Cómo correr la Maratón de Nueva York sin dejar de escribir una novela
El directivo Jon Segovia constata en Sueña, planea y conquista la necesidad de vivir el día a día, pero sin perder de vista el propósito que se ha marcado
29 septiembre, 2024 12:08Una novela espléndida, con muchos personajes, pero, ¿qué lección se ha podido aprender? Los grandes escritores ofrecen muchas pistas en sus creaciones, con diferentes planos para interpretarlas. Pero, ¿cómo se puede intercalar una historia interesante con un plan de acción para nuestras vidas? Lo ha logrado el directivo Jon Segovia (Bilbao, 1970) en Sueña, planea y conquista, editado por Malpaso. Sí, se puede correr la Maratón de Nueva York y escribir una novela, y, al mismo tiempo, reflexionar sobre cómo podemos llevar las riendas de nuestras vidas.
La presión es grande. En una sociedad occidental que ha acabado siendo muy individualista, cada persona traza un plan de vida, y se va colocando barreras que está dispuesta a saltar. Se puede hacer eso, claro, y lo opuesto: intentar saltar la valla cuando aparezca, cuando no haya más remedio. Jon Segovia propone al lector un reto: leer una novela, interesante, y tomar notas, porque, en paralelo, podrá acceder a “un cuaderno de aprendizaje”. Y como propusiera Julio Cortázar en Rayuela, se podrá escoger qué se lee y cómo se lee el libro: dando saltos, o interiorizando la totalidad de lo que se propone.
¿Demasiado misterio? Los libros de autoayuda han tenido mucho éxito en los últimos años. También los de filosofía, los que ofrecen un ángulo estoico, con la idea de preocuparnos sólo de lo que dependa de nosotros mismos, y dejar de lado lo que no podremos cambiar, por mucha voluntad que se ponga.
Jon Segovia, licenciado en Bioquímica, doctor en Organización de Empresas y Máster en Ingeniería, ha trabajado en distintas multinacionales en América Latina. Imparte cursos de coach, y… ha corrido cuatro maratones. Sabe lo que significa, el esfuerzo que supone, y cómo se debe preparar un reto de ese calibre. En los últimos años, precisamente, políticos, directivos, personalidades de distintos ámbitos, se han planteado ese reto: primero correr, para ponerse en forma, incluso pasados los 50 años, y luego planificar una maratón, y, por supuesto, la de Nueva York, como gran desafío personal.
Las luces cortas
Segovia, a partir de la experiencia en los dos campos, el de la gestión empresarial y la estrictamente deportiva, ha querido sumergirse en la literatura. Carlos, un alto ejecutivo, pero con problemas en su empresa, se marca ese propósito, el de correr la Maratón de Nueva York. Y para ello contrata a Julio, un entrenador personal. Las lecciones que le ofrece Julio son prácticas, pero también profundas, y muy válidas para los objetivos profesionales de Carlos. Y en ese diálogo constante, donde el protagonista analiza cómo ha ido evolucionando su carrera profesional, aparece Segovia para ofrecer al lector, al final de cada capítulo, consejos de vida.
¿Es para los más ambiciosos? Esa es una cuestión interesante que sugiere Jon Segovia, porque lo que apunta en su libro no debe acotarse a las típicas propuestas empresariales. Es casi una obligación por parte de todos los ciudadanos el tener un cierto plan de vida, sin olvidar, y ese es también un importante mensaje de Segovia, el día a día: las luces cortas. Frente a la necesidad de fijar luces largas –como muchos gurús reclaman—es también vital el ver lo que tenemos delante y asumirlo y superarlo con agilidad para poder disfrutarlo.
El plan de vida, sin embargo, hay que tenerlo. Con la dimensión que cada uno pueda establecer, porque correr una maratón, aunque pueda ser factible, no está tampoco al alcance de todos. Es la preparación para ello lo que cuenta, es el intento de superación, y el hecho de comprobar los avances lo que realmente cuenta. Y en eso Segovia lo borda en este libro.
¿Lo primero? “Todo parte de tener claro qué es importante en tu vida, ya que muchas veces ni siquiera lo has identificado”, escribe Segovia. Una de ellas es establecer la relación que se desea tener con los hijos, por ejemplo. Se puede pensar que no será decisivo el hecho de no cenar con ellos, porque la exigencia profesional ha llevado a trabajar más horas de lo previsto. Puede ocurrir una vez, o dos, o muchas. Y se puede llegar a pensar que no será un problema, porque la familia ha entendido que es una necesidad profesional y que eso será bueno para todos.
La perseverancia en la vida
Sin embargo, “cuando tus hijos tengan veinte años, no esperes que su conexión emocional contigo sea muy alta. Pasaron muchas horas de su infancia sin ti (eso sí, los quieres mucho y te aseguraste de que en lo material no les faltara de nada). La incongruencia vendrá cuando afirmes que lo más importante en tu vida son tus hijos…Disculpa, no te creo. Priorizaste el valor del trabajo al de la conexión familiar”, sentencia Jon Segovia.
Es decir, todo tiene consecuencias. Graves o menos dolorosas. Pero una acción, una apuesta, supone la renuncia a otra cosa, a otra experiencia. ¿Qué es lo importante? En función de lo que se marque en un cuaderno, de lo que se tenga fijado en cada una de nuestras cabezas, se podrá decir con claridad que se ha renunciado a algo en concreto.
¿Y si se deja todo al albur? No, eso no. Puede que para muchas personas no haya una alternativa. Los condicionamientos vitales son grandes. Pero, en la medida de lo posible, Segovia fija el terreno: hay que preparar la Maratón de Nueva York, buscar quién y cómo nos puede ayudar. Y comenzar a correr. Con perseverancia. ¿Qué corremos alguna carrera más modesta? Perfecto, pero corran. Y, sobre todo, lean. Libros como Sueña, planea y conquista.