Pessoa, traducciones y heterónimos
El escritor portugués, “desconocido de sí mismo”, como lo llamó Octavio Paz, es uno de los dos o tres poetas imprescindibles que tiene que leer quien se inicie en la poesía
3 diciembre, 2018 00:00Más, mucho más, en realidad. El arca o baúl en que el poeta dejó sus papeles sigue sacando textos como una máquina tragaperras suelta monedas en día pródigo, y a ellos y ellas (lingotes de oro en realidad) se suma la recuperación ahora de traducciones que en su día fueron decisivas en la difusión de Pessoa en nuestro país.
Estos días llegan a las mesas de novedades la colección de heterónimos Yo soy una antología. 136 autores ficticios (Pre-Textos), en edición de Jerónimo Pizarro y Patricio Ferrari, con traducción de Nicolás Barbosa López. También se ha publicado una reedición de El poeta es un fingidor. Antología poética a cargo de Ángel Crespo (Cátedra Letras Universales). Parte esta de la edición de 1982, que ha sido reeditada por Austral, pero incorpora el texto inglés en una manejable edición bilingüe.
Alguno escribe en francés, y no pocos en inglés, como el Pessoa ortónimo de los 35 Sonnets (que ha sido magistralmente traducido por Francisco Barrionuevo este año). Se llamen Alexander Search, Charles Robert Anon, António Seabra o Jean Seul, en todos ellos se manifiesta la tendencia plural del más grande poeta portugués del siglo XX y acaso de toda su historia; desde luego, uno que resiste, desde su emplazamiento inexpugnable, cualquier comparación con las máximas figuras de las literaturas anglosajona o hispanoamericana, porque él mismo fue --decir esto no es nuevo, pero conviene recordarlo-- una literatura. Barbosa y Pizarro, gran experto en el Pessoa inédito y poco conocido, ya firmaron el año pasado una excelente antología en Fondo de Cultura Económica (Colombia): Pessoa múltiple.
Pessoa escribió, atribuyéndolo al más escindido de sus otros yoes, Álvaro de Campos: com una recordação de uma outra pessoa / Que fosse misteriosamente minha (“como un recuerdo de otro personaje / que fuese misteriosamente mío”, la traducción como todas las que reproduzco es de Crespo). O esto otro: E há em cada canto da minha alma um altar a un deus diferente (“y hay en cada rincón de mi alma un altar a un dios diferente”). O, en fin: Sentir tudo ele todas as maneiras (“Sentirlo todo de todas las maneras”).
La antología de Crespo (con una buena introducción y puesta al día en la bibliografía, aunque no de modo exhaustivo) presta atención a Fernando Pessoa cuando escribió como él mismo y a sus tres principales heterónimos (voces con biografía e identidad propias, aunque inventadas): Alberto Caeiro, Ricardo Reis y el citado Álvaro de Campos (los dos últimos habrían sido discípulos con muy diferente resultado del primero).
Conviven en las librerías numerosas ediciones de Pessoa, el poeta y el prosista, con traducciones de José Antonio Llardent, José Luis García Martín, Manuel Moya, Ángel Campos Pámpano, Jesús Munárriz, Perfecto Cuadrado, Juan Barja, Antonio Sáez Delgado… En él se aúnan en grado extremo inteligencia y capacidad expresiva. También, gracias a su polifonía, la variedad. Fernando Pessoa, “el desconocido de sí mismo”, como lo llamó Octavio Paz, es uno de los dos o tres poetas imprescindibles que debe leer quien se inicie en la poesía.
Quien ya lo haya leído seguirá leyéndolo por dos razones al menos: porque es inagotable en lo cuantitativo y siempre se está sacando ases de la manga, y porque es inagotable en la calidad de lo ya conocido y en cada relectura se enriquece y enriquece. El lector de poesía no solo quiere sentir, sino asentir; estar de acuerdo con lo que se le presenta como una verdad reconocible. He empleado la expresión “estar de acuerdo”. En portugués, acordar es “despertar”. Es lo que hace quien lee a un gran poeta.