Rubén Amón: "La izquierda se ha aliado con el animalismo, una religión de supermercado"
Autor de 'El fin de la fiesta', el periodista defiende la tauromaquia frente a una sociedad "blanda" que no quiere enfrentarse a la muerte
7 junio, 2021 00:10Rubén Amón (Madrid, 1969), periodista, tiene claro que la sociedad española no quiere enfrentarse con sus viejos tópicos, pero, mucho más que eso, considera que los españoles no quieren pensar en la muerte, y que, como ocurre en todo Occidente, se teme la dureza de la propia vida. Es mejor mirar para otro lado. Una sociedad más tierna, más pendiente de un ocio blando. La tauromaquia es, para Amón, todo lo contrario. Nos enfrenta con la muerte, nos recuerda que siempre está ahí y en estos momentos puede ser algo transgresor, justo cuando los gobiernos señalan lo que se debe hacer o no, cuando deciden toques de queda o estados de alarma. Amón acaba de publicar El fin de la fiesta (Debate), donde aborda todas las contradicciones que ha supuesto que España haya dejado de lado el mundo del toro, y señala en esta entrevista con Letra Global que
--Pregunta: La afición a los toros experimentó un auge en los años 90, con las retransmisiones en Canal Plus. ¿Qué pasó luego para que, tras ser reconsiderados como algo moderno, pasaran a un segundo plano?
--Respuesta: A mí me impresiona mucho la velocidad del fenómeno, respecto a la reputación de la tauromaquia. Y creo que lo antitaurino llega conectado con el animalismo, que es una doctrina ambiciosa y dogmática, que tiene buena acogida. La izquierda se ha aliado con el animalismo, una religión de supermercado, que vanagloria a quien la profesa y que no le pide nada a cambio.y se produce una dicotomía entre lo moderno y lo retrógrado, un conflicto entre lo antiguo y lo moderno. Lo progresista se asocia al ecologismo. Y llegamos a Pablo Iglesias como un líder animalista que pide el voto. La izquierda se asocia a lo animalista y es antitaurina.
--Pero lo taurino llegó a ser lo moderno en ese momento.
--Sí, la movida es taurina, la vida de un moderno pasaba, como me decía Jaime Urrutia, entre la sala Rock-Ola y las Ventas. Antoñete era la gran referencia, como figura transgresora. Los toros habían sobrevivido con audacia al franquismo, y se habían podido asociar a la vanguardia.
--Por tanto, esa es la paradoja. Supera la asociación con una España franquista, pero decae luego con fuerza.
--Creo que la clave es la introducción del animalismo y la ecología. Que, por otra parte, es un absurdo, porque los toros tienen un beneficio medioambiental enorme, con grandes dehesas, que resultan un espacio prodigioso.
--Y la derecha lo protege, sin esa connotación ecologista
--El ecologismo militante se niega a aceptar el beneficio medioambiental de los toros, y también le pasa con la caza. No sé si la alternativa es un movimiento de liberación del jabalí, pero está claro que la clave es la relación que establece la izquierda con ese mundo del ecologismo.
--¿Se ha equivocado entonces la izquierda al renunciar a algo a lo que se había asociado, como moderno?
--En el libro empiezo, precisamente, por Carmen Calvo, con un acto de homenaje en Sevilla a la generación del 27 y a Ignacio Sánchez Mejías, como mecenas y animador de poetas Calvo señaló que los toros representaban la vanguardia y la transgresión y que había que reconocerse en eso. Contrasta con Pedro Sánchez, que ha dicho que a él nunca se le verá en una plaza de toros. Esa es ahora la realidad.
--Entonces, ¿el mayor o menor reconocimiento dependerá de esa izquierda?
--El problema lo tiene la izquierda, sí, pero también hay una circunstancia y es la apropiación de la derecha de los toros como algo identitario, algo que a mí se me atraganta. No me gusta que se reivindiquen los toros desde la nación.
--Porque, ¿de lo particular ha pasado a lo universal, a su juicio?
--Ha traspasado las fronteras. Los toros gozan de buena salud en América.
--Entonces, ¿cómo se cambia, si es que se quiere, ese clima de negación de la tauromaquia?
--El problema no son los toros. Es recuperar la afición a partir de que se identifique la tauromaquia como un espacio de transgresión. Y yo lo espero, teniendo en cuenta que tenemos una sociedad encorsetada. Creo que podemos ver un cambio de inercia, a partir de un fenómeno de contestación. Y despojarnos de lo que debemos hacer o no.
