiento, los celebra”.

Su ciclo de aforismos ha ido conformado, además, una suerte de autobiografía hecha de fragmentos de sí mismo. En Los extremos se leía por ejemplo: “A los diez años ya sentí los primeros síntomas de la vejez. Necesidad de silencio y agua limpia”. Caminos de intemperie incluye algunos recuerdos más elaborados que sirven para hacerse una idea de cómo se ha desarrollado su particular forma de estar en el mundo, que es la de los descartados, los que renuncian a dominar y manipular:

Mostra Caminos de intemperie def

“No puedo contar las veces que jugaba debajo de la cama mientras se peleaban (mis padres). Portazos, vasos que estallaban, tazas, insultos, juguetes rotos, alguna lámpara a la buena de dios, intensos recitativos de la peor y más trágica de las óperas. Había llegado a sentirme menos compungido bajo aquel somier gracias a unos cochecitos de la marca Eko con los que jugaba a maniobras de aparcamiento. Iba mentalmente al interior de esos coches y viajaba. A dónde, no lo sé, pero lejos. Esa ciudad que tenía por cielo el colchón era la única para mí habitable. Una vez mi padre dio un puñetazo tan fuerte en una puerta que los nudillos quedaron marcados. Estaba orgulloso de su contundencia. Y también tenía aviones de la Segunda Guerra Mundial y carros de combate de esa misma marca que él, con un indisimulado amor bélico, me compraba. En mi ficción aprendí a intervenir con eficacia en ataques aéreos y a destruir en la misma medida que yo me destruía. Fue el inicio”.

Si uno piensa en todo lo que la obra de Ramón Andrés nos ha dado, en su generosidad, en su oído para lo que ya nadie percibe, verá que en realidad siempre lo ha visto todo desde ese ángulo bajo la cama, un espacio de resistencia frente a la brutalidad, un santuario de la inocencia que, a despecho del mundo, ha sido fuente de consuelo. Cuentan que San Juan de la Cruz solía buscar espacios exiguos en los que encerrarse y ver el exterior desde una rendija. Sólo en esos lugares encontraba paz. Y de ahí surgía su canto. Como ensayista, poeta y pensador, Ramón Andrés ha explorado un territorio que está más allá de la cultura y del conocimiento, lejos de las leyes convenidas de la transmisión y la herencia. Quién si no hubiera podido escribir este aforismo: “La fallida Tierra, pecio semienterrado en el universo”, en el que de pronto asoma el hocico del perro de Goya, el verso de Celan: “Aún quedan canciones por cantar más allá de la humanidad”.