Tarzán leía en inglés y no era bilingüe
La obra de Burroughs indaga en las sorprendentes capacidades cognitivas innatas de los humanos
21 diciembre, 2017 00:00Muchos lectores no sólo se conforman con leer libros, también los crean. Pero únicamente conozco un caso en el que el libro hizo al lector: Tarzán. Sí, Tarzán se los aprendió a leer sólo. La narración de su historia se originó en una tasca de atracadero. Alguien le sopló a Burroughs su vida, y el tal Burroughs la puso por escrito, creando así la saga de un salvaje inspirada en Rómulo y Remo, sólo que cambió Roma por la selva y la loba por la mona.
Recordemos que la historia de Tarzán comenzaba con los Greystoke, un noble matrimonio inglés al que el destino y la chusma de mar pusieron en tierras africanas. Una vez allí un gran cuadrúmano acabó con la vida del Lord, mientras que la crueldad de la vida terminó por dejar huérfano del todo a un recién nacido. El párvulo quedó a la suerte, hasta que una simia ávida de cría lo adoptó sin soltar los 20.000 de gastos de gestión. Lo apodó Tarzán, que viene a significar mono blanco, y es así como el salvaje lampiño creció entre peludos primates, definiendo su carácter y su destreza. Para Tarzán no existía otra forma de comportarse; él mimetizaba elementos sociales de la manada y los integraba a su personalidad para adaptarse. Pero poco a poco, fue tomando conciencia de sus diferentes capacidades cognitivas. Se reconoció en el reflejo de un charco y se vio diferente al resto de la manada. Aprendió el manejo de las herramientas al encontrar un cuchillo en el hogar de sus padres, acabando sin saberlo con el asesino de su progenitor. No obstante, lo mejor de su herencia no fue esa oxidada hoja, ni el chamizo en primera línea que sus padres construyeron sin licencia, lo mejor fueron aquellos volúmenes que pronto dejarían de criar moho en la vitrina: "Los libros llamaron de inmediato su atención: parecían ejercer una poderosa influencia sobre él, hasta el punto de que ninguna otra cosa seducía tanto como el señuelo que constituían aquellos enigmas intrigantes que lo desafiaban".
El proceso de aprendizaje humano
La escena que describe Burroughs está tan llena de significado como la del primer pie en la Luna. En cuclillas encima de la mesa, con una mano sosteniendo el libro con la otra la barbilla, como el pensador de Rodin, buscando respuestas. La imagen de este "alevín de hombre primitivo [...] era como una alegoría de los primeros pasos a través de la negra noche de la ignorancia, en busca de la luz del conocimiento”. Tarzán se despojaba así de su condición salvaje a través de una cartilla de lectura, observando como aquellas "hormigas negras" se desparramaban por el papel satinado. Pasando las páginas hacia adelante y hacia atrás, siguiendo un orden misterioso, buscando la repetición de una secuencia que mostraba el grabado de un niño, un mono sin bello como él. Observaba esos cuatro caracteres mientras les asignaba un fonema, el mismo grito simiesco con el que su madre captaba su atención.
El aprendizaje de Tarzán fue lento muy lento, quizás semanas, quizás años, pero finalmente aprendió a leer gracias a la maestra constancia. Hay que tener en cuenta que el cerebro de un niño se prepara para la lectura mucho antes de ponerse delante de un libro. Para ello utiliza toda la materia prima que está a su alcance: imágenes, conceptos y palabras que capta desde el regazo de sus padres. Posteriormente, toma conciencia de la existencia de la lengua escrita. Vive en un espacio rico en libros, en literatura y en textos funcionales como los rótulos, las pantallas, la publicidad o la lista de la compra que pende de la nevera. Tarzán sólo conoce cuatro gruñidos de mono, los gestos de un chimpancé y además, su entorno es la selva profunda. El parecido de los humanos con los simios antropomorfos es grande pero no tanto, compartimos un 96% de secuencia genética pero el restante 4% marca la diferencia; 35 millones de variaciones cromosomáticas hace que un chimpancé pueda memorizar cinco palabras, mientras que un humano puede recordar y escribir más de cinco historias. De ahí que Tarzán fuese capaz de aprenderse la secuencia "niño" que previamente había identificado con el dibujo, y a través de esa palabra generadora activase todo el proceso de aprendizaje lector. A partir de ese momento, el salvaje vizconde de Greystore se coronó rey de los monos. Y es así como cuando Jane llegó a la jungla, Tarzán sabía leer pero de inglés ni papa.