'Rembrandt - Manet', 1964, obra de Jiři Kolář / Galerie Thomas-Múnich

'Rembrandt - Manet', 1964, obra de Jiři Kolář / Galerie Thomas-Múnich

Letras

El manual de instrucciones de Jiři Kolář

Kolář fue un artista único, que aconsejaba "no hacer nada" para que el mundo se abriera y llegaran invenciones fastuosas

5 abril, 2020 00:20

Los tutoriales, las tablas de gimnasia y de yoga, las sugerencias e instrucciones, los recetarios de cocina, los juegos y acertijos, las listas de libros, canciones, series y películas que todo el mundo está intercambiando bienintencionadamente para distraer la cuarentena de los amigos y que aprendan algo de provecho, me han recordado a Jiři Kolář (1914-2002), poeta y artista plástico checo, y su Manual de instrucciones: cincuenta y dos poemas-instrucciones, formidable tutorial avant la lettre de filiación dadaísta que creo que no ha sido traducido al español.

Quizá el lector recuerde a Kolář por la exposición que hace unos años le dedicó el Reina Sofía. Por si no le suena, antes de reproducir un poema que he releído con estupor y temor (con temor porque al disponerme a releer mi ejemplar de Manual de instrucciones el libro se me ha abierto por la página donde se reproduce el poema Nunca más, como si hubiera sido escrito pensando en estos tiempos), recordaré algunos hechos de la vida de Kolář. Y los motivos qe le llevaron a renunciar a la poesía en beneficio de las artes plásticas.

Kolář publicó su primer libro de versos, Certificado de nacimiento durante la ocupación nazi de Checoslovaquia, en 1941, y al final de la guerra estaba “bien situado” y bien relacionado en el escenario literario checo. En 1953, pocos años después del “Golpe de Praga” que instauró el régimen comunista, la policía halló durante un registro en casa de Vaclav Černý (1904-1987: hombre de letras, por cierto apasionado amante de la literatura española que tradujo a Ortega y Gasset y a Unamuno, entre otros) el manuscrito de un poemario titulado El hígado de Prometeo, crítico con el totalitarismo. El poemario era anónimo pero la policía identificó en seguida al autor: Kolář.

Firmante de la Carta 77

Fue juzgado y condenado a nueve meses de cárcel; y cuando lo soltaron abandonó las letras para profundizar en sus collages, “poesía del silencio” y por tanto menos peligrosa, que le dio reputación internacional. En 1977 fue uno de los 800 signatarios de la mítica “Carta 77” redactada por Vaclav Havel en exigencia de la aplicación de los acuerdos de Helsinki, que Checoslovaquia había firmado pero no cumplía, y que reconocían el respeto a los derechos humanos, entre ellos el de movimiento y expresión. Hallándose Kolář en Berlín en ese año con motivo de una de sus exposiciones, pidió permiso en la embajada para prolongar su visado. Se le denegó. Vista la hostilidad del régimen, en vez de regresar prefirió exiliarse en París, donde permaneció largos años, hasta la caída del régimen, sin tomarse la molestia de aprender más que unas pocas palabras en francés: “Bonjour”, “madame”, “vin” y “je vous remercie beaucoup”. Cierto que con ésas se puede ir a todas partes. O casi.

 En 1999 regresó definitivamente a su país; una caída le dañó la espina dorsal y pasó los últimos años de su vida en un hospital de Praga, donde murió.

Manual de instrucciones data de 1969, el año de la “Normalización” en que Dubcek fue depuesto, y su experimento del “socialismo con rostro humano”, cancelado. Cada poema propone al lector una acción juguetona y absurda: "Gestos colosalmente inanes", según el crítico Chris Oleson, y “poesía para los que no han leído mucha poesía”, composiciones imaginativas que muchas veces manifiestan un disgusto general, un desacuerdo íntimo con el “orden establecido” de las cosas. A renglón seguido traduciré algunas.

