Estados Unidos y el 'cristal racial'
El mercado editorial norteamericano evoluciona al ritmo de su sociedad y potencia los libros sobre la cuestión racial y la perspectiva cultural femenina
28 agosto, 2020 00:10Tras el descalabro que supuso el confinamiento, con novedades que vieron frustrada su distribución efectiva y, luego, la avalancha de títulos una vez liberado el tapón, el sector editorial se ha recuperado y las ventas, si no boyantes, vuelven a tener alegría. Las editoriales se adaptan y nuevos directivos van ocupando posiciones de importancia que modifican el mapa. La sección de libros de The New York Times ha tratado de mostrar el nuevo paradigma en EEUU: mucha mayor diversidad étnica, al compás de las campañas antirracistas alentadas por el Black Lives Matter y la evolución general de la sociedad, pero también, porque la vocación del capitalismo es anexionarse nuevos grupos de consumidores, de unas propuestas más comerciales para hacer caja.
Esto es apostar a caballo ganador: las minorías (que ya no lo son en absoluto) son el señuelo para vender más, que un dólar ingresado por una novela de Faulkner, por ejemplo, vale en la cuenta de resultados lo mismo que el de una novelita feble, políticamente correcta y tontorrona. Pero, claro, hay quién se pregunta qué hacer con el autor de El ruido la furia, un hombre blanco del Sur, en tiempos como estos. Su obra no pudo escapar al peso de la raza, señala la Atlantic Review, pero extrajo de él su potencia creativa. Todo hoy se mira con el cristal racial.
Fallecimientos, jubilaciones y reestructuraciones recientes han cambiado el panorama. Y todo indica que esos cambios en las personas responsables se traducirán en los libros que se publiquen y en la manera de venderlos (por cierto, que la cadena de librerías Barnes & Noble ha aprovechado el cierre forzado por la pandemia para remodelar sus sucursales, y ya sabemos lo que esto significa desde hace tiempo: más libros de cara y menos fondo). Aparte de lo racial, la tendencia es cada vez más femenina (aquí en España llevamos gran ventaja sobre los Estados Unidos, pues la preeminencia de nuestras editoras no es cosa de ayer ni de anteayer).
De los ocho editores retratados en el Times (los ya ausentes y sus sustitutos), solo dos son hombres, y ninguno blanco. Lo de WASP (White Anglo-Saxon Protestant) es hoy un incunable, un libro agotado. Solo la mitad de las mujeres que aparecen son, por otra parte, caucásicas. Esto debería dar igual, pero se conoce que no, cuando se le otorga tanta relevancia. Simon & Schuster será ahora dirigida por una mujer negra que no ha trabajado antes en la edición sino en la prensa y en la organización del Premio Pulitzer. ¿La raza a la edición o editora de raza? Hasta ahora la representación negra ha sido escasa en el mundo editorial y la normalización es… lo normal.
EEUU nunca será verdaderamente nación en tanto no se olviden las procedencias de sus ciudadanos. O, al menos, cuando no se maquillen. Quien esto escribe asistió en directo (estaba viendo un canal norteamericano) al anuncio por parte de Joe Biden de quién sería su vicepresidenta en caso de ser elegido: Kamala Harris (sobre la que acaba de salir un libro ilustrado). Todos los comentaristas en esa y otras emisoras (hice zapping) la declaraban afroamericana, aunque yo no terminara de verlo.
EEUU nunca será verdaderamente nación en tanto no se olviden las procedencias de sus ciudadanos. O, al menos, cuando no se maquillen. Quien esto escribe asistió en directo (estaba viendo un canal norteamericano) al anuncio por parte de
Se notaba que, como el mismo Obama (su mujer acaba también de publicar libro), sus rasgos no son propiamente negros sino mulatos. Al poco me enteraba de que en realidad es de padre jamaicano y de madre india (tamil, no apache). Cierto que los habitantes de la isla caribeña proceden de esclavos traídos de África, pero la contradicción es evidente: por primar el origen racial se supedita la mujer al varón (la madre al padre). Ahora todo el mundo ha de ser afroamericano, menos mal que la palabra black es usada sin problema por los propios negros para referirse a sí mismos. Es lo que haría el machadiano Juan de Mairena, que prefirió el sucinto “lo que pasa en la calle” al retorcido “los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa”.
Valga esta digresión para mostrar que no es oro todo lo que reluce, ni carbón todo lo que oscurece. Y que un relevo en la cúpula de la editoriales no significa que se atienda a criterios de excelencia sino, junto a una causa demográfica, al de buscar hasta el último centavo, hállese este, ya en la comunidad blanca más elitista, ya en el barrio humilde más coloreado. La palabra color es aquí pertinente: los negros son ya solo una de las minorías. La diversidad es muy amplia (la jefa de redacción de la sección de libros del Times es árabe).
Con la hipersensibilización estadounidense a todo lo que tenga que ver con la raza, no extraña que se preste atención al hecho de que los indios hayan salido de las reservas para escribir en géneros en principio ajenos a ellos como el de la ciencia ficción. “Ya hemos vivido un apocalipsis”, sostiene una de estas autoras, refiriéndose al genocidio que esos pueblos sufrieron a manos de los yanquis. Alexandra Alter es una de las periodistas que firman la pieza, haciendo honor a su apellido. Como por aquí todavía se recuerda, aunque será por poco tiempo ante la desaparición de las lenguas clásicas de nuestros planes de estudio, alter en latín es otro. Viva la alteridad, lo diverso. El titular es algo tramposo porque sobre lo que estos autores escriben no es sobre platillos volantes o galaxias lejanas, sino sobre la fantasía y el terror, con presencias mitológicas heredadas de sus antepasados. El pasado tal vez sea futuro, escribió Eliot, un señor blanco de Misuri.