--¿Se puede trasladar la prohibición de los toros, como en Cataluña, como un primer paso para la censura en muchos otros ámbitos?
--Es que no puedes condescender con el que te prohíbe. Y menos sobre un patrimonio, sobre una pasión estética. No estamos hablando, precisamente, de legalizar la heroína.
--En Cataluña se ha asociado el toro a lo español, y al martirio de los animales, pero se mantiene la fiesta de los toros embolados, en las comarcas de Tarragona. ¿Qué se debe hacer?
--En Céret se hace el pasillo con barretina y se canta Els Segadors. El catalán se va a Francia a ver toros, a ver un espectáculo español, en Francia, un país que recela de cualquier expresión que ponga en cuestión su identidad. En Arles también se celebran espléndidas corridas de toros. Es una dicotomía que no se ha presentado en esas plazas. Y muestra la gran paradoja que supone para los aficionados catalanes.
--¿En Francia se ha resuelto mejor la protección del espectáculo con el respeto a los animales?
--Lo han resuelto en el ámbito normativo. Han vivido siempre en la hostilidad, y eso les ha llevado a llevar a cabo mecanismos de supervivencia que les funciona.
--Hay una cuestión sobre los toreros, y es, en España, esa admiración por José Tomás, por gente que no son aficionados. ¿Es esnobismo, o realmente es algo fuera de serie?
--Los fenómenos no se pueden construir. Son genuinos. José Tomás ha sido el último torero que ha impactado en la sociedad en la que vivía. En Sevilla está Aguado, pero José Tomás es una figura absoluta. Es un torero de época, por su personalidad, por su capacidad de engendrar una condición mistérica, un torero que ha recibido cornadas que lo han dejado al borde de la muerte. Es un mito contemporáneo. Está justificada su gloria y su fama.
--Entonces, ¿lo que necesita el mundo del toro es una figura similar para despertar una nueva afición?
--Es un espejismo, cuando se le reprocha poca actividad a Tomás, lo que se hace es exhibir una debilidad evidente. Es cierto que eso puede suponer un problema. No le vendría mal al mundo del toro la emergencia de nuevas figuras. Pero no vamos a depender de un torero para que eso se despierte.
--El Boxeo, ¿cumple una función similar al mundo del toro? ¿Tampoco se quiere ver ese espectáculo en la sociedad actual?
--La salud de la tauromaquia es mejor que la del boxeo, seguro. Pero fuera de España sigue siendo un fenómeno mediático y económico. En Estados Unidos se plantea ahora la reivindicación del boxeo sin guantes, como lo más auténtico en una sociedad que llegó a crear el ‘pressing cath’. Estuve en Córdoba y me impresionó las referencias constantes a la tauromaquia, en todas partes. En muchas comunidades pasa lo mismo. Y curiosamente es en las que están más ligadas al toro bravo, donde están las dehesas. Creo que no deberíamos pensar que el mundo de toro ha acabado. Hay muchos jóvenes aficionados, al margen del apagón mediático que sufre. Es un cadáver con buena salud.
--¿Lo ve como un elemento rupturista, realmente?
--Los toros son ofensivos porque enseñan lo que temes. Los toros son muy masculinos, y eso no quiere decir que sean machistas. Tiene algunos sesgos, pero no son machistas. Hay el tabú de la homosexualidad, que me parece sorprendente. Pero es la afirmación de lo masculino, de la muerte, del rito, de la jerarquía, en una sociedad secularizada. No hay nada más masculino que un toro. El torero va vestido de mujer, con sus medias rosas, se amanera, es ambiguo. Y lo masculino es el toro.
--Hay una cuestión curiosa y es que se retransmiten por televisión los Sanfermines, pero no las corridas de toros. ¿Es incongruente?
--Creo que sí, que totalmente, es como si te enseñaran el calentamiento de un partido de fútbol y luego no pudieras ver el partido. Porque esos toros, luego, se torean, pero no se pueden ver. Es el producto de una sociedad infantilizada, donde todo le da miedo. La pregunta es cuánto tiempo puede aguantar una sociedad esa circunstancia.
--¿Confía, realmente, en una catarsis?
--Yo creo que sí, que las catarsis se pueden producir. El mundo del toro ¿es irracional? Claro que sí, afortunadamente. Veremos esa catarsis.