'Rembrandt-Vermeer', obra de Jiri Kolár / Galerie Thomas de Munich

'Rembrandt-Vermeer', obra de Jiri Kolár / Galerie Thomas de Munich

El primer poema, que marca el tono del conjunto, empieza así: “Siéntate a la mesa / escribe el nombre de tu amada / en una hoja de papel en blanco.” De lo digamos razonable pasa sin solución de continuidad a lo absurdo o surrealista: “Salta / tira el bolígrafo / sal corriendo por el pasillo.”

Veamos otro, la “instrucción” número 15: “Saca los cuadros de la pared / deshazte de la alfombra /reúne los muebles en el centro de la habitación /cúbrelo todo con papel de regalo /como si te preparases para pintar el cuarto. / Ponte en la esquina, frente a la pared / y quédate allí todo el tiempo que puedas.

Se parece a este: "Vacía una habitación / completamente / y firma la puerta como si firmases un poema o pintura."

No hacer nada

Pero el que, más allá del juego y del absurdo de la “descolocación” me interpela especialmente, el poema por donde ayer se abrió casualmente mi libro, se titula Nunca más y dice así: “Súbete a un tranvía / o autobús / y hazte agudamente consciente de / la vibración bajo tus pies / los ruidos dentro y fuera / la vida alrededor / la presencia de los demás / recuerda cuántas veces fuiste / a algún sitio / y cuántas volviste / imagínate lo que cada uno está pensando / qué trabajo tiene cómo ha vivido / qué lee qué sueño ha tenido / en algún rincón de tu memoria / guarda espacio suficiente / para / lo que quisieras que te ocurriese / lo que te angustia / lo que olvidas / y mientras tanto sigue escuchando / la voz en tu cabeza que pregunta / qué harías / si supieses / que nunca más volverás a casa”.   

Qué simpático me caía Jiři Kolář. Le visité varias veces en París, y la última vez me regaló uno de sus collages, hecho a partir de la reproducción de un grabado de Doré, cuyo Don Quijote en blanco y negro había enriquecido con varias, grandes mariposas de colores, en cuyas alas se podían ver algunas escenas de los cuadros de Magritte, según la variante técnica del “intercollage”, que es, de todas las que practicaba magistralmente (rollage, stratfie, crumplage, muchlage, chiasmage, etcétera), la que yo prefería. Fue un regalo magnífico. Jiři Kolář tenía un sentido del humor chispeante. De nuestras conversaciones recuerdo este consejo: “Si quieres llegar a ser un artista de verdad, Ignacio, concéntrate intensamente en no hacer nada. Recuerda aquel aforismo de Pascal que dice que todos los males del hombre vienen de que no es capaz de permanecer sentado en una habitación sin hacer nada. Yo creo que Pascal tenía razón, y si el mal viene de esa imposibilidad, entonces el bien supremo, que es la creatividad, tiene que venir precisamente de lo contrario: quédate sentado, tranquilo, persevera en tu no hacer nada y verás como el mundo se abre para ti y te vienen inesperadamente invenciones fastuosas”. Diciendo esto señalaba con un lánguido ademán la mesa, llena de libros, de revistas, papeles, tijeras y pegamento, los materiales con que trabajaba. Yo le pregunté: “¿Y cómo, exactamente, tendría que sentarme, Jiři?” Me respondió: “Así. Mira.” Y se quedó sentado en la silla, con las manos apoyadas en los muslos, el torso erguido; la mirada atravesaba el vidrio de la ventana y se perdía en el aguacero que caía sobre los grandes castaños de París y sobre la fachada del edificio hausmanniano del otro lado de la calle. De pronto pareció que Kolář se hubiera ido muy lejos. Así lo recuerdo, como una estatua de perfil, llena de nobleza, dignidad y lejanía. Cuando me enteré, en Barcelona, de que había muerto en el hospital de Praga tiré a la chimenea el maravilloso collage que me regaló. Han pasado desde entonces dieciocho años. Pero recuerdo como si fuera ayer que viendo arder a Don Quijote, lleno de tristeza, pensaba que así se cumplía, se cumple, la promesa que me hizo: me vinieron “inesperadamente invenciones fastuosas”, este párrafo, sin ir más lejos.