FCE, la Panamericana de los libros
La editora mexicana, con sedes en España y Argentina, y cuya labor intelectual ha marcado la historia reciente del mercado del libro en la órbita hispana, cumple 85 años
28 septiembre, 2019 00:05Recientemente, la editora Sigrid Kraus, fundadora de Salamandra, declaraba que su acontecimiento histórico favorito es llegada de la imprenta a México en el siglo XVI. Realmente, fue una epopeya la de esos ejércitos de soldaditos de plomo, los tipos móviles, que conquistaron todo un continente y sustituyeron, aunque conviviendo décadas con ellos, a los códices nativos, que en México son tan ricos y componen una de las secciones más vistosas del impresionante Museo Nacional de Antropología, allá en el bosque de Chapultepec. Aún hoy se puede visitar la primera prensa de América en una calle junto al Zócalo de la capital mexicana.
Cuatro siglos después, el país se benefició de otro hito. En abril 1934, Daniel Cosío Villegas y Eduardo Villaseñor sacaron el primer número de El Trimestre Económico, y en septiembre se creó la editorial Fondo de Cultura Económica (FCE), con participación de bancos y del Gobierno mexicano a través de la Secretaría de Hacienda. Comenzaron a publicar libros al año siguiente, con uno que premonitoriamente aúna esa iniciativa de hacer disponibles textos de economía con la ampliación a otras disciplinas, como la literatura: El dólar plata, de William P. Shea, traducida por el poeta Salvador Novo.
Ya por aquel entonces, las ediciones lucen el longevo y reconocible logotipo, obra del grabador Francisco Díaz de León, no como a veces se ha dicho de José Moreno Villa, quien aún no había llegado al país (otro error, que ha circulado mucho, es el de que el nombre iba a ser originalmente Fondo de Cultura Ecuménica y que se quedó en Económica, por errata). Si los primeros destinatarios eran los estudiantes de la Escuela Nacional de Economía, de ahí se pasó a tocar otras áreas del conocimiento, sin que falten entre ellas la historia o la antropología.
A partir de 1938 con la llegada de los exiliados españoles que fundaron la Casa de España (origen del Colegio de México), muchos valiosos profesionales e intelectuales se integraron en el FCE o prepararon trabajos para él, ya fueran textos originales o traducciones. Destacan entre ellos los nombres de José Gaos, Eugenio Imaz, Francisco Giner de los Ríos, León Felipe, Emilio Prados, Ramón Xirau, Max Aub, Moreno Villa, María Zambrano y Joaquín Díez-Canedo (quien años después, al dejar la editorial, fundó la suya propia, Joaquín Mortiz, desde hace años perteneciente a Planeta). Su hijo Joaquín Díez-Canedo Flores será director de 2009 a 2103. Libros capitales de la literatura y el pensamiento español se han publicado en el Fondo, como el Diccionario de filosofía de José Ferrater Mora, Primavera en Eaton Hastings de Pedro Garfias o la edición definitiva de La realidad y el deseo de Luis Cernuda. Este preparó para FCE las Poesías completas de Manuel Altolaguirre a la muerte de su querido amigo, con quien compartió años de exilio en la Ciudad de México.
Pero no solo se abrió a los españoles. Con la simbiosis de estos y de los autóctonos, el Fondo comienza a sembrar lo que luego será fruto: un gran sello panamericano que naciendo en un mercado local se vuelve global, diseminando en todo el continente, e incluso en la que fue metrópoli (que en estos años se recupera de la guerra y está sometida a una importante censura) un catálogo, rico en variedad y en calidad. Se puede hablar de que, con la editorial, México realiza una vocación: irradiar cultura en sus diferentes manifestaciones y en territorios muy distintos que, sin embargo, se expresan en la misma lengua. En 1945 se abre la filial argentina. Al frente de ella está Arnaldo Orfila, que tres años después y hasta 1965 dirigirá la casa matriz en la Ciudad de México. Orfila fue fundador seguidamente de otra importante editorial, Siglo XXI.
En 1940, el Fondo empezó a publicar obras de filosofía. El estreno fue con el ensayo Paideia, de Werner Jaeger. Luego vendría la literatura, con las obras completas en varios tomos de sor Juana Inés de la Cruz (a las que seguirán entre otras las de Mariano Azuela) y la poesía de Alfonso Reyes. En la colección Letras Mexicanas aparecen libros tan importantes como Confabulario de Juan José Arreola; Pedro Páramo, de Juan Rulfo; o La región más transparente, de Carlos Fuentes. 1959 será la fecha de la publicación de un libro multicitado que indaga en la idiosincrasia mexicana: El laberinto de la soledad. Su autor es Octavio Paz, que en 1982 publicaría igualmente en el Fondo su gran trabajo de investigación e interpretación: Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe. Hoy, él mismo tiene sus obras completas disponibles en el Fondo.
En 1940, el
Aglutinante de papel pero con valor de oro, importantes escritores mexicanos han trabajado en la casa; por ejemplo, Arreola, los poetas Antonio Alatorre y Alí Chumacero, Jaime García Terrés (quien dirigió a partir de 1971 La Gaceta, mucho más que un boletín de novedades), el escritor en varios géneros Adolfo Castañón y el novelista y crítico Gonzalo Celorio, que abandonó la casa por las presiones del Gobierno del presidente Fox para que el Fondo se desprendiera de las filiales extranjeras, sin comprender el papel de mediación del país en el ámbito iberoamericano, manifiesto en la confluencia de valores literarios que hicieron de México su segunda patria: García Márquez, Mutis, Monterroso, Bolaño... Fundamental ha sido para esa acogida y para la circulación libre de la letra impresa que, a pesar de momentos de autoritarismo, el país no haya sufrido desde los años veinte, a diferencia de otros del continente, guerras civiles, revoluciones, golpes de Estado o dictaduras militares.
El Fondo recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 1989. Nada más justo. El catálogo es impresionante. Incluye 65 premios Nobel, 33 Premios Cervantes y 29 Príncipe y Princesa de Asturias. Pero no todo ha sido editar. La primera de sus librerías abrió sus puertas en 1954. Siempre ostentan nombres de escritores las sucursales, y esta que le dio origen lleva el nombre de Daniel Cosío Villegas, el fundador. La que conmemora a Rosario Castellanos en el barrio de La Condesa, también en la capital mexicana, está con razón considerada una de las más bellas del mundo. Hoy el Fondo cuenta con librerías en diez países del extranjero: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, España, Estados Unidos, Guatemala, Perú y Venezuela. Y filiales editoriales en todas esas naciones menos la segunda y la última.
La librería Rosario Castellanos de La Condesa, en Ciudad de México (FCE).
La sucursal española se inauguró en 1963, y su responsable fue Javier Pradera. Fue un hecho insólito, pues hay que recordar que en aquella época la España de Franco y México no mantenían relaciones diplomáticas. En la actualidad dispone además de la librería Juan Rulfo en Madrid, de otra más pequeña en la misma ciudad, integrada en la recientemente inaugurada Casa de México.La primera mujer directora del Fondo llegará en 2002: Consuelo Sáizar Guerrero. De la importancia que tiene el sello habla sin duda el hecho de que todo un expresidente de México, Miguel de la Madrid, ocupara desde 1990 a 2000 la dirección de la editorial al terminar su sexenio. El actual director es, desde enero, Paco Ignacio Taibo II, creador y director hasta 2012 de la Semana Negra de Gijón (allí nació en 1949).
México es un país de una lenta burocracia que, cuando hay cambio de presidente y de la administración que lo acompaña, las decisiones quedan durante meses paralizadas desde que se anuncian los resultados de las elecciones hasta la toma de posesión. Así, en octubre de 2018 se anunció el nombramiento de Taibo, noticia que levantó gran polvareda porque en los estatutos del Fondo se establecía que los directores debían ser nacidos en México (Celorio, aunque de familia también asturiana, de Llanes, sí nació en la Ciudad de México). No menos polémico fue, junto con el perfil del elegido, su declaración de intenciones: popularizar el sello, “huyendo de lo elitista” y, como consecuencia de la política de austeridad de López Obrador, hacer frente a recortes.
México es un país de una lenta burocracia que, cuando hay cambio de presidente y de la administración que lo acompaña, las decisiones quedan durante meses paralizadas desde que se anuncian los resultados de las elecciones hasta la toma de posesión. Así, en octubre de 2018 se anunció el nombramiento de Taibo, noticia que levantó gran polvareda porque en los estatutos del Fondo se establecía que los directores debían ser nacidos en México (Celorio, aunque de familia también asturiana, de Llanes, sí nació en la Ciudad de México). No menos polémico fue, junto con el perfil del elegido, su declaración de intenciones: popularizar el sello, “huyendo de lo elitista” y, como consecuencia de la política de
Si algo es México, es una potencia cultural de primer orden (al margen de sus desigualdades). Reducir los presupuestos de cultura, aunque sea por la señal que envía, no parece lo mejor en un país que tiene enormes problemas de violencia. La también escritora Margo Glantz, de obra más prestigiosa, fue el nombre inicialmente propuesto, pero al poco declinó la invitación. La edad tuvo que ver en ello, sin duda. Acaso también que avizorara que tendría que tragarse algunos sapos.
Taibo tiene, es cierto, aparte de su experiencia autoral, el bagaje de haber organizado actividades culturales y ser activista en el arte de hacer llegar libros a los más desfavorecidos en mercadillos y bibliotecas mediante su Brigada para Leer en Libertad. No le ayudaron ciertas declaraciones realizadas en la Feria del Libro de Guadalajara el pasado año, por las que fue acusado de amiguismo y misoginia. Su etapa de gerencia, aún en sus inicios, se dirige a la contención de precios y a mejorar la accesibilidad del imponente catálogo. Tendrá que lidiar con lo deficitario. Y no será fácil defender la popularización si esta significa un descenso de calidad. Las transformaciones también son de estructura: ahora, FCE integra la estatal Dirección General de Publicaciones y la cadena de librerías igualmente públicas de Educal (ya se ha anunciado el cierre de alguna que arrastraba pérdidas).
Se ha anunciado que la filial editorial de nuestro país tiene pérdidas acumuladas de 7,5 millones de euros. Y que medio millón de ejemplares duermen el sueño de los justos en las bodegas (aquí, la palabra bodega sueña a mollate y fiesta, pero allá alude a la abstemia y gris nave de almacenaje). De haber sido privada, la editora habría quebrado hace mucho. Parte de la solución aportada por Taibo para impedirlo es la coedición de títulos (con doce posibles socios españoles).
Los retos son grandes. ¿Cómo hacer para dar salida a los nueve millones de ejemplares de lenta venta que se acumulan en los almacenes? Una virtud de las librerías del Fondo es que no solo comercializan títulos publicados por la propia editorial, sino, junto con estos, los de otros sellos. Esto contribuye a eso, tan necesario en aras de la normalización cultural de una comunidad lingüística como la que se expresa en español: la circulación de los libros más allá de los estrechos mercados nacionales. Esta, que es una gran asignatura pendiente, en parte ha sido paliada por el Fondo en países en los que el valor del libro, su prestigio, posee una relevancia todavía mayor que en España (acaso por la menor oferta y el más elevado precio). También se corrige la deficiencia mediante la digitalización que permite a golpe de ratón, y de manera menos costosa, salvar las distancias que antes cubrían galeones y buques mercantes.